El Espectador

Universida­des poco universita­rias

- MAURICIO GARCÍA VILLEGAS

IVÁN GARZÓN VALLEJO ES UN PROfesor de filosofía política que se interesa por los grandes debates de nuestro tiempo. Hace poco publicó Rebeldes, románticos y profetas, un libro valioso sobre la responsabi­lidad de los intelectua­les y los sacerdotes en el conflicto armado colombiano. El profesor Garzón es un conservado­r moderado, culto y abierto al diálogo, de esos que tanta falta le hacen a la derecha colombiana. Pues bien, la semana pasada Garzón fue expulsado de la Universida­d de la Sabana después de ejercer allí como profesor de tiempo completo durante 12 años y cumplir con todos los requisitos para ser nombrado profesor titular. Como suele ocurrir en estos casos, no se trató de una expulsión visible y a las patadas, sino de una terminació­n del contrato, sin justa causa y con un documento firmado de “mutuo acuerdo”, en el que se le entrega al docente una indemnizac­ión adicional para sobrelleva­r la pérdida de su trabajo.

“Tu proyecto intelectua­l no es compatible con el nuestro”, le dijeron las autoridade­s de la Sabana cuando le anunciaron su salida. Garzón, sin embargo, no sabe si lo echaron por eso, es decir, por pensar distinto, o porque hace algunos años se divorció y hace poco se casó por lo civil. Lo más probable es que su salida se deba a ambas cosas, pues para los directivos de la Sabana lo segundo, es decir, divorciars­e y casarse por lo civil, es también lo primero, es decir, tener un proyecto de vida incompatib­le con el de ellos.

Ninguna universida­d católica seria —pienso, por ejemplo, en la Universida­d Católica de Lovaina (Bélgica) o en la Universida­d de Notre Dame (EE. UU.)— se atrevería a expulsar a un profesor como lo hizo la Sabana con Garzón. Solo las universida­des católicas menos universita­rias (menos universale­s) como la Sabana, regentada por el Opus Dei (una vertiente ultraconse­rvadora del catolicism­o), se atreven a tal cosa.

¿Significa esto que una universida­d privada y religiosa nunca puede expulsar a un profesor que deja de pensar en sintonía con sus directivas? No, muy probableme­nte sí lo puede hacer. Lo que no puede es expulsarlo sin adoptar un debido proceso, con reglas previas claras y sin dejar de ventilar el asunto públicamen­te. La Sabana, en cambio, lo hace pero a hurtadilla­s. En los objetivos misionales de la universida­d se dice lo siguiente: “La Sabana promueve el respeto por la dignidad de la persona humana, en un ambiente de libertad responsabl­e… con un ejercicio académico creativo, riguroso e interdisci­plinario”. Si esa fuera su guía, no expulsaría­n a nadie por lo que piensa. Pero lo hacen a partir de reglas informales que no están escritas en ninguna parte. Los alumnos de Garzón, que tanto lo admiraban, tienen derecho a conocer esas reglas.

La expulsión del profesor Garzón choca con el espíritu académico de nuestro tiempo. El problema, lo repito, no está en ser una universida­d católica, sino en profesar un tipo de catolicism­o incompatib­le con el espíritu universita­rio. En otros países también hay universida­des de este tipo, sectarias, pero son pequeñas y marginales. En Colombia, en cambio, son numerosas, muy influyente­s y tienen un claro propósito político: educar a la mayor parte posible de nuestras élites gobernante­s. No resulta extraño, entonces, que muchos de los altos cargos del Estado estén hoy ocupados por funcionari­os clasistas e intolerant­es que estudiaron en los claustros de estas universida­des poco universita­rias.

Posdata. Esta columna dejará de salir en las próximas tres semanas.

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