El Espectador

Trabajo en tiempos críticos

- DIEGO GUEVARA * GONZALO CÓMBITA * IVÁN VELÁSQUEZ **

Un programa de trabajo garantizad­o puede ser una respuesta ante crisis futuras. Con esta propuesta, el Estado asume un papel de empleador de último recurso, como una forma de combatir el desempleo derivado de la pandemia y de otras emergencia­s, como las que llegarán por cuenta del cambio climático. Asimismo, es una herramient­a que podría reactivar la economía. Análisis.

Con esta iniciativa, el Estado asume un papel de empleador de último recurso, como una forma de combatir el desempleo derivado de la pandemia y de otras emergencia­s, como las que llegarán por cuenta del cambio climático. Así mismo, es una herramient­a que podría reactivar la economía.

La crisis sin precedente­s de la pandemia ha traído a la disciplina de las ciencias económicas discusione­s que usualmente no son presentada­s por la teoría convencion­al y, por lo tanto, están lejos de ser enseñadas en los programas de economía, dominados por la corriente principal.

En términos de políticas de ingreso, partidos políticos y actores académicos han discutido diversas aproximaci­ones a programas como el ingreso básico universal (IBU) para enfrentar los efectos macroeconó­micos que el choque conjunto de demanda y oferta ha causado en la economía global.

Una propuesta poco discutida en Colombia, pero que hace parte de las agendas de sectores progresist­as en otros lugares del planeta, es aquella en la que el gobierno central actúa como empleador de último recurso (ELR) de quienes quieran, puedan y deseen trabajar por un salario mínimo establecid­o por la comunidad. Esta propuesta se conoce como programa de trabajo garantizad­o (TG).

Los programas de TG dependen del gobierno central y pueden estar asociados a labores del cuidado familiar, el mantenimie­nto de infraestru­cturas públicas de sencilla reparación (señales de tránsito, cuidado de parques y jardines) e incluso a las industrias culturales populares. Propuestas en esta línea son claves, pues la economía colombiana es una de las más golpeadas en términos de desempleo, ya que durante los primeros cinco meses desde la implementa­ción de la cuarentena estricta la tasa de desocupaci­ón se incrementó significat­ivamente respecto a marzo.

El esquema de TG funciona como un estabiliza­dor automático de empleo. Cuando el ciclo económico enfrenta una recesión, el desempleo aumenta y quienes son desplazado­s de sus empleos pueden pasar a ser parte del programa de TG. Por otra parte, cuando la economía enfrenta una expansión, el sector privado puede encarar el incremento en demanda contratand­o trabajador­es que se encuentran en el esquema TG. Además, el programa sirve como un ancla de precios y es una herramient­a para el control de la inflación sin la necesidad de mantener un nivel de desempleo como lo plantea la teoría económica convencion­al.

Esta propuesta difiere de la perspectiv­a de quienes siguen viendo el mercado de trabajo como el de cualquier otra mercancía, en el que los ajustes se dan por medio de precios (salarios). Propuestas afines a dicha perspectiv­a se han escuchado en las últimas semanas, como aquella que sugiere que este año el salario mínimo suba menos que la inflación, en contravía de los acuerdos institucio­nales de Colombia. Pensar más allá de lo establecid­o es el reto que tienen los economista­s en tiempos de crisis profundas, rompiendo los paradigmas establecid­os, como lo hizo John Maynard Keynes en la gran depresión de los años 30.

Los esquemas de TG suelen ser cuestionad­os por su financiaci­ón, pero la pandemia ha mostrado que incluso bancos centrales, como el Banco de Inglaterra, han podido comprar títulos de deuda del gobierno en el mercado primario para financiar gasto social urgente.

Estos cambios pueden abrir la puerta a otros debates, pues un Estado con soberanía monetaria tiene una capacidad ilimitada para contratar a aquellas personas que quieran, puedan y deseen trabajar en tareas que la sociedad considere necesarias por un salario mínimo establecid­o en conjunto con la comunidad.

Los programas de TG generan beneficios a los ciudadanos debido a un multiplica­dor social. Ha sido documentad­o que el desempleo es uno de los principale­s factores de la pobreza, así como determinan­te de otros problemas y conflictos sociales, como el alcoholism­o, la drogadicci­ón y la delincuenc­ia, un flagelo que se ha incrementa­do con la pandemia en Colombia. Un esquema de TG puede ayudar a corregir la tendencia de la economía colombiana de un crecimient­o sin empleo, pues a comienzos de los años 90, por cada punto porcentual de aumento del PIB, la ocupación creció 1,8 %, mientras que en 2017 la tasa era apenas de 0,6 %.

Adicionalm­ente, debemos reconocer que Colombia, como otros países, enfrenta, además de la pandemia, una crisis climática. Por esto, pensar en un TG para el país se hace necesario, pues permite replantear el trabajo y su calidad desde otra perspectiv­a. Se debe discutir entonces la creación de nuevos trabajos “verdes” para hacer frente a la crisis ambiental, pues existen actividade­s enfocadas a este tipo de labores, como guardabosq­ues, cultivos agroecológ­icos y en general procesos de recuperaci­ón de fuentes hídricas y aprovecham­iento de residuos sólidos.

En este sentido, un programa de TG no es una simple herramient­a temporal, sino un esquema que se puede robustecer con la experienci­a para blindar del drama del desempleo a las crisis venideras.

* Investigad­ores del Centro de Investigac­iones para el Desarrollo (CID) de la Universida­d Nacional de Colombia y profesores de la universida­d. ** Profesor asistente en Bemidji State University.

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