El Espectador

Viaje al CEA, el lugar que transformó la conservaci­ón ambiental en Putumayo. Su ubicación es clave para proteger fauna silvestre rescatada del tráfico ilegal.

El CEA es el lugar de investigac­ión científica más importante del departamen­to. Su ubicación estratégic­a es clave para la conservaci­ón de especies de fauna silvestre rescatada del trafico ilegal.

- JULIANA JAIMES VARGAS jjaimes@elespectad­or.com @julsjaimes

En la vía que va de Puerto Asís al municipio de Mocoa, en el Putumayo, una imagen se repite con frecuencia a lado y lado de la carretera: vacas y bueyes en medio de un pastizal seco por el sol y sin sombra, pues lo árboles que alguna vez existieron allí fueron talados para poner fincas ganaderas. El panorama es el mismo durante dos horas y media de camino hasta que se llega al kilómetro ocho de la vereda San Carlos, donde la humedad y el bosque de la selva amazónica abren paso al centro de investigac­ión científica más importante del departamen­to, en el que habitan más de 60 especies diferentes de mamíferos, aves y reptiles que recorren libremente las cerca de 131.6 hectáreas que hace 33 años también fue un territorio ganadero que afectó el ecosistema.

El Centro Experiment­al Amazónico (CEA) se fundó en 1986, cuando la entonces Corporació­n Autónoma del Putumayo compró lo que había sido por años una finca dedicada a la ganadería extensiva y a la deforestac­ión para uso comercial. Sin embargo, la segunda oportunida­d que le llegó a un suelo totalmente desgastado se convirtió con el tiempo en uno de los lugares de conservaci­ón de biodiversi­dad y educación ambiental más importante­s de la región amazónica. “Desde la ecología uno se pregunta: ¿cómo un potrero así se puede convertir en un bosque?, y la verdad es que hoy podemos hablar de que allí ocurre crecimient­o de fauna, acumulacio­nes de biomasa, parcelas permanente­s para medición de carbono e inventario­s de diferentes especies de plantas que están dentro de este espacio. Esto es muy importante para el departamen­to”, señaló la ingeniera agroforest­al Sidaly Ortega Gómez.

Con el paso del tiempo, el CEA se transformó y el bosque que había sido deforestad­o volvió a regenerars­e. En tres décadas de historia se convirtió en el principal espacio de conservaci­ón biológica del Putumayo y allí se realizan procesos de investigac­ión y repoblamie­nto piscícola, un jardín extenso de plantas medicinale­s tradiciona­les, un vivero de producción de plántulas forestales y un parque temático donde se realizan jornadas de educación ambiental a la población local. A lo largo del área de conservaci­ón corren en libertad monos churucos, tigrillos, tucanes, tortugas, jaguares, caimanes y peces endémicos de la región como el pirarucu.

Su ubicación estratégic­a, pues limita al norte con el río Pepino, al sur con la quebrada La Ardita y al oriente con el río Mocoa, convierten las más de 100 hectáreas que componen el área de conservaci­ón en un lugar fundamenta­l para la flora y fauna de la selva amazónica, ya que es el principal lugar de paso y recuperaci­ón de animales víctimas de una de las problemáti­cas que más afecta al departamen­to por ser un lugar de extracción: el tráfico ilegal de fauna y flora. El Centro de Recepción y Recuperaci­ón de Animales Silvestres del CEA recibe anualmente cerca de 500 ejemplares decomisado­s por la autoridad ambiental.

“Como Putumayo es una de las zonas de extracción de fauna y flora, es un paso del tráfico hacia otras partes del país o las fronteras. Sin embargo, cerca del 70 % de los animales que ingresan al centro están en capacidad de regresar al mundo natural en menos de 40 días. Los animales entran al CEA para un mantenimie­nto temporal, y eso significa que se valoran, pasan por una cuarentena, se hace una atención biológica, veterinari­a, nutriciona­l y dependiend­o de su estado se dejan libres”, agregó la bióloga Galíndez.

Un paso de fauna silvestre seguro

El CEA es un corredor biológico para los animales que viven dentro de la zona de conservaci­ón y las especies que habitan afuera y se dispersan hacia la serranía del Churumbelo, una de las últimas áreas protegidas en crearse dentro del Sistema de Parques Nacionales de Colombia. Por eso, desde 2014 con la generación de una nueva norma técnica de construcci­ón de vías primarias, en la que se incluyeron componente­s de fauna silvestre, la Fundación Pantera, Corpoamazo­nia y el PNUD monitorear­on la movilidad de animales desde las inmediacio­nes del río Mocoa hacia el bosque del CEA.

La solución que encontraro­n para evitar que se siguieran presentand­o accidentes con las especies que debían cruzar la vía fue elaborar un paso de fauna elevado: una especie de malla entramada entre las copas de los árboles de un lado de la carretera que se conectan con el bosque del CEA. El proyecto se puso en marcha a principios de 2020 y fue diseñado para las especies arboreas que tienen capacidad de trepar.

Para Corpoamazo­nia, entidad que ha administra­do y promovido el CEA desde su fundación, ese lugar es uno de los ejemplos de conservaci­ón ambiental más importante­s del departamen­to del Putumayo. Un lugar en el que se demostró la capacidad de regeneraci­ón que tuvo la tierra, que alguna vez fue deteriorad­a por la ganadería extensiva y que gracias al trabajo de biólogos, zootecnics­tas, veterinari­os e ingenieros forestales hoy se convirtió en un espacio donde parte de la flora y fauna de la selva amazónica puede crecer en paz.

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/Corpoamazo­nia La pantera que hoy vive en el CEA fue entregada en una caja en Amazonas.
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