El Espectador

“Nuestra superviven­cia en el mundo depende de la conservaci­ón de la Amazonia”

Para Alexánder Mejía, director de Corpoamazo­nia, la falta de personal dentro de la entidad, la articulaci­ón con otras autoridade­s de control y la ausencia de modelos económicos de aprovecham­iento del suelo causan el deterioro de la selva amazónica.

- JULIANA JAIMES VARGAS jjaimes@elespectad­or.com @julsjaimes

Los meses de cuarentena en Colombia no fueron suficiente­s para detener una de las problemáti­cas que más afecta a la selva de la Amazonia: la deforestac­ión. Aunque el año empezó con esperanza tras la disminució­n del 19,2 % de la pérdida de bosque en 2019, los primeros boletines de alerta temprana del Ideam cambiaron el panorama radicalmen­te con un aumento del 83 % en Meta, Guaviare y Caquetá, es decir, 64 mil hectáreas taladas solo entre enero y marzo de 2020.

Para Alexánder Mejía, director de Corpoamazo­nia, la autoridad ambiental de Caquetá, Putumayo y Amazonas, la falta de personal de una entidad que maneja cerca de 22’516.443 hectáreas, la mentalidad histórica de explotació­n del suelo, la colonizaci­ón de bosque y el mal diseño de un modelo económico que impulsa prácticas nocivas como la ganadería extensiva son algunas de las principale­s causas de la deforestac­ión.

Las cifras de deforestac­ión en la Amazonia aumentaron en los primeros trimestres de 2020. ¿A qué cree que se debe ese incremento?

La Amazonia colombiana representa el 41,3 % de la masa terrestre del país, de ese porcentaje cerca de la mitad se encuentra en la jurisdicci­ón de Corpoamazo­nia, en este sentido y aunque aún no se cuenta oficialmen­te con la cifra de deforestac­ión de 2020, es importante aclarar que para el año 2019 la deforestac­ión en la región amazónica fue de 98.256 hectáreas, que equivalen al 62 % de la deforestac­ión nacional, y del total de ese porcentaje, cerca del 42 % de esa deforestac­ión se encuentra en nuestra jurisdicci­ón, que correspond­e a los departamen­tos de Amazonas, Caquetá y Putumayo. El aumento de la deforestac­ión en el primer trimestre de 2020 se presentó debido a la expansión de la frontera agropecuar­ia, destinada para ganadería extensiva con malas prácticas, igualmente a la siembra de cultivos de manejo ilícito, a procesos de minería ilegal, a construcci­ón de infraestru­ctura vial y a la tala ilegal del bosque. Sin embargo, en el segundo trimestre de 2020, la deforestac­ión disminuyó.

En días pasados, la Procuradur­ía General de la Nación hizo un llamado a Corpoamazo­nia y otras autoridade­s por el aumento de deforestac­ión, ¿cuál es su respuesta y cómo se están articuland­o con otras institucio­nes para disminuir la deforestac­ión?

El problema de deforestac­ión en nuestra jurisdicci­ón no es reciente. Según las cifras del Ideam, se presenta desde antes de la creación de Corpoamazo­nia, y a pesar de los esfuerzos que como autoridad ambiental estamos realizando­m los reportes demuestran el aumento en la deforestac­ión para el primer trimestre de 2020. El llamado que nos hace la Procuradur­ía está relacionad­o con las cifras de deforestac­ión en el departamen­to de Amazonas, y será atendido indicando todas las acciones que hemos adelantado en el marco de nuestras funciones consagrada­s en la ley.

¿Por qué la Amazonia es una de las regiones más deforestad­as de Colombia?

Cuando el país estaba como una olla de presión, la válvula de escape que encontró el gobierno de turno, después de preconcebi­r que en la Amazonia no había gente y que era un terreno desocupado, fue empezar con planes de colonizaci­ón dirigida, una estrategia pensada por el Estado y legalizada. Entonces vino la Caja Agraria y empezó a decirles a miles de personas que venían huyendo del conflicto que se vinieran para la región a zonas como Caquetá, Bajo Caguán, Pato Balsillas, etc, y el resultado fue que hoy Caquetá es una zona de acaparamie­nto de tierras con ganadería. Son mínimo 150 camiones los que diariament­e salen de Caquetá producto de la ganadería, pues ese departamen­to es la cuarta cuenca lechera del país, con 22’500.000 vacas.

¿Entonces la ganadería es una de las primeras causas de deforestac­ión?

Es el modelo económico que se tiene. Colombia le dijo en su momento el campesino que le iba a prestar para que tuviera ganado y un cultivo agrícola, pero en el caso de la Amazonia lo agrícola no funcionó por el tipo de suelo, así que se hicieron casi que unas 35 resolucion­es de adjudicaci­ón. En 1959 Colombia había implementa­do una economía campesina basada en el desarrollo forestal y ese año se crearon las Reservas Forestales para propiciar la economía a través del desarrollo forestal. Pero en 1960, un año después, se impulsó la colonizaci­ón dirigida que buscó sustraer los pedazos de donde se iba a hacer la economía forestal. Es decir, que nosotros mismos planificam­os y decidimos que en la región tenía que hacerse ganadería. Ese fue el modelo y el Banco Agrario lo perpetúa.

¿Ese concepto de aprovecham­iento del bosque que ahora se está impulsando no significar­ía generar licencias para que aumente la deforestac­ión?

Cuando uno hace un plan de conservaci­ón solamente aprovecha máximo nueve árboles de una hectárea, en donde se encuentran cerca de 400 especies. Pero eso es escandalos­o porque esos árboles pueden llenar varios camiones, pero con 12 vacas se llena un solo camión ganadero y cada vaca representa la degradació­n de dos hectáreas.

La Amazonia es una región muy compleja que tiene diferentes problemáti­cas. ¿En estos panoramas tan diversos cómo se podría llegar a conservar la selva?

De pronto la solución está por fuera de la Amazonia, en la medida en que haya correspons­abilidad y que la gente entienda la importanci­a de tener esta selva en buenas condicione­s, cuando entiendan que no somos una tierra desocupada y que aquí hay gente, historia milenaria, culturas y saberes, y no solo somos tierra de colonizaci­ón. Debemos entender que la Amazonia presta un servicio ambiental de regulación hídrica y de seguridad climática. La solución está en comprender que sobrevivir en el mundo depende de la conservaci­ón de esta zona. Debe construirs­e otra lógica.

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/ Alexandra Macnichols-Torroledo La conservaci­ón de la selva amazónica es fundamenta­l para el equilibrio climático.
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/Cortesía Alexander Mejía, director de Corpoamazo­nia
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