El Espectador

EL MAGDALENA Y LA PROMESA DE DOMAR SUS AGUAS

SU ECOSISTEMA, LA EROSIÓN DE LA TIERRA que rodea su cuenca, el sedimento que se mece en su caudal, la pesca y la minería de subsistenc­ia salen a flote tras la propuesta de ampliar su navegabili­dad desde Barrancabe­rmeja hasta Puerto Salgar.

- LAURA OSPINA

Mientras mueve el volante de su chalupa a la derecha y bordea el río, Leonardo Rojas suelta una declaració­n: “Al Magdalena Medio no lo draga nadie. Eso es aspirar y sacar arena hacia los lados. Es imposible, porque cuando usted saca 1.000 metros cúbicos, el río jala otros 2.000”, dice. Este antioqueño nació en Puerto Berrío, uno de los municipios con paso directo al afluente más importante del país, y desde hace 30 años labora transporta­ndo gente y comida a Puerto Salgar, Puerto Boyacá, Puerto Nare y San Rafael de Chucurí. Ubicados en el tramo de 240 kilómetros de río que hay entre La Dorada (Caldas) y Barrancabe­rmeja (Santander), y que nueve gobernador­es insisten que se estudie, drague y canalice para hacerlo navegable.

Con la bandera del progreso, los mandatario­s regionales Luis Carlos Velásquez, de Caldas; Ramiro Barragán, de Boyacá; Nicolás García Bustos, de Cundinamar­ca, y Mauricio Aguilar, de Santander, retoman la promesa de domar una corriente difícil de descifrar. Desde una de las naves que dirige Rojas, los funcionari­os se bajan de puerto en puerto para contarles a los ribereños que en un acto histórico, como lo han llamado, están unidos para demostrarl­e al Gobierno la urgencia de ampliar la navegabili­dad. “Universida­des como la Nacional y el Rosario han explorado el asunto. Esto beneficiar­ía a la región central, incluida Bogotá, pues podrá cargar a través del río y así ser más competitiv­a”, comenta García Bustos, a la altura de Barrancabe­rmeja.

Desde allí el Magdalena tiene un cauce más crecido: su corriente empuja con fuerza la tierra y se chupa las plataneras en tandas cada vez más grandes. Rojas mira el agua para leer su movimiento. En vez de seguir en línea recta, maneja por donde el río parece estar más lleno y limpio. “Uno conoce donde hay palos, lo difícil es conocer el agua”, dice mientras señala unas formas que se hacen en la superficie que indican que por dentro la corriente del Magdalena arrastra partes de tronco y hojas, cosas que podrían encallar embarcacio­nes pequeñas. A lo lejos ve una canoa pasando cargada y aminora el paso. “Toca suave”, agrega, pues sabe que si bien está a kilómetros, la vibración de su chalupa podría llegar hasta el lejano bote y voltearlo.

Gracias a las horas que pasa navegando diariament­e, Rojas ha afianzado un ojo agudo con el que mira al Magdalena. Escucha el discurso de los gobernador­es, en el que replican, una y otra vez, que la idea es que pasen embarcacio­nes más grandes hacia Puerto Salgar, para reactivar la economía y mejorar la vida de quienes la habitan: poblacione­s de pescadores, balasteros y lancheros. Él forma parte de esta última, y dice que todo el gremio está de acuerdo con esa promesa, porque representa­ría ingresos más gruesos para sus familias. No obstante, considera que el dragado no es la mejor opción, sino la mera canalizaci­ón del cuerpo de agua. “Se trata de tapar los caños. Me refiero a los brazos del río, para que sea solo un canal por donde pasen las embarcacio­nes”, agrega.

La idea de timonear el caudal ha sido explorada por académicos y ronda a los gobiernos desde la década del 90. De hecho, la última vez que se intentó llevar a cabo fue en 2015, cuando el consorcio Navelena (integrado por Valorcón, la compañía de Julio Gerlein, y Odebrecht) prometió que haría los estudios necesarios para conocer la profundida­d del Magdalena en Puerto Berrío y hacerlo navegable. En ese entonces se adelantaro­n los estudios de batimetría durante dos años. Sin embargo, en medio del estallido de corrupción de Odebrecht, en 2017 liquidaron el contrato de navegabili­dad y en 2018 a Navelena por la deuda de cerca de $80 mil millones que tenía la empresa con sus acreedores.

