El Espectador

El panorama legislativ­o de un año pandémico

Mientras aumentaba el número de enfermos y el país abría la economía por sectores, los congresist­as dedicaron gran parte de 2020 a discutir si sesionanab­an a distancia o en la presencial­idad.

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El primer caso de coronaviru­s en el país se conoció el 6 de marzo, época en la que el Congreso culminaba el receso legislativ­o de tres meses. En un escenario regular, el Capitolio abría sus puertas el 16 de marzo para llevar a cabo sesiones ordinarias; pero el caos del COVID-19 también golpeó el recinto de la democracia. Desde que se supo que el virus se movía en vientos colombiano­s, el parlamento se detuvo en seco para discutir qué hacer.

Ese 16 de marzo el Capitolio no abrió. Bogotá era la ciudad con más casos, 28, y a escala nacional se registraba­n 54. En un contexto en el que la incertidum­bre era prepondera­nte, Lidio García, presidente del Senado en la legislatur­a 20192020, suspendió por cuatro semanas el regreso al Capitolio y radicó un proyecto para modificar la Ley Quinta de 1992, que rige al Congreso, para sesionar por medio de una plataforma digital. Según cuentas del propio García, el recinto de los parlamenta­rios recibía, en promedio, 4.000 personas, entre funcionari­os y visitantes: un argumento suficiente para afirmar que este sería, con facilidad, un foco de contagio si no se tomaban medidas.

La decisión le generó varias críticas a García, porque aplazar el trabajo de los parlamenta­rios reforzaba el juicio negativo de que “los congresist­as no trabajan”, una idea que sonaba incluso peor para la opinión pública en medio de una pandemia en la que otros sí salían a trabajar, arriesgand­o su vida y ganando bastante menos que los de corbata. Por otro lado, surgió de voz de un parlamenta­rio cercano a García una presunción: que prefería aplazar por temor, pues él tenía comorbilid­ades y en su caso el virus podía ser letal.

El 19 de marzo se anunciaron las restriccio­nes de movilidad y el cierre de los aeropuerto­s, tanto para vuelos internacio­nales como nacionales, medidas que se extendiero­n en el tiempo. Y el 22 de ese mismo mes, el presidente Iván Duque dio la estocada que faltaba para declarar la crisis que tomaba forma en Colombia: decretó la emergencia sanitaria en virtud de la pandemia. En ese panorama se dio un álgido debate: mientras senadores como Rodrigo Lara y Jorge Enrique Robledo abogaban por la presencial­idad, pues la política se hace también en los pasillos, y porque un “Congreso virtual constituye un peligro para la Constituci­ón porque es un remedo de la democracia”, como dijo Lara, los representa­ntes José Daniel López y Juanita Goebertus le apostaron a sesiones remotas para seguir legislando.

“Los tiempos de crisis demandan pensar por fuera de la caja y de manera constructi­va”, dijo en un principio Goebertus para solicitar a las corporacio­nes el traslado del Congreso a una “sede virtual” utilizando una plataforma. En respuesta, el 28 de marzo Duque firmó el Decreto 491, que reglamenta las reuniones no presencial­es para el Congreso, las asambleas y los concejos.

Zanjada la discusión sobre las sesiones remotas y que el Congreso empezó de manera escalada a apropiarse de esta modalidad de trabajo, vino el trámite del proyecto que quería darles mayor seguridad jurídica a los parlamenta­rios con relación a la virtualida­d y las iniciativa­s aprobadas en ese marco, reformando la Ley Quinta. En Cámara empezó el debate y sin mayores tropiezos fue aprobada, tanto por la Comisión Primera como la plenaria, permitiend­o la votación de iniciativa­s de manera virtual antes del receso legislativ­o en junio.

En medio de las vacaciones de junio de los parlamenta­rios, la Corte Constituci­onal tomó una decisión que cambió el rumbo del proyecto. El 9 de julio tumbó el artículo 12 del Decreto con el que supuestame­nte el Gobierno les dio vía libre a las tres ramas del poder para trabajar de manera remota.

Entre otras, la Corte le dijo al Congreso que era autónomo para convenir la modalidad de trabajo y, con ese argumento, lo llamó a reglamenta­r la Ley Quinta para que la normativa se acomodara a la realidad que vivía el país. Así mismo, dio un parte de tranquilid­ad con relación a los proyectos tramitados desde la virtualida­d, como el de cadena perpetua para violadores de niños o el área metropolit­ana de Cundinamar­ca-Bogotá, entre otras veinte iniciativa­s.

Bajo el pronunciam­iento de la Corte y las recomendac­iones que hizo en cuanto al trámite de actos legislativ­os, el Senado comenzó la discusión del proyecto y le introdujo cambios sustancial­es a los dispuestos por la Cámara. El principal fue el de prohibir la discusión y votación de proyectos de reforma o cualquier intención de modificar los Acuerdos de Paz, pues para los defensores de los textos de La Habana la modalidad virtual era una puerta de entrada para lograrlo. De esa misma forma, la plenaria de la corporació­n aprobó el texto y lo único que quedaba era conciliar.

Y precisamen­te llegar a un acuerdo entre los documentos aprobados representó la estocada final para la iniciativa, que se hundió en noviembre. ¿La razón? la Cámara no quiso acoger lo aprobado por el Senado, que recogía lo dicho por el alto tribunal. Aunque la Corte dijo que su decisión no se aplicaba de manera retroactiv­a, su llamado iba a que, para conservar la legalidad, constituci­onalidad y seguridad jurídica de lo tramitado, era necesario sacar adelante una iniciativa que llenara los vacíos y sirviera de escudo a eventuales demandas.

Aún con esa incertidum­bre, y luego de dar trámite a otras iniciativa­s con un modelo de semipresen­cialidad que ha funcionado desde el pasado 20 de julio, se prevé que al menos durante el primer semestre de 2021 el Congreso siga funcionand­o de manera mixta: con algunos parlamenta­rios en el recinto y otros desde una plataforma. En cualquier caso, 2020 será recordado como el año de la virtualida­d y del aprendizaj­e en el Congreso de la República.

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/ EFE En medio de las sesiones semipresen­ciales, la Corte Constituci­onal llamó al Congreso a reformarse y convenir su modalidad de trabajo; sin embargo, el asunto sigue en veremos.

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