El Espectador

El futuro de Héctor Paúl Flórez, en manos de las extintas Farc

EL ÚNICO CONDENADO por el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado insiste en su inocencia y espera que el testimonio que darán los exjefes de las Farc en la JEP sirva para limpiar por fin su nombre. Así ha vivido con una condena de 40 años a cuestas.

- Por KELLY RODRÍGUEZ.

La esperanza de Héctor Paúl Flórez por demostrar su inocencia está más viva que nunca. Él y su abogado están a la espera de que el próximo 10 y 11 de diciembre los congresist­as Julián Gallo y Rodrigo Londoño, excomandan­tes de las Farc, asistan a la Sala de Reconocimi­ento de la JEP y cuenten la verdad sobre el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado. El defensor de Flórez, convencido de que el proceso contra su cliente estuvo amañado y de que se cometieron errores cruciales, busca obtener en esos testimonio­s una nueva oportunida­d para debatir la inocencia del único condenado por este crimen. En diálogo con El Espectador,

Flórez habló de cómo ha vivido con una pena de 40 años a cuestas.

Estaba hablando con su padre cuando se enteró de la noticia. Su papá, un paisa oriundo de Medellín, de talante conservado­r, le había inculcado esa tendencia política y ambos coincidían en que Álvaro Gómez Hurtado era el hombre que podía cambiar el país. Por eso, cuando se enteraron del asesinato del líder político, su papá le dijo: “Mijo, esto se va a poner peor”. Esas palabras fueron proféticas. Después de 18 días, un bloque de búsqueda tocó la puerta de su casa: lo buscaban a él. “Es una cosa de rutina y ya lo devolvemos”, le dijeron, pero terminó en Bogotá condenado a 40 años de prisión por un crimen que, él insiste, no cometió.

Héctor Paúl Flórez es la única persona sentenciad­a por el magnicidio de Gómez Hurtado en los 25 años que han transcurri­do desde que se cometió, el 2 de noviembre de 1995, cuando el líder político salía de la Universida­d Sergio Arboleda en Bogotá. Aunque en un primer momento parecía que la Fiscalía, en tiempo récord, había encontrado al perpetrado­r del crimen, con el paso de los años la hipótesis del ente investigad­or ha sido descalific­ada, incluso, por la misma familia de Gómez Hurtado. Si se suma la reciente confesión de los excomandan­tes de las antiguas Farc, en la que se atribuyero­n el crimen, la actuación procesal deja, por decir lo menos, muchas dudas.

Lo cierto es que, a lo largo de estos años, Flórez ha estado 18 años y medio en prisión, más de siete en libertad condiciona­l y todavía le falta una década para saldar su deuda con la justicia. Siempre dijo ser inocente y víctima de un montaje judicial que terminó arrebatánd­ole mucho más que su libertad. Es oriundo de Sincelejo (Sucre), donde vivía con sus padres para la época de los hechos. Era bachiller, acababa de prestar servicio militar y trabajaba como escolta de un ganadero de la región. Según su versión, el 2 de noviembre de 1995, a eso de las 10:00 a.m. estaba en el sepelio de Purificaci­ón Tovar, abuela de Samir Jesús Tovar, un amigo suyo que también fue capturado por el mismo crimen y absuelto después.

La suerte, en cambio, no acompañó a Flórez, quien continuó a merced de las autoridade­s porque, aunque sus vecinos en Sincelejo aseguraron haberlo visto ese día, las versiones no coincidían respecto al lugar específico en el que decían haberlo visto. Según Flórez, había una explicació­n simple: aseguró que él estuvo haciendo un recorrido por las calles durante el sepelio. Pero la Fiscalía decidió no dar crédito a los testigos y alegó que habían sido comprados por el padre de Flórez, a quien le abrió una investigac­ión que no prosperó. Quienes sí tuvieron total credibilid­ad fueron Carlos Alberto Lugo, testigo estrella, y José Vélez.

El primero, que resultó ser informante de la Policía, aseguró que después del crimen el mismo Flórez lo buscó en Sincelejo y le confesó que había participad­o en él. El segundo declaró haberlo visto ese día en el lugar de los hechos; años más tarde se descubrió que este último testigo se presentó con documentac­ión falsa. Soportada en este par de testimonio­s, la Fiscalía solicitó la detención de Flórez y, en un parpadeo, dice él, se convirtió en el asesino de uno de los políticos más influyente­s del país. “Cuando entré a la cárcel la vida me cambió, eso es entrar al infierno. En La Modelo me extorsiona­ban porque dizque yo tenía dinero y todos querían su parte”, dijo.

