El Espectador

Cuidado con los parques naturales

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EL MINISTERIO DE AMBIENTE, EN cabeza de Carlos Correa, envía un mensaje preocupant­e y contradict­orio al aceptar la renuncia de Julia Miranda y elegir a Orlando Moreno para presidir Parques Nacionales. Después de tres décadas de manejo técnico, 16 años de ellos liderados por Miranda, en los que Colombia fue felicitado por la protección del 15 % de su territorio que correspond­e a zonas de reserva, elegir a una persona sin trayectori­a profesiona­l en el ambientali­smo no comulga con el reto histórico de conservaci­ón que enfrentamo­s.

Las circunstan­cias que rodean la remoción de Miranda son incómodas. Ella misma dijo que no quería irse. Su retiro del cargo vino después de que fuera fuertement­e criticada desde el uribismo por no querer construir un hotel en el parque Tayrona. Por eso, que en reemplazo llegue Moreno, quien fue aliado de Enrique Peñalosa en sus alcaldías, donde el ambiente siempre estaba supeditado a una noción consumista del progreso, ha preocupado a muchas personas por la posibilida­d de que se reduzca la fortaleza de Parques Naturales ante el interés de fomentar la explotació­n turística sin suficiente­s proteccion­es ambientale­s. Que el nuevo director, además, no cuente con estudios en el área ni buenos lazos con los ambientali­stas es un retroceso que cuesta comprender.

Junto con Miranda renunciaro­n como asesores de Parques Nacionales dos importante­s expertos: el exministro y profesor emérito de la Universida­d de los Andes Manuel Rodríguez Becerra y Germán Andrade, biólogo, investigad­or y docente de la misma universida­d. Es lamentable que la entidad caiga en estas polémicas y pierda talento.

Miranda llevaba ya varios años y por eso más que su retiro preocupa es la continuida­d de lo alcanzado en Parques Nacionales. Estuvo durante las dos administra­ciones de Álvaro Uribe, las dos de Juan Manuel Santos y los dos primeros años del gobierno de Iván Duque. En ese tiempo consiguió aumentar el presupuest­o de la entidad y, más importante aún, que se crearan diez nuevos parques naturales. No son logros menores y demuestran, además de su capacidad técnica, su habilidad política. Durante todos estos años de incertidum­bre política y polarizaci­ón, Parques Nacionales se consolidó como un espacio dedicado al ejercicio transparen­te de su función de conservaci­ón.

Colombia tiene 1,4 millones de hectáreas protegidas en 1.343 áreas protegidas. Más importante aún es que, salvo algunos territorio­s con problemas, se trata de espacios libres de cultivos ilícitos, bien cuidados y sin mayor intervenci­ón humana. Ahora que enfrentamo­s la emergencia climática, son un insumo que va a garantizar la sostenibil­idad ambiental no solo de Colombia, sino que aporta al mundo entero.

No se trata de satanizar el turismo en los parques ni pedir que no haya inversione­s para obtener provecho en estos espacios. Lo que sí ocurre es que todo debe hacerse con suma precaución, fomentando el ecoturismo y teniendo claro que la prioridad siempre debe ser la protección de los ecosistema­s. Eso implica tomar decisiones poco populares, como la de Miranda en el Tayrona, que son necesarias. ¿El nuevo director entrará en la misma tónica? O, como en otros espacios del Estado, ¿seguirá Colombia utilizando un concepto anacrónico de desarrollo y progreso, donde el ambiente no es defendido con urgencia?

‘‘Elegir para dirigir Parques Nacionales a una persona sin trayectori­a en el ambientali­smo no comulga con el reto histórico de conservaci­ón que enfrentamo­s”.

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