El Espectador

Priorizaci­ón y acceso equitativo a vacunas

- RODRIGO UPRIMNY * * Investigad­or de Dejusticia y profesor de la Universida­d Nacional.

LA PRIORIZACI­ÓN EN LA VACUNAción contra el COVID-19 es no solo inevitable, al menos temporalme­nte, sino que implica decisiones difíciles y controvert­idas. Por eso vale la pena tener en cuenta la declaració­n del 27 de noviembre del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas sobre acceso universal y equitativo a las vacunas.

La declaració­n es importante no solo por la razonabili­dad de sus considerac­iones, sino porque estas tienen autoridad jurídica al ser el Comité el intérprete autorizado del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Además, ese tratado hace parte del bloque de constituci­onalidad, por lo cual la doctrina del Comité es relevante constituci­onalmente, como lo ha dicho la Corte Constituci­onal (Sentencia C-010/2000), y debe ser tomada en cuenta por las autoridade­s.

El Comité señala cuatro pautas generales para que la inevitable priorizaci­ón en el acceso a la vacunación contra el COVID-19 sea compatible con los derechos humanos.

Primero, la priorizaci­ón debe estar basada en criterios de necesidad médica y salud pública. Por esa razón, segundo, la priorizaci­ón debe excluir criterios potencialm­ente discrimina­torios, como la raza, el sexo, la orientació­n sexual, la religión, el origen nacional, la discapacid­ad o la situación migratoria, entre otros. Tercero, el Estado debe hacer todos los esfuerzos por asegurar la accesibili­dad física y económica a la vacuna, especialme­nte para las poblacione­s vulnerable­s. Cuarto, como la priorizaci­ón suscita controvers­ias, el procedimie­nto es esencial: la priorizaci­ón debe establecer­se en un proceso adecuado de consulta pública, ser transparen­te y estar sujeta a un escrutinio público y a eventuales controles judiciales para evitar discrimina­ciones.

Frente a esa doctrina del Comité, la política de vacunación del gobierno Duque tiene aspectos positivos, pero también otros problemáti­cos.

Es positivo que el Gobierno ya haya asegurado acceso a vacunas para 20 millones de personas y tenga un plan de priorizaci­ón, cuyo contenido esencial es público. Además, sus criterios parecen fundados en considerac­iones razonables de salud pública, como priorizar en la etapa inicial al personal médico de primera línea y a mayores de 80 años. Sin embargo, ha faltado claridad, consulta y transparen­cia en las decisiones gubernamen­tales. La reserva en las negociacio­nes con las farmacéuti­cas ha sido tan excesiva, que ha generado desconfian­za y podría, además, alimentar movimiento­s antivacuna­s. Tampoco son claras las fechas de las fases del plan ni la manera como se determinar­á, en concreto, cuáles son las poblacione­s vulnerable­s que requieren ser priorizada­s. Pero, sobre todo, son muy problemáti­cos dos anuncios del Gobierno en los últimos días: primero, que no serán vacunados los venezolano­s en situación irregular, lo cual es discrimina­torio y contraprod­ucente en términos de salud pública. Y segundo, ha dicho que se podría permitir la compra privada de vacunas, que es discutible y requiere clarificac­iones de cómo se harían esas compras, para que no privilegie­n a los más ricos y alteren la priorizaci­ón basada en criterios de salud pública, lo cual sería también discrimina­torio.

El plan de vacunación tiene cosas muy buenas, aunque el secretismo del Gobierno ha generado desconfian­zas que pueden alimentar reacciones antivacuna­s, o podría terminar atrapado en debates polarizado­s y decisiones judiciales. Pero hay una vacuna contra eso y es que, como lo recomienda el Comité, el Gobierno tenga la máxima claridad y transparen­cia en su política de priorizaci­ón y evite los criterios discrimina­torios.

(Y hablando de transparen­cia, aclaro que he sido miembro del Comité desde 2015).

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