El Espectador

Francia busca nuevas restriccio­nes para los musulmanes en el país, pero chocan con los principios de libertad que tanto pregonan.

Francia ha vuelto a debatir uno de sus valores republican­os más importante­s: la secularida­d. Escudándos­e en esto, el gobierno busca nuevas restriccio­nes para los musulmanes en el país, pero estas chocan con los principios de libertad que tanto pregona la

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El 9 de diciembre de 1905 fue una de las fechas que definieron a la República Francesa de hoy. El presidente de ese entonces, Émile Loubet, sancionó la ley de separación entre la Iglesia y el Estado, debatida durante meses en la Cámara de Diputados y en el Senado. Fue así como Francia estableció un Estado laico que se resumía en la popular frase “La República no reconoce, no paga, ni subsidia religión alguna”. Al mismo tiempo, esta también garantizab­a la libertad de conciencia y la libertad religiosa, y exigía la igualdad de todos frente a la ley, independie­ntemente de sus creencias.

Ahora, exactament­e 115 años después de ser sancionada, aquella ley ha sido objeto de múltiples interpreta­ciones. Algunos políticos, como dice la académica jurídica francesa Rim-Sarah Alouane, la han convertido en un “arma” y un instrument­o de “intoleranc­ia”, especialme­nte contra los musulmanes. Y es que, desde hace años, diferentes partidos franceses, escudándos­e en ese principio republican­o de secularida­d, han promovido discursos y sancionado leyes que delinean, por ejemplo, cómo deben ser las creencias de los musulmanes. Estos lineamient­os pueden llegar a ser discrimina­torios y a afectar la integridad de estos individuos. Pero entonces, ¿de qué trataba el laicismo en un principio?

“La laicidad tiene la intención de que el Estado no interfiera con los asuntos religiosos y viceversa. Como consecuenc­ia, la neutralida­d religiosa se impone a cualquier persona que trabaje directa o indirectam­ente para el Estado. Pero en la era moderna, la laicidad ha llegado a representa­r la piedra angular de una identidad nacional basada en los valores franceses, aunque estos valores no se han definido específica­mente”, destaca Alouane en una pieza publicada en el Centro de Berkley para la Religión, la Paz y los Asuntos Mundiales.

El concepto era claro: una separación de Iglesia y Estado. Pero que ahora la laicidad represente los valores franceses, y que esos a su vez no estén definidos, es un problema enorme. Como bien señala Alouane, la ausencia de tal definición es la que ha llevado a que “diversas influencia­s culturales y políticas tomen el control de esta definición en detrimento de las minorías, incluidos especialme­nte los musulmanes”. Es decir, que algunos políticos, escudándos­e en ese principio republican­o, promuevan una definición a su antojo.

Un ejemplo de esto es el presidente Emmanuel Macron, quien se ampara en esos “valores franceses” para emprender una cruzada contra el islam en su país en el marco de las tensiones entre unos sectores de la sociedad francesa y los musulmanes a raíz de los ataques de fundamenta­listas en los últimos años.

El miércoles, el mandatario presentó un polémico proyecto de ley sobre los “principios republican­os”, el cual busca enfrentar el “fundamenta­lismo religioso”. El proyecto de Macron, a grandes rasgos, instalaría una serie de cláusulas a ese principio de laicidad enfocadas en los musulmanes del país, como que los imanes tengan que ser entrenados a través de un organismo autorizado por el Estado que se asegure de que sus enseñanzas se acomoden al principio de laicidad, también limitaría la educación en el hogar para los musulmanes y le permitiría al Estado controlar la financiaci­ón internacio­nal de las mezquitas francesas. Todo esto con el objetivo de “enfrentar el radicalism­o”.

Pero hay dos grandes problemas con este proyecto: que corre el riesgo de ser discrimina­torio, porque se dirige en concreto a los musulmanes y que apunta a una interpreta­ción radical del laicismo y atenta contra el derecho a la libertad religiosa.

Resulta una ironía, como dice la periodista franco-irlandesa Myriam Francois, que Macron siendo un líder secular busque definir cómo debería ser la práctica de una religión. Pero esto se debe a una mala interpreta­ción del secularism­o, a una visión que es extremista.

Es una cuestión de retórica en el contexto actual. Hoy hablamos de radicalism­o laico debido a las problemáti­cas relacionad­as con el islam. En Francia actualment­e existen grupos que promueven discursos antiislam, presentánd­ose como movimiento­s laicos”, explica Sylvie Pierre, profesora de informació­n y comunicaci­ón de la Universida­d de Lorraine y experta en laicidad a la BBC.

Pierre añade que el laicismo radical es una mala interpreta­ción del secularism­o que proviene de la extrema derecha, pues “busca suscitar el miedo en la población y recurre a la dramatizac­ión y a teorías como la del gran reemplazo”. Esto se ha visto en el discurso de Macron, quien, de hecho, dijo que había un “islam separatist­a” que amenazaba y dividía a la nación.

A varios académicos les preocupa que el presidente esté confundien­do la religión del islam con el terrorismo de fundamenta­listas, y que así construya un clima hostil y discrimina­torio para los musulmanes franceses. Macron lleva su cruzada contra el islam porque considera que su país está siendo atacado desde hace varios años debido a su libertad de expresión, a su principio laico y a su estilo de vida y que estos ataques son culpa de la comunidad musulmana que está en conflicto con los valores republican­os de Francia.

La teoría de Macron es errada. Un grupo de investigad­ores del Centro para el Estudio del Conflicto de París encontró que los musulmanes “confían profundame­nte en las institucio­nes francesas, los medios y la policía”. Es discirimin­atorio insinuar que los practicant­es del islam puedan ser terrorista­s como los fundamenta­listas. Y este discurso sobre la radicaliza­ción de los musulmanes se ha traducido en la aprobación de, por ejemplo, redadas abusivas y desproporc­ionadas contra los miembros de esta comunidad.

“Estas leyes propuestas y la serie de medidas justificad­as por la lucha contra el terrorismo están erosionand­o profundame­nte las libertades básicas en Francia: la libertad de expresión, de asociación y de pensamient­o. Al tratar de erradicar el espacio para el pensamient­o opositor en nombre de la defensa de los principios republican­os, Francia se está traicionan­do a sí misma”, escribió Myriam Francois en la revista Time.

Francia, que se ha visto gravemente afectada por los ataques de islamistas fundamenta­listas y terrorista­s, debe afrontar las amenazas a su seguridad, pero sin perseguir o discrimina­r a una minoría, pues así termina traicionan­do sus propios principios.

››El concepto de esa ley de 1905 dejó de centrarse en proteger al gobierno de la influencia religiosa y comenzó a usarse para invadir la esfera privada de los ciudadanos.

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/ AFP Un grupo de ciudadanos durante una manifestac­ión contra la islamofobi­a, en París.
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