“También tenemos que exportar conocimiento”
El virólogo uruguayo fue el único latinoamericano entre los 10 científicos destacados por la revista “Nature” este año.
Uruguay figura en prácticamente todas las estadísticas sobre la pandemia por el virus SARS-CoV-2 como un ejemplo a seguir por sus pocas muertes (87 en total hasta el 10 de diciembre), una gran capacidad para realizar pruebas, decisiones basadas en la ciencia, una economía menos afectada y una población que implementó normas de bioseguridad.
Buena parte de ese éxito se debe al grupo de científicos que desde el primer momento trabajaron de la mano del Gobierno para cerrarles los caminos al nuevo coronavirus.
Uno de ellos, el virólogo Gonzalo Moratorio (37 años), acaba de ser elegido por la revista Nature como uno de los 10 científicos del mundo que se destacaron durante el año por su aporte a la ciencia.
“La selección fue compilada por los editores de Nature para resaltar una variedad de personas que tuvieron un papel en algunos de los momentos científicos más importantes de 2020”, detalla la revista en la edición del 15 de diciembre.
Moratorio es profesor de virología de la Universidad de la República. Una tarea que alterna con la de investigador responsable del Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Institut Pasteur de Montevideo.
¿Recuerda el primer momento en que escuchó o leyó sobre el nuevo SARS-CoV-2?
Ese momento me inundó de dudas. Me
››La única forma de hacer las cosas bien es confiar en los científicos latinoamericanos. Muchos de los que nos formamos afuera queremos regresar a formar escuelas y transferir ese conocimiento.
llevó a pensar en muchos escenarios. Como la mayoría de virólogos subestimé mucho el potencial de este virus al principio. Veníamos sorteando epidemias transmitidas por mosquitos, y eso tenía una ventaja, y es que la infección humano a humano no existía y se podía controlar al vector de alguna manera. Al surgir esta epidemia, que se contagia de humano a humano, teníamos mucha incertidumbre sobre cómo controlarla.
El reconocimiento de la revista “Nature” es principalmente por sus esfuerzos en el diagnóstico de COVID-19. ¿Qué fue exactamente lo que logró?
Me gustaría aclarar que es un trabajo de un equipo que lideré junto con la doctora Pilar Moreno. El reconocimiento es a la labor de este año. Lo que hicimos en primera instancia fue convencer a actores políticos de que la academia y los científicos podían redirigir su potencial al diagnóstico de la enfermedad. Sabíamos que esto era un cuello de botella muy importante para controlar la epidemia. Desarrollamos una prueba de PCR muy eficiente en poco tiempo. Creamos los insumos necesarios cuando se cerraron las fronteras. Aumentamos así la capacidad de diagnóstico, formamos recursos humanos e instalamos una serie de laboratorios públicos a lo largo de todo el país. A principios de este año el 40 % de los test eran un desarrollo de la U. de la República y el Instituto Pasteur en Uruguay. Hoy estoy preocupado porque todos esos esfuerzos pueden resultar en vano si no ajustamos nuestras medidas.
¿Cuál era la dificultad de tener esos reactivos para las pruebas? ¿Por qué la mayoría de países de Latinoamérica no fueron capaces de producirlos?
Estas cosas se pueden hacer si uno pierde un poco el miedo, si deja de creer que todo tiene que venir fabricado, que las multinacionales dictan lo que hay que usar y hacer. Creo que había que tener a científicos básicos para poder, como si fueran autopartes, armar un carro. Sin tener el carro armarlo, decir yo lo puedo armar y ser eficientes.
¿En cuánto tiempo lograron producir sus propias pruebas?
Logramos nuestras primeras pruebas con mucha eficacia en tres semanas trabajando todos los días prácticamente 24 horas, sin fines de semana. Luego estudiamos el potencial de escalar, nos asociamos con un laboratorio de biotecnología y en un mes logramos hacer 10 mil test. Hoy en día llevamos a todo el sistema más de 100 mil pruebas. Uruguay lleva medio millón de test realizados. Es uno de los países que tiene una de las tasas de mayor número de test realizados por caso positivo detectado. Lo más importante fue armar una red de laboratorios públicos con gente muy joven que dejó de lado sus proyectos de investigación, que creyó en el proyecto y pudo en etapas tempranas empezar a testear de manera masiva.
Una reflexión de la pandemia es la exagerada dependencia tecnológica. ¿Cómo superarla?
Creo que se debería aportar mucho más a la ciencia en nuestros países. Al final del día la generación de valor agregado, de innovación, es lo que nos va a permitir ser autónomos y tener soberanía frente a otros países y mercados. La única forma de hacer las cosas bien es confiar en los científicos latinoamericanos. Muchos de los que nos formamos afuera queremos regresar a formar escuelas y transferir ese conocimiento. Está probado que aumentando la inversión en ciencia se incrementa la calidad de vida de la población y a largo plazo crece el PIB. Tenemos que dejar de ser exportadores de materias primas para pasar también a exportar conocimiento.
¿Qué decisión tomó Uruguay frente a las vacunas contra el COVID-19?
La primera decisión política fue reservar, mediante uno de los fondos globales de vacunas, dosis para vacunar al 20 % de la población. Eso quiere decir que son 1’500.000 dosis. Como son dos dosis, alcanzará para 750 mil personas. Está en estudio cuáles serán las vacunas a elegir. Otra decisión fue priorizar poblaciones de riesgo, personal salud y personas de mayor edad.
Por un lado hay un optimismo en que las vacunas pondrán fin a la pandemia. Otros creen que aún así el problema persistirá. ¿Qué cree?
Veo que las vacunas no van a solucionar esto de la noche a la mañana. Poco a poco lo irán solucionando. Las medidas tendrán que seguir llevándose a cabo. También necesitamos desarrollar fármacos. Y necesitamos tiempo, porque nunca hubo una campaña de vacunación para el planeta entero. Creo que las vacunas cambiarán el panorama, pero debemos implementarlas de manera segura. Soy muy optimista con respecto a las vacunas.
¿Cuáles son las preguntas que lo intrigan sobre la pandemia y el virus?
En primer lugar, conocer de forma segura el origen del virus. Aunque seguramente su origen puede ser murciélagos, existe un reservorio intermediario del que saltó al humano y no lo conocemos. Teniendo el control de estos reservorios la pandemia podría ser controlada de manera más eficiente. Me intriga conocer mejor esa afinidad del virus por el sistema nervioso.
¿Qué tan alto cree que es el riesgo de otro virus ARN saltando a humanos en la próxima década?
Solo conocemos el 1 % de los virus que circulan en animales salvajes. Con los cambios que sufre el planeta por la globalización, la contaminación, el cambio climático, las chances de que eso ocurra aumentan.