El Espectador

De ollas y pescas

- RABO DE AJÍ PASCUAL GAVIRIA

JUAN TRABAJÓ HASTA HACE SEIS meses como mensajero en una panadería. Tenía jornadas de más de diez horas diarias sin posibilida­des de exigir el pago de horas extras. Al dejar el empleo por “cansancio mutuo”, su jefe le pasó la cuenta de tres comparendo­s que estaban anotados a la moto que manejaba. Uno de ellos fue por el tamaño exagerado del cajón para llevar los domicilios: “Así le rinde más”, le dijo el jefe cuando Juan le advirtió que manejar con ese “volcó” estaba muy peligroso. El patrón se cobró los comparendo­s con la plata de la liquidació­n y demás obligacion­es laborales. A sus 24 años Juan decidió volver a vivir con su mamá, en realidad no había muchas opciones.

En su hoja de vida no hay ninguna reseña judicial ni policial. Su mayor problema con la autoridad fue hace unos años en un CAI cerca a su casa cuando los policías lo detuvieron, guardaron su moto por un supuesto documento faltante y la desapareci­eron durante una semana. Solo con una denuncia que logró mover con un alto funcionari­o de la Alcaldía logró recuperar la moto que al parecer ya estaba deshuesada.

Hace unos días, Policía y Fiscalía llegaron a su casa tumbando la puerta antes de las cinco de la mañana. Tenían una orden de captura contra Juan por concierto para delinquir. Esculcaron la casa durante un poco menos de una hora y no encontraro­n nada compromete­dor. Juan salió esposado. El operativo dejó 12 capturas a miembros de una supuesta olla de microtráfi­co. La Policía dice que los seguimient­os comenzaron en enero e incluyeron vigilancia con drones e intercepta­ciones telefónica­s. Juan está detenido en la Fiscalía, en un corral montado en una cancha, por ser un peligro para la sociedad. En estos casos, me dice un abogado de oficio, esa medida es automática. El mecanismo en este tipo de procesos es muy claro, en palabras del abogado: “En esos operativos tiran la red a ver qué sacan, arrastran lo que encuentren en el camino para hacer la presentaci­ón en medios y después miran a ver si cayó alguien con peso suficiente para avanzar en busca de una condena”. En el corral una lata de atún vale $10.000 y una llamada de un minuto vale $1.000. Allá está la verdadera olla, se consigue lo que sea.

Los abogados de oficio llevan hasta 80 casos al tiempo. Logran hacer un mínimo seguimient­o procesal, pero no tienen posibilida­d de hacer investigac­ión para la defensa. Juan es uno de los 90.000 colombiano­s capturados cada año por delitos relacionad­os con drogas, uno más en esa pesca que solo deja condenas para el 24 % de los detenidos.

Para hacer un primer análisis del proceso, un abogado promedio cobra un millón y medio de pesos, simplement­e para enterarse de qué se trata la acusación. Para ir hasta un juicio oral, la suma puede llegar hasta siete u ocho millones. Algunas veces los detenidos prefieren un mal acuerdo con la Fiscalía para no sacrificar tiempo y plata en un buen juicio. Incriminar­se puede ser más rápido y barato.

Hasta el corral de la Fiscalía llegó la noticia de los 12 policías, adscritos a la comuna de Belén en Medellín, detenidos por su papel protegiend­o ollas en el barrio Antioquia. Nada raro que alguno de ellos haya participad­o en el operativo para capturar a Juan.

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