Voz de esperanza
SON INNUMERABLES LAS OCASIONES en las que he opinado sobre el papel de la Iglesia católica y de ciertos pastores. Cuando coincido con el papa o con alguno de los obispos, lo cual no suelo hacer con frecuencia, me censuran algunos de mis supuestos lectores que viven al acecho de enrostrarme contradicciones. Claro, son peores los insultos cuando cuestiono a algún cura, pues aparece uno que otro canalla de esos que disparan desde portales uribistas camuflados en el anonimato de nombres falsos con los que agreden y calumnian.
Aunque mis creencias estén bien distantes del Evangelio, es imposible desconocer la notable influencia que ejercen la Iglesia y sus prelados, para bien y para mal. Este es un país de raigambre religiosa, lo cual es una desgracia para quienes creemos en el efecto civilizador del laicismo. Pero nos toca vivir así y por eso lo que digan los mandamases de la Iglesia trasciende, aunque no todo sea necesariamente bueno ni inteligente. Hay ocasiones en que esa Iglesia se extravía de sus responsabilidades, sobre todo cuando se pone al servicio de los perfumados o cierra los ojos frente a sus propias injusticias.
Digo todo esto porque las sesudas declaraciones del arzobispo de Bogotá, monseñor Luis José Rueda Aparicio, además de ser de un gran valor civil, vaticinan que soplan otros vientos.
No puede pasar inadvertido que un jerarca católico se haya atrevido a opinar que es necesario solucionar el problema de la propiedad rural para redistribuirla y mejorar las condiciones de inmensos sectores de la sociedad. Esa debe ser la Iglesia del futuro, que esté dispuesta a interpretar las nuevas realidades sociales. La clase política debería seguir el ejemplo, pues mientras siga dando vueltas sobre si el futuro candidato a la Presidencia será Fajardo, Petro, el que diga Uribe o cualquiera otro, continuarán deteriorándose las condiciones vivenciales de la mayoría de compatriotas y no va a recuperar la credibilidad que merecidamente ha venido perdiendo todos estos años.
Monseñor Rueda ha dado en la clave de