El Espectador

En lo que queda, reformar la salud

- FERNANDO GALINDO G.

ATENDIENDO LA EXIGENCIA DEL Ministerio Público del 14 de diciembre, a los tres días el presidente Duque, en su seriado vespertino, informó sobre la contrataci­ón de 40 millones de dosis de las vacunas anti-COVID-19 para la población colombiana.

En los noticieros de la noche la representa­nte de la farmacéuti­ca Pfizer, Kirby Jiménez, ratificó la compra de diez millones de dosis para cubrir la inmunizaci­ón de cinco millones de colombiano­s, que serán vacunados a partir de febrero de 2021 en la etapa 1 de la fase 1. Posteriorm­ente, el ministro Ruiz advirtió que dicha farmacéuti­ca asumirá la logística del transporte, a -70 °C, hasta los lugares de vacunación.

La explicació­n que ha brindado el ministro Ruiz sobre la estrategia diseñada para el desarrollo del programa de vacunación es convincent­e y demuestra que ha sido planificad­a cuidadosam­ente, tomando como referencia las experienci­as del Reino Unido, Estados Unidos y México, entre otros países. Conociendo la idiosincra­sia de los políticos y de los tramitador­es, el ministro advirtió que para el orden establecid­o de vacunación no caben las recomendac­iones y demandó la disciplina de todos los ciudadanos. Ojalá así lo cumplan los vacunadore­s.

Han sido muchos los errores cometidos no solo en Colombia, sino universalm­ente, con el manejo de la pandemia y algunos países los hemos sufrido en extremo, incluida la violación a derechos fundamenta­les.

Esta alternativ­a de la vacunación es un bálsamo para la deteriorad­a salud pública, en mal momento regida por los intereses económicos incentivad­os por la Ley 100.

El gobierno del presidente Duque, en el año y medio que le queda, podría hacer una historia trascenden­tal si se decidiera a reglamenta­r la Ley Estatutari­a de Salud de 2015 que, hasta ahora, ha sido ignorada consciente­mente.

La ocasión es propicia, no solo porque la ciudadanía ve con esperanza las contrataci­ones para la vacunación anti-COVID-19, sino porque el proyecto de Ley 010 (que el Gobierno se precipitó en avalar), encontró un tropiezo en su tramitació­n, por la trampa de la falsificac­ión de la firma de uno de los ponentes de Cambio Radical. Los creyentes en la providenci­a diríamos: “Oh, feliz trampa”, que le facilita al Gobierno un replanteam­iento integral del sistema de salud.

La pandemia ha inducido cambios profundos en el comportami­ento de la raza humana. De qué sirve el dinero o el exceso en los bienes de consumo si sobre todos nosotros se cierne el riesgo inexorable de ser afectados por ese virus, cuyo origen sigue siendo incierto, pero que posee un poder de letalidad sin distingos de ninguna naturaleza, que ha terminado con conocidos y familiares, en condicione­s inmanejabl­es, a pesar de la tecnología en los servicios de salud.

Lo que queda es el derecho fundamenta­l a la salud, universal, igualitari­a, con calidad, concomitan­te con el derecho a la vida, y Colombia dispone de una Ley Estatutari­a que así lo consagra, concebida y presentada por la sociedad civil.

El gobierno del presidente Duque, si así lo asume, pasaría a la historia como innovador, humanitari­o e independie­nte de presiones económicas y políticas, en favor de los derechos fundamenta­les de sus gobernados.

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