Color y luz: una manera de revitalizar el territorio
La segunda edición del festival de cultura alternativa Mestizua se llevó a cabo el pasado 7 de diciembre. El arte, en forma de “mapping”, fue el protagonista para denunciar las problemáticas sociales de Sogamoso.
Las luces se encendieron en Sogamoso el pasado 7 de diciembre. Y no exactamente por la arraigada tradición del Día de las Velitas en esa ciudad, sino por un festival que quería alumbrar las problemáticas sociales y ambientales que atraviesa dicho territorio. La festividad fue un pretexto para destacar voces que denuncian, voces olvidadas y voces marginales a través del festival de cultura alternativa Mestizua.
Era de noche y por las paredes de la ciudad comenzaron a pasar imágenes, frases, rostros de líderes sociales, animales y agua; sobre todo, agua. El agua, convertida en luz, encendió la ciudad. Esta comunicaba un mensaje: la alta contaminación que vive el lago de Tota y los increíbles daños ambientales y sociales que esta circunstancia ocasiona.
El mensaje circuló en forma de luz gracias a una técnica: el mapping, una manera de proyectar imágenes en movimiento sobre superficies, aprovechando la oscuridad. El responsable de la intervención es Óscar González, quien es reconocido artísticamente como Guache. Él ha estado involucrado con el festival desde hace casi dos años y ha hecho varios tipos de intervenciones artísticas. Esta vez, reconociendo las limitaciones provenientes de la pandemia, se decantó por dicha técnica: permitía un espectáculo al aire libre, en el espacio público, uno que uniera a la ciudad pero que permitiera acatar todas las medidas de bioseguridad.
Para Guache, el estar trabajando con luz es, sin duda, un acto simbólico muy poderoso: se trata de iluminar los problemas y también de resignificar que en la noche solo existe el miedo. “Pienso que el mapping tiene la magia de la noche. Es esa idea de poder estar en la oscuridad, donde la noche sigue siendo para todo el mundo”, afirma el artista.
A pesar de que el mensaje era solo uno, los lenguajes para transmitirlo fueron muchos. El aspecto audiovisual, la luz, las figuras en movimiento, fueron acompañados por una performance del artista Ismael Manco y por la música de Íkaro Valderrama. Todos, junto con la Colectiva 34, un grupo de personas comprometidas con el aspecto social de Sogamoso, se unieron bajo el mismo lema: encender el territorio.
Ese era el objetivo principal del festival, que, según Guache, fue una manera de jugar con lo simbólico de la luz de las velitas para hacer “un llamado a la lucha social”.
Esa, sin duda, ha sido la base de Mestizua: surgió como una iniciativa para que muchos jóvenes que salieron de Sogamoso volvieran a su territorio de origen para seguir con sus carreras como artistas, estudiar y vincularse con movimientos sociales de otras partes del país. Retornar al territorio y hacer visibles sus problemáticas sociales y ambientales fue lo que los juntó y los llevó a formar dicho festival.
Así pues, la Colectiva 34 afirma que la esencia de Mestizua surgió desde su primera edición, en donde se determinó que “el eje principal debe ser la parte social. Se trata de hacer un festival que tenga intervención social y responsabilidad con las comunidades”. Ese compromiso social se expresó primero en murales. Querían los mensajes de denuncia a través de una expresión del arte que se tomara el espacio público, que le hablara a toda la ciudadanía, sin restricciones. Es la apuesta por “la democratización del arte, porque este salga de las galerías, que no sea elitista; es decir, solo para algunos que tengan ciertas condiciones o privilegios, sino que llegue a la gran parte de la ciudadanía”, concluye la Colectiva 34.
De hecho, según dice una de sus integrantes, el muralismo es en sí mismo “la apropiación del espacio público y por eso tiene que ver con la esencia misma del festival, que es apropiarnos de nuestra ciudad a través del arte”. Así pues, en los últimos dos años las paredes de Sogamoso se han coloreado con pintura o luz, y se han convertido en un vehículo de denuncia y un canal
››El objetivo principal del festival fue encender el territorio, una manera de jugar con lo simbólico para hacer “un llamado a la lucha social”.
para expresar la convicción de que se necesita un cambio que contemple el respeto por la naturaleza, las problemáticas sociales, las causas feministas y el cuidado del otro.
Mestizua se ha propuesto hacer despertar a la ciudadanía; como nos dice uno de los integrantes de la Colectiva, están invitando “a la gente a exigir derechos más que privilegios”. Es allí donde el arte toma su relevancia, su papel protagónico en la búsqueda de construcción de territorios de paz. Es arte en forma de denuncia, protesta y transformación.
De eso está convencido Guache, quien a través del arte ha redefinido su propia noción de paz. “Creo que debemos salirnos un poco del símbolo al que está dirigido este fenómeno, de la banderita con la paloma, de pensar que la paz está alejada del conflicto. Creo que un escenario artístico es donde hay conflictos, pero se puedan resolver sin la violencia”, señala el artista. Además, con su estilo busca darles espacio a “trabajadores, al mundo ancestral, a la cultura campesina.” A esas voces que están lejos de ser escuchadas y que, a través del mural o el mapping, se plasman en lugares públicos haciéndolas difíciles de ser ignoradas.
Así pues, el arte también sana, es espacio de reflexión y revitalización. Y en el caso de Sogamoso está siendo capaz de revitalizar una ciudad, que, según la Colectiva, estuvo mucho tiempo apagada y en la oscuridad. “Queremos seguir despertando a la gente, invitarla a soñar y crecer, de manera que nos arriesguemos a pensar, sentir y actuar con respecto a lo que nos junta”, afirman sus organizadores. Pues así, con arte y convicción de generar cambios en el aspecto social, están dinamizando su ciudad, que, como dicen, “estaba falta de sueños” y en donde el arte es esa apuesta por la revitalización, el color y la luz.