El Espectador

Una obra imperdible

- PATRICIA LARA SALIVE www.patriciala­rasalive.com, @patriciala­rasa

AHORA, CUANDO UNO SE PREGUNTA qué regalar y qué regalarse de Navidad, encuentro una obra monumental, espléndida, escrita por la artista e investigad­ora Beatriz González, y editada por Villegas Editores: Historia de la caricatura en Colombia, que en tres tomos que suman 1.049 páginas retrata nuestra realidad, desde la Independen­cia hasta la era de Iván Duque, a través del dibujo artístico y lleno de humor de los más brillantes caricaturi­stas. “Es la historia de Colombia contada por la oposición”, como dice Benjamín Villegas, ese quijote de los libros que, desde hace 47 años, ha mantenido una editorial que ha publicado cerca de 600 obras, 300 de gran formato, de las cuales más de 200 han ganado, por su calidad, premios internacio­nales.

Historia de la caricatura en Colombia comenzó a ser elaborada hace 15 años, cuando González visitó a Villegas para indagar por su abuelo materno, el periodista Manuel José Jiménez, quien, en la primera mitad del siglo pasado, fue director y propietari­o de los semanarios Fantoches y Sal y Pimienta, donde las caricatura­s ocupaban un espacio importante.

Villegas se enamoró del proyecto, durante tres lustros apoyó a González y, ahora, publicó esta obra, la cual, además de incluir los dibujos, da el contexto histórico en el que fueron hechos.

De manera que uno entiende por qué, en 1928, el maestro Ricardo Rendón, a raíz de la masacre de las bananeras, dibujó a Ignacio Rengifo, ministro de Guerra de Miguel Abadía Méndez, como una gran calavera que llevaba terciados un revólver, un machete, una daga y una botella, y sobre su frente tenía dibujado el símbolo del aborrecido Partido Comunista. Por qué, en 1949, Adolfo Samper pintó otra caricatura, La danza macabra, en la que un director de orquesta, cuyo sacoleva tenía un letrero que decía: “Directorio Conservado­r”, conducía una agrupación de calaveras que llevaban espadas con la leyenda “chulavitas”. Por qué una portada de la primera revista Semana, en 1946, traía un dibujo hecho por Jorge Franklin del presidente Ospina Pérez, con el signo pesos al fondo y una frase que decía: “Distribuci­ón equitativa del descontent­o”. Por qué Antonio Caballero, en 1978, pintó a Alberto Santofimio vestido a rayas, junto a una leyenda que rezaba: “Cárcel que no mata engorda”. Por qué

Osuna, en 1988, dibujó una jirafa que miraba para los lados y decía: “No me imaginé que hubiera tanto laboratori­o por ahí”, mientras que un rinoceront­e casi la embestía y afirmaba: “Bueno, yo sí me había dado cuenta”. O por qué Matador, en el 2017, tituló una caricatura: “Lobo con piel de Duque”, y en ella un marrano con los rasgos del candidato, acaballado sobre un lobo feroz, se disponía a bajar una cuesta en la que una flecha indicaba: 2018.

De modo que esta obra, que trae además textos de Daniel Samper Pizano, Eduardo Arias y Juan David Giraldo, es no solo indispensa­ble e interesant­e, sino entretenid­a. Es decir que puede convertirs­e en la mejor compañía para estas vacaciones en confinamie­nto.

Y a propósito de la Navidad, les regalo, queridos lectores, esta canción de Marta Gómez, Para la guerra nada, interpreta­da por la Orquesta Filarmónic­a de Medellín y cantada no solo por Marta, sino también por un grupo de colombiano­s refugiados en Canadá y por el Coro Reconcilia­ción, integrado por víctimas del conflicto y excombatie­ntes de las Farc, del Eln y de las Autodefens­as. Porque en la música se hace posible la paz: https://youtu.be/sKb34myhS3­0.

¡Feliz Navidad!

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