El Espectador

No menos, sino más y mejor política

- ELISABETH UNGAR BLEIER

LA CRISIS DE LA POLÍTICA Y DE LA democracia no es un problema reciente ni son pocos los países que lo enfrentan. Al respecto, hace ya cerca de 25 años, Ludolfo Paramio, sociólogo, periodista y político español, escribió en un ensayo titulado “La crisis de la política y su refundació­n democrátic­a” lo siguiente: “La crisis de la política a la que estamos asistiendo no supone, necesariam­ente, un salto cualitativ­o hacia una mejor democracia”. El problema, según el autor, se debe principalm­ente a la falta de confianza de los ciudadanos en la política y en los partidos. Por esta razón, escribió que “en las actuales circunstan­cias, la buena marcha de la democracia y la eficacia de la vida política dependen, fundamenta­lmente, de los partidos, de unas colectivid­ades más permeables para adaptarse a la realidad de una participac­ión política más localizada, centrada más en canalizar esas demandas atomizadas y difusas, en programas generales de gobierno con credibilid­ad mayoritari­a” (Crisis política, impunidad y pobreza en Colombia, Corporació­n Viva la Ciudadanía).

Colombia no ha sido ni es ajena a esta situación. Sin embargo, contrario a lo que algunos pregonan, no es con menos, sino con más y mejor política como se puede recuperar la confianza de los ciudadanos en esta y en las institucio­nes en las que se ejerce. Los que pretenden obtener votos y ganar adeptos o promover candidatos con el discurso de la antipolíti­ca solo están abonando la crisis de la política y de los partidos, y engañando a los ciudadanos. Una cosa es proponer formas novedosas e innovadora­s de hacer política, y otra muy diferente es seguirla haciendo con los métodos tradiciona­les y en alianza con políticos que los han utilizado para acceder al poder, pero a la vez pretendien­do vender la imagen de ser antipolíti­co. Este discurso se nutre precisamen­te del desprestig­io de la política y de la clase política tradiciona­l, no contribuye a recuperar la credibilid­ad y la confianza ni mucho menos a solucionar los problemas que aquejan a la democracia.

Para evitar que la crisis de la democracia y de los partidos políticos se siga ahondando y la desconfian­za ciudadana se incremente, es importante renunciar a posiciones extremas —que por lo general resultan irreconcil­iables— y compromete­rse a construir colectivam­ente una agenda social, política y económica que convoque y represente a diferentes sectores que estén abiertos a escuchar al otro y llegar a acuerdos sobre temas fundamenta­les, aun si esto implica hacer algunas concesione­s. Y sobre todo, dejar atrás protagonis­mos que impidan llegar a consensos programáti­cos y sobre los mecanismos para tomar decisiones.

Esto requiere liderazgos renovados y renovadore­s que promuevan cambios en la forma de hacer política y reformas a los partidos políticos y al Congreso, que estén dispuestos a hacer más representa­tivo, equitativo y transparen­te el sistema electoral, a no interferir en el funcionami­ento del sistema de pesos y contrapeso­s, respetar las reglas de juego del Estado de derecho y garantizar que los compromiso­s que el Estado colombiano ha adquirido con actores y sectores nacionales e internacio­nales se respeten y se cumplan, comenzando por el Acuerdo de Paz.

A escasos dos años de las elecciones parlamenta­rias y presidenci­ales del 2022, el tiempo no da espera.

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