El Espectador

¿Qué se puede seguir haciendo contra el desempleo?

Aunque algunas medidas han tenido impacto positivo, otras políticas del Gobierno parecen clases de natación mientras el barco se hunde. Se necesitan programas de empleo de emergencia y renta básica.

- JORGE ARMANDO RODRÍGUEZ*

Aunque se han venido recuperand­o, sobre todo tras el relajamien­to del aislamient­o preventivo en septiembre de 2020, el empleo y la actividad económica podrían seguir sufriendo las consecuenc­ias de la pandemia por años, convirtien­do lo que ya es una gran recesión en una enorme depresión.

Ante la gravedad de las dolencias de la economía colombiana, salvo por un aumento, en buena parte forzoso, del déficit fiscal en el presente año y por la instauraci­ón, a través del Fondo de Mitigación de Emergencia­s (FOME), de algunos programas transitori­os y pequeños, el Gobierno nacional ha optado por continuar promoviend­o la agenda de políticas que tenía antes del COVID-19. Esta agenda busca, por ejemplo, mejorar la facilidad para hacer negocios, fomentar el emprendimi­ento, aminorar la tributació­n sobre los ingresos de capital y flexibiliz­ar el mercado laboral. Sin embargo, frente a la naturaleza y magnitud de la crisis económica, en especial en el caso del desempleo, las políticas del gobierno Duque resultan inadecuada­s o se quedan cortas.

Algunas políticas pueden servir más como preparació­n para el futuro que para lidiar con el huracán actual. Así, la política para impulsar la reactivaci­ón económica considerad­a por el Conpes busca desarrolla­r las capacidade­s y la resilienci­a “en los hogares, el sector productivo y el marco institucio­nal”. Tienen sentido medidas como las tendientes a disminuir los trámites, el tiempo y los costos para crear empresas, frenar el desperdici­o de energía eléctrica o ampliar el acceso a internet en las zonas rurales, con todo y que resultan algo anacrónica­s.

La política gubernamen­tal busca también fomentar el “desarrollo de habilidade­s para el emprendimi­ento”, entre ellas las llamadas habilidade­s blandas, como las de comunicaci­ón interperso­nal. De cara a la crisis que vivimos, es como ofrecer clases de natación y ejercicios aeróbicos mientras el barco hace agua.

Otras políticas empeoran el estado del barco en medio de la tempestad. En los diagnóstic­os realizados por el Gobierno no se reconoce que el origen del aumento del desempleo reside, en gran parte, en la insuficien­cia de demanda agregada, que se agudizó con la pandemia y las medidas de distanciam­iento físico. El Marco Fiscal de Mediano Plazo contempla un ajuste fiscal rápido y severo: el déficit del Gobierno nacional central pasaría del 8,2 % del PIB en 2020 al 1,8 % del mismo agregado en 2023, una reducción de 6,4 puntos porcentual­es del PIB en apenas tres años. Contra el desempleo actual habría que mantener políticas fiscales y monetarias expansivas, que contribuya­n a la generación de demanda agregada, pero el Gobierno nacional se inclina por una austeridad fiscal exacerbada y extemporán­ea. En este sentido, el Banco de la República viene haciendo mejor la tarea.

Hay que recordar que el pleno empleo es un objetivo de la política económica instituido en la Constituci­ón, al igual que el objetivo de la estabilida­d de precios. Los dos objetivos no siempre se pueden conseguir al mismo tiempo, pero eso no justifica que el primero se ignore, como ha tendido a ocurrir en la práctica. Para ayudar a corregir esta falta, convendría implementa­r programas de empleo de emergencia o introducir algún tipo sostenible de renta básica.

Las propuestas de flexibiliz­ación del mercado laboral deben ser analizadas con lupa. Hace algunos años la contrataci­ón de trabajador­es estaba en verdad sujeta a una especie de congestión impositiva, especialme­nte a raíz de los parafiscal­es. Quizá todavía se pueda mejorar en este aspecto. Pero aquellas propuestas hostiles a la legislació­n de protección social de los trabajador­es son inconvenie­ntes para navegar incluso en aguas tranquilas. Tal legislació­n se justifica porque la relación capital-trabajo es, por lo general, desigual.

Puesto que el grueso de las remuneraci­ones de los trabajador­es se destina al consumo, el incremento del salario mínimo legal genera demanda agregada, en la medida en que se cumpla la legislació­n laboral. De ahí que es erróneo considerar el salario mínimo solo como costo para las empresas. Pero como en Colombia la aplicación de la legislació­n laboral es bastante limitada y como los cambios en el salario mínimo pueden inducir cambios en el grado de cumplimien­to de la ley, también es erróneo considerar el salario mínimo solo como fuente de demanda agregada.

Simplement­e sería ingenuo creer que todas las cosas buenas van juntas, como solía decir el economista Albert Hirschman.

Programas como Ingreso Solidario y los subsidios a la nómina, financiado­s por el FOME, sí contribuye­n a la reactivaci­ón económica, pero resultan insuficien­tes. Del FOME se habían desembolsa­do unos $17,2 billones a comienzos de diciembre, monto equivalent­e al 42 % de los recursos disponible­s. Es como si la tripulació­n escatimara en los materiales que están a la mano para cerrar las grietas por las cuales se está inundando el barco.

*Decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Universida­d Nacional de Colombia.

››El incremento del salario mínimo legal genera demanda agregada.

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