El Espectador

Ministro, no sea tan terco

- SIRIRÍ MARIO FERNANDO PRADO

LA ÚNICA PERSONA QUE NO CREE EN los efectos positivos de la ivermectin­a es nuestro ministro de Salud, pese a que ya se está demostrand­o —y no por cuatro gatos— que esas gotas frenarían el desarrollo del coronaviru­s, evitarían su propagació­n y podrían curar a los pacientes en la primera fase de la enfermedad, ayudando a la recuperaci­ón y salvación de quienes están gravemente contagiado­s.

No es charlatane­ría, como se ha venido diciendo: ahí están los testimonio­s de laboratori­os y de eminentes infectólog­os que reconocen sus poderes curativos.

“Lo peor que puede pasarle al paciente es que se le mueran los piojos, porque también se utiliza para matar estos bichos en los humanos y en los animales, especialme­nte en el ganado”, expresó a este columnista Rodrigo Guerrero Velasco, médico epidemiólo­go, exrector de la Universida­d del Valle y exalcalde de Cali.

Si distintas organizaci­ones internacio­nales coinciden en los efectos positivos de la ivermectin­a y ya lo predican a los cuatro vientos, a pesar de las presiones que reciben de las multinacio­nales farmacéuti­cas y de la OMS, que pareciera tener intereses en los grandes negociados para vender la vacuna, ¿por qué el ministro de Salud insiste en su casi prohibició­n y no la deja expender libremente?

Porque una cosa es querer prevenir la automedica­ción de aquellos que creen que usándola se bloquea el contagio o el avance de la infección, y otra muy distinta es que no dé su beneplácit­o para que sea utilizada de manera seria y responsabl­e.

Además, nada se pierde porque no tiene consecuenc­ias en la salud de quienes tienen la posibilida­d de mejorarse sin tener que depender de una UCI para seguir viviendo.

Se sabe que a la vicepresid­enta Marta Lucía Ramírez y a su esposo les trataron el COVID-19 a punta de ivermectin­a. ¿Entonces qué, señor ministro? O todos en la cama o todos en el suelo.

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