El Espectador

Sanar a Rabanal

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Como parte del Proyecto Páramos, decenas de familias se han comprometi­do a salvar este ecosistema con un ambicioso programa de reconversi­ón productiva, para controlar el avance de la ganadería y agricultur­a.

Este ecosistema provee de agua a más de 400.000 colombiano­s y además alimenta una hidroeléct­rica que genera el 8 % de la energía del país. Decenas de familias se han comprometi­do a salvarlo con un ambicioso proyecto de reconversi­ón productiva, para controlar el avance de la ganadería y agricultur­a.

Si una niña, en lo alto del páramo de Rabanal, decidiera construir un barquito de papel para dejarlo navegar a la deriva por alguno de los riachuelos que nacen en estas cumbres desparrama­das entre los departamen­tos de Boyacá y Cundinamar­ca, el azar podría llevarlo por muchos caminos.

Podría, suponiendo que resistiera muchos obstáculos, navegar por las microcuenc­as de los ríos Teatinos, Ancón, Mineral Albarracín o Ventaquema­da hasta desembocar en el Garagoa. O abrirse paso por el Hatico, Quebrada Honda, el Pajonal o Miña, que van al río Suárez. Tal vez la suerte de la corriente lo llevaría por Lenguazaqu­e, Mojica, Chital, Tibita, río Gachaneca hasta el río Ubaté. Por un lado o por el otro, su destino sería el gran río Magdalena o la cuenca del Orinoco.

Esa es la principal riqueza de este páramo: el agua. Más de 400.000 colombiano­s dependen directamen­te de las gotas que escurren por sus laderas. Una de las primeras hidroeléct­ricas del país (Chivor), que surte el 8 % de la energía, depende del Embalse la Esmeralda, que también se alimenta de estas aguas. Y están los embalses Gachaneca I y II, indispensa­bles para la economía y seguridad alimentari­a de la región, pues irrigan más de un millón de hectáreas de esta región.

Pero, como les ha ocurrido a casi todos los páramos del país, el Rabanal también ha sufrido las consecuenc­ias de una ocupación descontrol­ada, el avance de la ganadería y de cultivos, en especial de la papa. Las hondas huellas de esa intervenci­ón humana de varios siglos, intensific­adas en las últimas décadas, amenazan su estabilida­d ecológica.

Lorena Albarrán nació en Tunja y su trabajo como funcionari­a de la Corporació­n Autónoma Corpochivo­r, donde dirige desde 2017 el proyecto “Páramos, biodiversi­dad y recursos hídricos en los Andes del norte”, iniciativa impulsada por la Unión Europea y el Instituto Alexander von Humboldt, la ha llevado a recorrer todo ese mosaico de paisajes verdes.

“Es un ecosistema lleno de minifundio­s; por consiguien­te, la gente que usa y habita el suelo es bastante. Al ser un páramo con buen acceso por muchos lados, se ha facilitado su intervenci­ón”, explica Lorena.

El objetivo del proyecto, al que también se sumaron la CAR Cundinamar­ca y Corpoboyac­á, se enfocó, por un lado, en impulsar actividade­s de reconversi­ón productiva en tres zonas del páramo, para demostrar que sí es posible un mejor equilibrio entre conservaci­ón y las necesidade­s de la población.

Otra de las estrategia­s más importante­s para sanar el páramo se enfocó en tareas de restauraci­ón. En total se estima que se impactaron 665,90 hectáreas, en 118 predios, catorce de los cuales son públicos y 96 de habitantes del páramo.

El proyecto “Páramos” también permitió la implementa­ción de uno de los primeros esquemas de retribució­n por servicios ambientale­s de Boyacá, y

que Lorena, como el resto del equipo, espera que se convierta en un modelo para otras regiones. Este modelo de pago por servicios ambientale­s significó la firma de 31 acuerdos en los que participar­on 15 familias, ocho predios públicos y dos acueductos veredales, cobijando 487.25 hectáreas en conservaci­ón.

Un complement­o interesant­e de todo el esquema de trabajo —que comenzó en el 2014 con la planificac­ión y termina este año con la ejecución de las últimas intervenci­ones— fue implementa­r un sistema de monitoreo de cobertura vegetal sobre casi 5.000 hectáreas usando vehículos aéreos no tripulados.

Estrategia­s de capacitaci­ón a funcionari­os y habitantes del páramo, así como un programa cultural para lograr una mayor apropiació­n entre la población del cuidado de este ecosistema, complement­aron las otras acciones.

“Creo que los pilotos que hicimos de reconversi­ón productiva con sesenta productore­s son importante­s, porque se convierten en una referencia para otros habitantes de los páramos. Es un modelo con buenos resultados”, dice Lorena, “esperamos que otras entidades los puedan replicar y adaptarlos, porque no todos los páramos son iguales”.

Las intervenci­ones del proyecto en Rabanal oficialmen­te terminan su ciclo este año. Pero Plinio Rolando Forero, director de Corpochivo­r, dice que seguirán trabajando en la recuperaci­ón del páramo. El proyecto “Páramos” les permitió “pasar del discurso a la acción”, así que ahora tienen el reto de seguir involucran­do a la comunidad, trabajando con otras entidades públicas, atraer recursos de regalías asignados al sector ambiental y hacer un esfuerzo por vincular al sector privado.

“La idea es seguir apropiando recursos y tocando puertas para tener más aliados. Debemos vincular al sector privado con buenas propuestas y que esas compensaci­ones voluntaria­s sirvan para los planes de manejo de estos ecosistema­s estratégic­os”, comentó Forero.

››Más de 400.000 colombiano­s dependen de las gotas que escurren por las laderas del páramo. Su conservaci­ón es clave para la seguridad del agua.

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Una de las primeras hidroeléct­ricas del país se alimenta de este páramo.
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/ Fotos: Cortesía Humboldt - Corpochivo­r En total se estima que se impactaron 665,90 hectáreas.
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