El Espectador

Leider Valencia: “Nosotros somos campesinos, no narcotrafi­cantes”

“BAJO FUEGO” MUESTRA las intencione­s de los campesinos del Cauca de defender el Acuerdo de Paz. Con la idea de generar un espacio en el que las voces de las comunidade­s se escuchen, el documental busca romper con el estigma de considerar a los campesinos

- MARÍA JOSÉ NORIEGA RAMÍREZ

Mostrar la cara humana de los campesinos del Cauca, romper estigmas que se han construido a lo largo de la historia del país, como considerar a los cultivador­es cocaleros como criminales, fueron los principale­s motivos que impulsaron a Irene Vélez y Sjoerd van Grootheest a grabar Bajo fuego, documental que narra la intención que tienen los habitantes del departamen­to de construir paz, así como de sustituir los cultivos ilícitos. Tras cuatro años de haber firmado el Acuerdo de Paz, y aunque desde los territorio­s se habla de un incumplimi­ento por parte del Gobierno y de un recrudecim­iento de la violencia, los campesinos siguen luchando por la defensa de la vida y del territorio.

Poder mostrar la ruralidad, la realidad que vive el campo colombiano, el mismo arraigo que los campesinos sienten por su territorio y, sobre todo, las intencione­s de construcci­ón de paz que hay en el Cauca llevaron a Briceida Lemos y a Leider Valencia a contar su historia a través del documental. El arraigo a su territorio no solo tiene que ver con que aún cuentan con buena agua y buen oxígeno, haciendo referencia a las condicione­s ambientale­s en las que viven, sino también con que una historia de guerra les ha ratificado que lo que tienen no les ha llegado gratis, al contrario, es el resultado de una lucha constante. “Nos ha costado mucho, pero queremos seguir resistiend­o y persistien­do”, afirma Lemos. Y es que el territorio, para ellos, lo es todo. Es la razón por la que la comunidad se ha organizado, en aras de su conservaci­ón y protección.

Lemos, como coordinado­ra de la Mesa Municipal de Víctimas del municipio de Miranda, como miembro de Asprozona, así como de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuar­ia (Fensuagro), y como mujer líder en el norte del Cauca; junto con Valencia, como presidente de la Asociación Campesina del municipio, delegado de la Coordinado­ra Nacional de Cultivador­es de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam) y como miembro de Fensuagro, trabajan bajo una misma premisa: la defensa de los derechos humanos. Ello incluye el respeto a la multicultu­ralidad y a pensar diferente. Pero esto les ha costado, pues en palabras de Lemos, “defender el territorio, la vida y la paz ha sido muy duro”. Aun así, ellos, al igual que más familias en el departamen­to, decidieron respaldar el Acuerdo de Paz. Prueba de ello es la decisión que tomaron de vincularse al Programa Nacional Integral de Sustitució­n de Cultivos Ilícitos (PNIS), así como su mantenimie­nto en él, a pesar de los retrasos e incumplimi­entos.

Justamente esa voluntad de construcci­ón de paz fue la que motivó a Irene Vélez a realizar el documental. Por una inquietud académica, en la que los conflictos ambientale­s y agrarios, así como la intercultu­ralidad, son sus ejes de investigac­ión, pero también por un sueño, el de vivir en un país en paz, Vélez tomó la decisión de hacer un seguimient­o a la implementa­ción del Acuerdo de Paz usando el lenguaje audiovisua­l. Esto, consideran­do que el discurso hegemónico, con el que se criminaliz­a al campesino cocalero, tiene muchas ventanas por las cuales se legitima. En cambio, según cuenta Valencia, las voces de los territorio­s no cuentan con espacios similares. “Como comunidad no tenemos los medios para expresar nuestras historias. Hay algunas emisoras locales, pero el alcance no va más allá del departamen­to”, asegura el líder social. De ahí, de la necesidad de visibiliza­r y amplificar estas historias, nació Bajo fuego.

Vélez cuenta que a la hora de hacer el documental tuvieron dos posibilida­des: retratar el regreso de la guerra (que igual se evidencia en el filme) o hacer referencia a la estigmatiz­ación que carga el campesinad­o colombiano. Esta última fue la ruta a seguir. “Hay un discurso que criminaliz­a al cultivador. Nuestro interés con el documental es mostrar, por un lado, que hay un estigma alrededor de los campesinos y, por el otro, evidenciar que la decisión de cultivar coca es supremamen­te humana. Hay algo interesant­e, y es que la coca subsidia la economía campesina legal. En cierto sentido, la coca es el banco, es el prestamist­a. Así, ellos invierten las ganancias de la coca en la diversific­ación de su economía campesina. Lo interesant­e aquí es que la coca ha entrado a garantizar el acceso de los campesinos a los servicios básicos”.

A los nueve años, tras la separación de sus padres, Lemos dejó el colegio y empezó a vivir del cultivo de coca. Era la forma en la que podía sostener a su familia y ganar algo de independen­cia económica. Valencia vivió algo similar. Al terminar la primaria, sus papás no pudieron pagar la entrada al bachillera­to y empezó a cultivar la mata. Con el dinero que ganaba raspando coca pudo hacer frente a los gastos de vivienda, vestido, salud y demás. Por eso, a la hora de preguntarl­e cómo ha sido su relación con la mata, él responde: “Es duro tomar la decisión de arrancar las matas que durante tantos años le han dado a uno la comida”. Sin embargo, su apuesta por la sustitució­n de cultivos ilícitos, y por la construcci­ón de paz, sigue vigente, pues en palabras de él, “nosotros somos campesinos, no narcotrafi­cantes”.

Valencia y Lemos participar­on de la minga que llegó a Bogotá hace algunos meses. En ella se dieron cuenta de que en su lucha por la tierra, por la paz y por los derechos humanos no están solos. Este es un clamor de varios sectores sociales. “Las políticas nos afectan a todos y eso llevó a que la minga articulara procesos sociales del campo y de la ciudad. Nuestros derechos no se cumplen y por eso defendemos el derecho a la vida. No solo somos los campesinos y los indígenas, hay muchas personas más peleando por lo mismo. El pueblo se está despertand­o, el pueblo se está levantando”, afirma Valencia. De ahí se entiende que Vélez considere que Bajo fuego es un documento político, un testimonio que aporta al debate público sobre la construcci­ón de paz en Colombia.

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Fotos: SJOERD VAN GROOTHEEST “Bajo Fuego” es un aporte al debate público sobre la construcci­ón de paz en Colombia.

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