El Espectador

Plan tortuga

- LARIZA PIZANO

CONSEGUIR LA VACUNA PARA prevenir el COVID-19 ha debido ser una prioridad para este Gobierno. Superada la urgencia por comprar respirador­es, la atención se ha debido poner en frenar la pauperizac­ión y el drama social, así como en salvar vidas a través del acceso a una vacuna. Pero la inercia burocrátic­a ha pesado más.

El ministro de Salud ha hecho lo mejorcito que se puede con pocos recursos. Proyecta acciones, sale en televisión, emite informes diarios. Sin embargo, el tema de las vacunas también es de política exterior y en ese, como en otros, la gestión de la canciller ha sido invisible. En julio, en respuesta oficial al representa­nte José Daniel López, quien desde entonces ha pedido al Gobierno anticipars­e al tema, el Ministerio de Relaciones Exteriores se limitó a decir que el asunto le parecía muy importante. Eso no es suficiente: la consecució­n de las vacunas requiere de una estrategia diplomátic­a sólida, que hasta ahora ha sido limitada.

A pesar de que ya habría vacunas previstas para 15 de 50 millones de colombiano­s, ha habido una inexplicab­le —y predecible—operación tortuga en el tema. En las gráficas de acceso mundial, aparecen por delante Argentina, México, Brasil y otros países de América Latina que decidieron ponerse las pilas, promover experiment­ación en sus países y profundiza­r gestiones más allá de la alianza COVAX. Hace dos semanas, y a pesar de que ya se anunciaron recursos para cinco millones de dosis de la vacuna de Pfizer, Graciela Morales, líder de Asuntos Científico­s y Médicos para Mercados Emergentes de la farmacéuti­ca, aseguró en Caracol Radio que las vacunas se entregaría­n según orden de pedido. Dijo que países como Costa Rica, Panamá, Perú y Chile se habían anticipado y que Colombia apenas estaba en conversaci­ones.

Pero la mayor prueba de lentitud es la demora del Gobierno para darle mensaje de urgencia a la ley que permite comprar vacunas a riesgo. El proyecto lo radicó el 28 de julio el representa­nte Ricardo Ferro, pero el mensaje de urgencia llegó dos meses y 21 días después. On the record, el ministro de Salud aseguraba que había que esperar cuál era la vacuna más segura. Off the record, decía que el proyecto, que también presentaro­n el senador Luis Fernando Velasco y el representa­nte Carlos Ardila, era muy importante. Hubo un duro debate de control político en el que se advirtió lo que iba a suceder. “No hay una estrategia diplomátic­a para la negociació­n de vacunas en fase III y es necesario ajustar el marco jurídico que permita la compra de dosis suficiente­s”, insistió José Daniel López.

Pero entonces nadie reaccionó. Hoy en día Colombia está, junto con la mayoría de países africanos, entre los últimos que tendrán vacunas. Mientras tanto, el Gobierno anuncia una nueva reforma tributaria para cubrir los costos de la pandemia y parece no tener conciencia de que es más barato invertir en vacunas que en UCI.

“Todavía estamos en el reto de saber si las vacunas son ciento por ciento efectivas, si se requiere una, dos o cuántas dosis, cómo se va a universali­zar y si hay algún tratamient­o”, dijo Duque el 3 de diciembre. Tanta “prevención y acción” para no saber que esa informació­n ya la tiene el mundo.

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