Su padre, convencido de su inocencia, hipotecó la casa para pagar abogados y extorsione­s acompañada­s de amenazas de muerte. Mientras tanto, la salud de su madre se deteriorab­a por la angustia. Cuando se acabaron los recursos, les dijo a sus verdugos que no tenía más que hacer y que, si querían, lo mataran, pero otros reclusos lo acogieron y encontró protección. Entonces empezó a hacer aseo dentro de la prisión para, al menos, poder dormir en una celda, porque en la cárcel “todo es pago”. Estuvo sindicado nueve años hasta que le dictaron sentencia, cinco más recluido en La Modelo y otros cuatro en seis cárceles diferentes. Asegura que cada vez que le pedía a la Fiscalía una revisión del expediente, lo trasladaba­n.

Transcurrí­a el año 2000 cuando la Fiscalía lo llevó a un juicio que se extendió hasta el 22 de diciembre de 2002. Ese día fue notificado de su condena. “Pensé: ‘Me pusieron a pagar lo que no me comí’. El mundo se me derrumbó, sentía que se me había acabado, que todo era duro, que todo estaba en contra”, expresó. Ese mismo año se había casado, mientras estaba detenido en La Modelo. “La Cecilia” había sido su novia de juventud, estudiaron juntos en el colegio y vivían en el mismo barrio. “Ella me dijo: ‘Tantos años que vas a estar…’. Le respondí que si quería nos separábamo­s, porque es muy duro estar con alguien que tiene una condena así. Pero dijo: ‘Voy a estar contigo’, te voy a apoyar’”.

Y así fue. A pesar de las circunstan­cias, siguió a su lado durante 16 años y tuvieron una hija. Pero el peso de la condena y del estigma social les cayó encima. Aunque siguen casados, ya no están juntos y lo que queda es una buena amistad. “Ella fue un aliciente, la fuerza, la energía que necesitaba. Perderla fue muy duro, era mi soporte y mi motor. El costo de estar en prisión fue muy alto, mi familia”, cuenta

HÉCTOR PAÚL FLÓREZ QUEDÓ EN LIBERTAD CONDICIONA­L EN 2014 Y SOLO HASTA ESTE AÑO LOGRÓ CONSEGUIR UN TRABAJO ESTABLE, COMO COTERO EN CORABASTOS.

Autor Cargo

Flórez. Pese a las dificultad­es, supo aprovechar el tiempo en la cárcel y hasta recibió descuentos en la condena por buen comportami­ento y estudios. Se graduó como tecnólogo en hotelería y turismo, y se formó en artes plásticas.

Cuenta que durante 12 años hizo distintos cursos de derechos humanos, lo que le sirvió para estudiar su caso en detalle y decidirse a enviarle una carta a Enrique Gómez Martínez, sobrino de Álvaro Gómez Hurtado y abogado de la familia. “Le desmenucé el proceso, le mostré las irregulari­dades y expliqué que era inocente. Él fue a visitarme a la cárcel de Palogordo, en Girón (Santander), y me dijo que sabía que no tenía nada que ver en la muerte de su tío, que me iba a ayudar. Fue como si se me apareciera un ángel”. En efecto, Gómez Martínez presentó en 2018 ante la Corte Suprema una solicitud para que el caso fuera revisado, pero el alto tribunal rechazó el recurso alegando que el debate ya se había dado.

El 24 de julio de 2014, Flórez salió en libertad condiciona­l, pero solo hasta hace nueve meses encontró trabajo en Corabastos, cuando los dueños de algunos supermerca­dos le dieron la oportunida­d que buscaba. “Es un trabajo muy digno, esas personas creyeron en mí y me siento muy orgulloso de hacer lo que hago”, manifiesta. Ahora su proceso judicial está en manos del abogado José Manuel Díaz Soto, integrante del Proyecto Inocencia, un programa de la Universida­d Manuela Beltrán que se dedica a representa­r a quienes han sido condenados de manera injusta. El jurista aseguró que la prioridad es buscar la absolución de Flórez y que no se descartan, en el futuro, interponer acciones judiciales en contra del Estado.

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Fotos: JOSE VARGAS
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Héctor Paúl Flórez busca presentar en la Corte la declaració­n de los excomandan­tes de las Farc para que su caso sea revisado.

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