Salario mínimo y renta básica
EL SALARIO MÍNIMO ES UN MEDIO para obtener un fin: el fin es garantizarle a la clase trabajadora colombiana un nivel de ingresos mínimamente adecuado. Pero al enfrascarnos en definir cuántos puntos hay que subirle al salario mínimo, podemos terminar perdidos en una discusión que deja de lado la razón última del debate, el bienestar de los trabajadores.
Todos los años, los medios entrevistan a voceros de centrales obreras, gremios, gobierno, universidades y tanques de pensamiento para preguntarles cuál es el aumento idóneo del salario mínimo, y los entrevistados responden con alguna cifra, creando colectivamente la ilusión de que la respuesta al problema del bienestar de la clase trabajadora es encontrar el número mágico. Que cualquier aumento real aumenta el desempleo, dicen unos; que en otras partes del mundo no hay evidencia de que esto suceda, dicen otros; que sería bueno tener mejor evidencia econométrica antes de hacer afirmaciones tajantes, deberían decir más. Pero darle tanta relevancia a una discusión cuyo eje es afinar un mecanismo fallido —eso es el salario mínimo en un país en el cual la mitad de los trabajadores ganan menos que el “mínimo”— es un error.
Este año, los sindicatos tomaron la iniciativa y añadieron un nuevo elemento a la discusión: por primera vez incluyeron en sus peticiones la creación de una renta básica que garantice un ingreso mínimo para todos los colombianos, no solo aquellos que ya ganan el salario mínimo. A diferencia de lo que se pueda decir del salario mínimo, la renta básica no tiene efectos negativos sobre el empleo y, por lo menos para ciertos niveles de renta básica, su costo es razonable para las finanzas del Estado colombiano. Bienvenida esta propuesta de los sindicatos, y esperemos que en años por venir el debate anual sea cada vez más sobre su monto y cada vez menos una discusión bizantina sobre el aumento del salario mínimo.