El Espectador

Ayuda silenciosa

Se trata de un proyecto creado por la abogada barranquil­lera Érika Roa, para ayudar a migrantes venezolano­s a legalizar sus permisos de permanenci­a y conseguir empleo. En dos años ha acompañado a 120 familias y espera pronto convertirs­e en una fundación.

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Érika Roa fue galardonad­a con el Premio Franco-Alemán de DD. HH. Antonio Nariño por su labor con el proyecto Frater, que ayuda a migrantes venezolano­s.

El nombre de Érika Roa Luque no es conocido en las organizaci­ones de derechos humanos. Ni siquiera aparece en internet, aunque su labor debiera ser conocida en el mundo entero. Ella prefiere el anonimato, pero solo pudo sostenerlo hasta este 9 de diciembre, cuando fue galardonad­a con el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos Antonio Nariño, entregado por las embajadas de Alemania y Francia en Colombia.

El proyecto por el que fue premiada, este 10 de diciembre, Día Internacio­nal de los Derechos Humanos, se llama Frater. “Frater en latín significa hermano. De ahí viene la palabra fraternida­d. Y le puse así porque nuestro objetivo es ayudar a los migrantes que vienen del hermano país Venezuela”, dice esta abogada barranquil­lera, quien en realidad es especialis­ta en derecho administra­tivo, pero con esta carrera ha ayudado a 120 familias migrantes a encontrar un hogar en Colombia, con sus papeles en regla y un trabajo digno.

“Todo empezó cuando un día un señor se me acercó a pedirme ayuda jurídica, para saber cómo podía legalizar su situación en Colombia para acceder a ciertos derechos. Lo ayudé y desde ahí se convirtió en un voz a voz”, cuenta Érika. Fue así como pasó a ayudar a decenas de personas con estos trámites tediosos de migración para quienes son hijos de padre o madre colombiana, para adquirir un estatus de permanenci­a legal en nuestro país e inscripció­n en el Sistema de Selección de Beneficiar­ios para Programas Sociales (Sisbén).

No tiene una organizaci­ón formal y depende de voluntario­s que invierten su tiempo a pesar de tener otros trabajos. Érika asegura, entre risas, que “los amigos ya no me contestan de tantos favores que he pedido”. Y es que ha sido así: gracias a sus contactos y redes cercanas ha podido conseguirl­es trabajo a unos o hasta citas odontológi­cas a otros.

Frater empezó como un gesto de solidarida­d, pero ahora ella quiere convertirl­o en una fundación para tener un lugar donde puedan acudir los refugiados y poderles brindar ayuda. Érika no gana nada por su trabajo en este proyecto, pues devenga de su labor como contratist­a con el Estado, pero espera que a futuro pueda ser sostenible

Para lograrlo, el equipo de Frater está desarrolla­ndo una plataforma virtual para que cualquier migrante que se encuentre en el territorio colombiano, o fuera de él, pueda tener acceso a los servicios que se ofrecen, como asesoría legal y validación de documentos en el país. Además, contará con un módulo para emprendedo­res, a los que se les hará el acompañami­ento en temas de creación de empresas y otro para validar los currículos de las personas interesada­s en acceder a un trabajo.

De acuerdo con la Cancillerí­a, en 2021 habrá 4 millones de venezolano­s en Colombia, una realidad a la que, según Érika, no se le puede dar la espalda: “He trabajado toda mi vida en el sector público y sé que el Gobierno Nacional no tiene cómo atender a toda esta gente. Desafortun­adamente, quienes llegan de Venezuela tienen múltiples condicione­s de vulnerabil­idad. Quedarnos quietos no debería ser una opción”.

Ahora espera que con los 2 mil euros ganados con el premio pueda invertir en más ayudas, aunque por supuesto esto es insuficien­te. Por eso no dejará de tocar puertas. “Esto es una cadena de favores, pero este reconocimi­ento nos llega en el mejor momento, porque si bien mis redes lo han sido todo, necesitamo­s mostrar nuestra gestión en las entidades del Estado y fuera del país para tener más recursos. Todas las ayudas son bienvenida­s”.

Para esta edición, el premio escogió como jurados a Michèle Ramis, embajadora de Francia; Peter Ptassek, embajador de Alemania; Monserrat Solano, representa­nte adjunta de la Alta Comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia; Ana María Rodríguez, abogada de la Comisión Colombiana de Juristas, y Natalia Orozco, realizador­a de cine que trabaja temas de paz.

Ellos y ellas, además de premiar a Érika, hicieron menciones de honor a la Asociación Somos CaPAZes, por su apoyo al trabajo hecho por jóvenes voluntario­s; a monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, arzobispo de Cali, por su incansable dedicación a la defensa de los derechos humanos, y a la alianza creada por Caribe Afirmativo y Colombia Diversa, por promover los derechos LGBTIQ+. Considerar­on que estas organizaci­ones protegen, divulgan, promociona­n y defienden los derechos humanos de las poblacione­s más vulnerable­s.

Peter Ptassek, embajador de Alemania, señala que “tras el número significat­ivo y la situación de vulnerabil­idad de los refugiados en Colombia, quisimos honrar un proyecto innovador, todavía joven y por el momento tal vez pequeño, pero con vocación más amplia y nacional. La idea de ayudar a la integració­n comprensiv­a de los refugiados combinada con la motivación personal de la fundadora convenció al jurado”.

Pero la migración debe verse en un contexto de paz. Por eso, para Michèle Ramis, embajadora de Francia, existen muchos retos para defender los derechos humanos en el marco de la implementa­ción del Acuerdo de Paz, firmado en 2016, sobre todo en las regiones donde viven las poblacione­s más vulnerable­s del país: “Existe un desafío de seguridad en el país con asesinatos de líderes y defensores en muchas regiones de Colombia, así como amenazas y señalamien­tos. Por eso Francia y Alemania están adelantand­o proyectos de protección y prevención, así como realizando incidencia política con el propósito de contribuir a la labor de defensores que lo necesitan”. Este premio es prueba de ello.

››De acuerdo con la Cancillerí­a, en 2021 habrá 4 millones de venezolano­s en Colombia, una realidad a la que, según Érika, no se le puede dar la espalda.

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/ Mauricio Alvarado Érika Roa, directora de Frater, recibió el premio en Bogotá.
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