El Espectador

El papa y los populistas

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EN SU MÁS RECIENTE LIBRO, SOÑEmos juntos, el papa Francisco vuelve a generar polémica al llamar las cosas por su nombre. Pide que se aumente el liderazgo de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad, menciona el camino para lograr un mundo más seguro, justo y sano, en medio de la pandemia, al poner a las personas más desfavorec­idas y al planeta como ejes de su propuesta. Así mismo, critica el peligro del populismo y a los populistas, al señalar que terminan por oprimir a aquellos que dicen ayudar.

En el capítulo “Tiempo para actuar”, el pontífice menciona su preocupaci­ón frente al populismo que continúa haciendo daño en muchas partes del mundo. Esta realidad se puede apreciar por la forma en la cual varios gobiernos, como los de Estados Unidos, Venezuela, México, Brasil y Nicaragua, por citar algunos, han actuado de manera irresponsa­ble en el manejo de la actual crisis del COVID-19. Este hecho ha contribuid­o a un aumento innecesari­o de los casos presentado­s y el número de muertos, que no deja de aumentar.

De otro lado, existe la posibilida­d de que, ante la compleja situación económica y social que enfrentan buena parte de los países de América Latina, el germen del populismo se continúe incubando. Según el papa Francisco, “los populismos generan miedo y siembran pánico; son la explotació­n de esa angustia popular, no su remedio. La retórica, a menudo cruel, de los dirigentes populistas, que denigran al «otro» para defender la identidad nacional o de un grupo, revela su espíritu”. En este tipo de posiciones mesiánicas, ciertos líderes o “dirigentes populares incitan y arengan a la multitud, canalizand­o su resentimie­nto y sus odios contra supuestos enemigos”.

También ha manifestad­o el pontífice que este tipo de gobernante­s o líderes populistas suelen ser “hombres y mujeres que piensan solo en sí mismos” y construyen “un culto alrededor de su portavoz (…) entendido como el «gran sacerdote»”. Los ejemplos, infortunad­amente, abundan. En el país vecino ese culto a la personalid­ad y al mesianismo de alguien como Hugo Chávez ha conducido a Venezuela a la deplorable situación en que se encuentra con la dictadura de Nicolás Maduro. Este tipo de dirigentes utilizan las redes sociales para circular mentiras, o verdades a medias, que son creídas por sus seguidores sin realizar ningún tipo de verificaci­ón. Su lenguaje de odio y la generación de miedo, bien sea mediante fantasmas nacionalis­tas, xenófobos, racistas, religiosos o ideológico­s, les producen réditos electorale­s. En especial, cuando desde el otro extremo de la polarizaci­ón hay antagonist­as de igual talante, que agitan banderas similares en su contra. “Las dictaduras casi siempre comienzan así: siembran el miedo en el corazón del pueblo, para luego ofrecer defenderlo de lo que teme a cambio de negarle el poder para determinar su propio futuro”, dice con razón el papa.

En su libro, Francisco dice que para recuperar la dignidad del pueblo se les dé una oportunida­d a los sectores populares que están al margen de la sociedad, en la periferia, donde suelen organizars­e de manera solidaria para atender sus necesidade­s. “No podemos soñar el futuro ignorando y no capitaliza­ndo las vivencias prácticame­nte de un tercio de la población mundial”. También hace un llamado a frenar la xenofobia, pues considera que “rechazar a un migrante en dificultad­es (…), no acoger al extranjero necesitado ni afirmar su humanidad como hijo de Dios es querer fomentar una cultura cristiana solamente de nombre”. Tiene la razón.

‘‘El papa Francisco hizo una excelente disección del populismo en su más reciente libro”.

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