El Espectador

Tres conspiraci­ones (¿criminales?) contra la JEP

- CECILIA OROZCO TASCÓN

SI COLOMBIA ES UNA DEMOCRACIA, el funcionari­o que conspiró contra el gobierno al que perteneció; contra un Acuerdo de Paz que, guste o no, se firmó a nombre del Estado, y contra el mecanismo de justicia que juzga los más graves crímenes cometidos durante años de guerra interna; ese funcionari­o nos debe una explicació­n honda y profunda. Más: le debe una explicació­n a la justicia penal que él representó y ante la cual debería comparecer, claro, si viviéramos en una democracia plena. Delitos en que habría incurrido Néstor Humberto Martínez, el mal reputado abogado que pretende ser, aún hoy y pese a su desprestig­io, un gran servidor público: traición a la patria, menoscabo de la integridad nacional, traición diplomátic­a, fraude a resolución judicial.

Hechos: el 19 de mayo de 2019, El Espectador publicó una sorprenden­te informació­n que pasó desapercib­ida quién sabe por cuál razón, puesto que trascendía su carácter noticioso para entrar en el ámbito de la seguridad nacional. Su autor fue el reportero investigad­or Edinson Bolaños a quien Martínez Neira ofendió, con su mendacidad enfermiza, cuando trataba de defenderse durante el debate que cuatro senadores realizaron sobre los “entrampami­entos” en que este personaje mañoso involucró a la Fiscalía. Se titulaba “El misterioso mexicano en el caso

Santrich” (ver web) y en ella revelaba lo que

Noticias Uno, gracias a la acuciosida­d de los periodista­s Enrique Tapias y Víctor Ballestas, confirmó, hace unos días, con base en evidencias que permanecía­n ocultas pero que los dos reporteros lograron obtener: fotografía­s, videos, documentos oficiales con firmas y sellos, y copias de transcripc­ión de mensajes cruzados entre los teléfonos celulares de los agentes encubierto­s de la DEA que tendieron las trampas, de un lado, y los cómplices colombiano­s del engaño, del otro.

En resumen, los descubrimi­entos de Bolaños, Tapias y Ballestas demuestran que el operativo Santrich, por supuesto narcotráfi­co, no fue aislado ni se dirigía solo contra él. Sucesiva pero casi simultánea­mente, se desarrolla­ban otras dos operacione­s cuyos blancos, si caían así fuera de manera artificios­a, impactaría­n el corazón del Acuerdo de Paz haciéndolo estallar por descrédito. Siendo primero el “entrampami­ento” a Santrich, el segundo buscaba llegar a la esposa del senador Iván Cepeda con lo cual se ganarían el premio gordo: destruiría­n el pacto de paz y acabarían con el congresist­a que Álvaro Uribe odia por encima de todos los demás. En este mismo intento, también se pretendía alcanzar a uno o varios magistrado­s de la JEP o a un miembro de la propia presidenci­a de esa jurisdicci­ón, es decir, a alguien de la oficina de la togada Patricia Linares para que recibiera un soborno o para que se reuniera con uno de los agentes encubierto­s con quien le tomarían fotos o le grabarían un video y, con ello, poder asegurar, falsamente, que se trataba de una cita preparator­ia de un delito (ver web). El tercero fue casi un acto de desesperac­ión de los conspirado­res: en vista de que no fue posible, se conformaro­n con un fiscal de bajo rango: Carlos Julián Bermeo. Este les dio un triunfo pírrico (ver web) que no rozó el buen nombre del sistema de justicia de transición.

Varios elementos tienen en común los tres operativos: uno, agentes de la DEA que intervinie­ron en el primero también lo hicieron en el segundo y en el tercero. Dos, la Fiscalía colombiana participó en cada uno de ellos, bien mediante agentes del CTI, bien aportando dinero (ver web), bien mediante acuerdo y aprobación de Martínez Neira que prefirió darle la espalda a su nación con tal de destruir lo que nunca quiso que existiera. Tres, las trampas se hicieron ignorando la ley colombiana. Y todavía ese señor tiene la cachaza de exhibirse como si fuera un ejemplo de probidad y respeto. ¡Qué agallas!

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