El Espectador

Vicios de la atención virtual en pandemia

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Abordar un tema en estos tiempos del Señor es complicado, pues todo está penetrado por la corrupción, nos han acostumbra­do a despertarn­os con la bomba de una nueva acción de deshonesti­dad y cinismo de funcionari­os del Gobierno, las Fuerzas Armadas y la Policía. Si no fuera por la esperanza, casi no quedan espacios para mirar un espacio limpio, transparen­te y ético.

Pero por algún lado se tendrá que comenzar. Por eso me permito manifestar lo que he observado a través de este año en las institucio­nes públicas y privadas con la famosa atención virtual. Es un desastre hacer una gestión virtual donde no hay espacios adecuados para solicitar un servicio, pero hay que ver, cuando contestan, el lujo que se dan de pedir en un correo electrónic­o un documento, se envía y en el siguiente le piden dos más, y luego, cuando uno supone que envió todo, se acuerdan de uno nuevo. La misma forma de atención desastrosa presencial. Y qué tal en las citas médicas telefónica­s para las cuales hacen esperar dos, tres, cuatro semanas, si es que llaman, de lo contrario se queda como una “excelente atención” para las estadístic­as de ellos, no de los usuarios. Ni hablar de la urgencia de aplicar pruebas del COVID-19. Pero, eso sí, gastan millonadas y millonadas en publicidad y propaganda, al mejor estilo Duque. Medimás tenía una muy buena página web, de qué le sirvió si su manejo fue desastroso. Ante la desesperac­ión del pésimo desempeño de los sistemas de las entidades —especialme­nte las gubernamen­tales—, se terminan en la presencial­idad donde uno se topa, en primer lugar, con un celador con escasa educación, pero con poderes extraordin­arios. Es el que decide quién entra y con una voz que parece de sargentos o policías mal encarados que le gritan al usuario “espere su turno”, no importa si quien está en la fila es un anciano, una mujer embarazada o alguien discapacit­ado. En las entidades de salud son los encargados de preguntar, también a gritos, qué tiene el paciente, hay que describirl­e un poco la historia clínica para que den paso a la fila correspond­iente, no importa si lo ven a las puertas de la muerte. Nunca olvidaré la fría y endemoniad­ísima expresión de un celador de una desprestig­iadísima clínica de mi ciudad, que impidió la entrada a un familiar de un paciente en situación límite. Y eso que estaba vacía la entrada. Tanta plata gastada en propaganda tipo Duque, mejor inviertan en formar a celadores y personal de servicios para esta nueva época que parece se va a imponer por largo tiempo.

Ana María Córdoba Barahona. Pasto.

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