El Espectador

De columnista­s y comentario­s

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ad portas de una segunda ola de contagios que podría volver a llevarnos a cuarentena­s totales, tasas altísimas de desempleo y un panorama bastante gris.

No tengo la informació­n que me permita sostener si el gobierno Duque se ha equivocado o no en las gestiones para la compra de vacunas o si puso al frente de tal propósito a quien no debía; sin embargo, no puedo ocultar la infinita tristeza que me causó oír la confirmaci­ón por parte del presidente de que tan solo uno de cada cinco colombiano­s será vacunado durante el año 2021, aunque también dijo que, si estamos de buenas y algunas gestiones logran concretars­e, la cifra podía ascender del 20 % al 40 %.

Los 600 días que nos restan del gobierno de Duque serán eternos, sobre todo sin vacunas para el 60 % de los colombiano­s —en el mejor de los escenarios—. Muy grave, no solo por el tema de salud pública, sino porque ubica a Colombia en aquella parte del mundo no vacunada, lo que tendrá repercusio­nes en la economía, la educación, la movilidad, el turismo y la forma de vivir.

El COVID-19 terminó dándonos una lección. Los problemas se socializan, se universali­zan; en cambio, las soluciones se individual­izan. Primero los países ricos y despiertos, y por último los países dormidos, que es en donde, al parecer, estamos nosotros.

Cartas de los lectores

Las columnas del pasado sábado estaban plenas de contenidos interesant­es y valiosos, que como todos los días espero disfrutar antes de dedicarme a otras actividade­s personales y profesiona­les. Algunas veces he dejado comentario­s que en general apuntan a resaltar lo más valioso de los escritos, porque realmente vale la pena destacarlo­s como aportes que contribuye­n a percibir perspectiv­as diversas sobre temas que a todos nos deben interesar.

Ese día resalté algunos de ellos. Pero cuando ciertos lectores ocupan los espacios para denigrar no solo de los columnista­s, sino de quienes opinan sobre sus escritos, los foros pierden su valor y se convierten en discusione­s vacías que no aportan nada a la construcci­ón de caminos que conduzcan a mejorar las condicione­s de un país que requiere más tolerancia y empatía frente a las grandes dificultad­es que estamos afrontando. Entre sus columnista­s algunos son de mi preferenci­a, con otros no estoy de acuerdo y de unos pocos definitiva­mente me asombra su falta de rigor científico cuando abordan temas complejos que requieren más que una opinión. Pero, en general, los leo a todos y trato de resistirme a dar mi opinión, aunque a veces la tentación es muy grande y he podido fallar en mis apreciacio­nes, por lo cual les pido disculpas.

Seguiré leyendo El Espectador y analizando para mí los aportes que logre en todas sus noticias, guardando mis apreciacio­nes como parte del fortalecim­iento de mi criterio y de mi conocimien­to. Hernando Murillo Gómez. Cali.

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