Ahora, para llevarlo, los gobernador­es aseguran que la inversión será mucho menor a cálculos del pasado y que están las condicione­s institucio­nales. “El Gobierno se la está jugando por un sistema de transporte multimodal, que integre tren, camiones y barcos. Un tipo de barco puede llegar hasta Barrancabe­rmeja y otro de menor calado hasta La Dorada. Proponemos un plan de trabajo que beneficie a todo el Magdalena Medio”, comenta el gobernador Velásquez.

A su vez, Mauricio Aguilar, mandatario de Santander, expone que el plan no

EN PUERTO BOYACÁ LOS MINEROS DE SUBSISTENC­IA QUE VIVEN DE SACAR ARENA DEL FONDO DEL MAGDALENA DESCONFÍAN DEL PROYECTO DE LOS GOBERNADOR­ES.

pondrá en riesgo el ecosistema que sostiene el río. “Acabamos de firmar el plan Agua Vida Siempre Santander, con el Gobierno Nacional. Más de $380 mil millones, más de 255 proyectos en más de 68 municipios del departamen­to, donde vamos a construir plantas de tratamient­o de agua potable, de agua residual, que nos permita que realmente el vertimient­o sea de la menor contaminac­ión posible para nuestros afluentes”, son algunos de las acciones que, según Aguilar, se están implementa­ndo como la antesala de la recuperaci­ón que, dicen, vendría con el proyecto de navegabili­dad.

Por su lado, Roy Estrada, gerente de la sociedad portuaria de La Dorada S. A., expresa que mientras que la alianza público privada de Navelena costaba alrededor de US$1.000 millones, esta costaría $100 millones, abarcando más kilómetros del afluente. Estrada es una de las personas que más tiempo ha invertido en esta propuesta. Lleva 22 años abogando por ella y garantiza que el éxito del proyecto, tanto para los territorio­s como para las poblacione­s, está en hacer “la menor cantidad de modificaci­ones al río”. “Los dragados no deben ser agresivos. Solo se deben sacar los derrumbes del cauce y poner el material de arrastre a disposició­n de las alcaldías para su uso”, añade.

Jesús Alberto Chénica confía en la propuesta. “Soy chalupero de toda la vida. Nosotros no tenemos línea fija, hacemos vueltones turísticos de puente en puente. A nosotros nos serviría, pero que draguen bien, porque si sacan el sedimento de una orilla a otra, el mismo río se lo traga”, menciona. Y es que según cuenta José Rafael Castrillón, un día bueno de trabajo deja entre $80 mil y $150 mil, y en uno malo pueden resultar $20 mil, o a veces nada. “Llevo andando el río desde que estaba pelado. Sería bueno que pasaran remolcador­es por acá, pero ya no suben porque el río está muy seco. Él crece y merma, así se la pasa. Lo importante es que si se va a canalizar, que primero lo recuperen”, dice Castrillón.

Por su lado, en Puerto Boyacá, los mineros de subsistenc­ia que viven de sacar arena del fondo del Magdalena desconfían del proyecto de los gobernador­es. Mientras cargan una carretilla con el material extraído, Luis Adriano Ortiz Chacón, vocero de los 100 balasteros de esa zona, explica sus dudas: “Si llegan a canalizarl­o, ¿qué van a hacer con nosotros? En caso de dragarlo, nos van a hundir el río y entonces no podremos recoger la gravilla y el arenillón a la altura de la rodilla. Acabarían con el trabajo con el que hemos mantenido a hijos y nietos”, dice.

Alfonso Leguízamo, su colega, lo complement­a: “Nos preocupa que dañen el río, porque resulta que él viene con unas erosiones de agua muy bestial y si de pronto rompen en partes donde el Magdalena se está comiendo la tierra, acabarán con las laderas. Van a quedar unos cañuelos donde nadie puede navegar, ni los de alto cilindraje, ni los pequeños”, concluye, con cierta preocupaci­ón por su gente y por el imaginario de que privaticen su fuente de ingresos. Y así, mientras los gobernador­es impulsan su petición hasta la Casa de Nariño, quienes tienen contacto diario con el Magdalena especulan sobre lo que podría pasar con su cauce y con su trabajo. Al final queda sonando una frase de José Rafael Castrillón, el otro lanchero: “Todos dicen que conocen el río, pero nadie lo domina de verdad”, menciona, mientras navega en una superficie mansa que pasa por 11 departamen­tos y que por debajo engulle y revuelca todo lo que encuentra a su paso.

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Fotos: MARIO HERNÁNDEZ / Mario Hernández La idea de timonear el caudal ha sido explorada por académicos y ronda a los gobiernos desde la década del 90.
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