Hoy siento dolor de patria
DOLOR DE PATRIA. VERGÜENZA DE país. Me siento a escribir con indignación sobre el asesinato de Francisco Parra, ser humano que tenía que ser respetado en su integridad, pero fue cobardemente asesinado. Esto no puede pasar como una noticia más. Nada se resuelve con una cómoda explicación simplista. Tenemos la obligación moral y política de reaccionar.
Parra defendía la naturaleza y vivía en paz con ella, con sus vecinos y amigos en Caño Cristales, municipio de La Macarena (Meta). Promovía el acercamiento y respeto a la naturaleza, era profesional desde Cormacarena. Tenemos que protestar también por el reciente asesinato de Miguel Tapí Rito, reconocido líder indígena, pionero de la organización de su resguardo Río Valle y Boroboro en Bahía Solano, cerca del Parque Nacional de
Utría. De igual manera, por el asesinato de Juan Carlos Petins, líder indígena del resguardo Nega Cxhab en Benalcázar, en el camino al nevado del Huila (Cauca). Petins gestionaba su propio sustento con trabajos cotidianos sencillos y tenía un puesto donde ofrecía servicios de internet. Protestamos por el asesinato de Guildón Solís Ambuila, líder de comunidades negras de Munchique, quien apoyaba poblaciones que ya habían sufrido masacres recientes. Protestamos por el asesinato de Yamid Alonso Silva, campesino, que laboraba en el Parque Nacional del Cocuy y, pocas horas antes de ser obligado a salir de la cabaña del Parque, había conversado con sus allegados sobre el asesinato de Libardo Arciniegas, otro campesino acribillado en la vereda Pachacual, donde eran vecinos y con quien había compartido espacios en trabajos comunitarios. Protestamos por el asesinato de Juana Perea, quien trabajaba con turismo de naturaleza y era defensora del golfo de Tribugá, en Nuquí. Protestamos por el asesinato de Natalia Jiménez y su esposo, cerca de Santa Marta. Natalia era gestora ambiental de la región Caribe en un proyecto de