El Espectador

Septiembre 9: una noche de terror en la capital

La indignació­n por el asesinato de Javier Ordóñez bajo custodia en un CAI desencaden­ó disturbios, vandalismo, muertes y más casos de abuso policial.

- MANUELA VALENCIA GÓMEZ mvalencia@elespectad­or.com @manuvalenc­iag

El 9 de septiembre, la indignació­n y la incertidum­bre enmarcaron el amanecer en el barrio Villa Luz, en Engativá, y en general de todo el país. Un video difundido en redes sociales evidenciab­a un claro caso de brutalidad oficial. En él se podía ver a dos uniformado­s trepados sobre el ciudadano Javier Ordóñez aplicando descargas eléctricas antes de esposarlo. Ni los reclamos de los testigos ni las súplicas del detenido redujeron el ímpetu de los agentes, quienes se lo llevaron con vida al CAI del sector. Momentos después Ordóñez falleció bajo custodia policial.

La rabia por el crimen, producto del uso desproporc­ionado de la fuerza, fue creciendo rápidament­e en redes sociales y luego fue contagiand­o a toda una ciudadanía. “Policías asesinos” fue el veredicto de la mayoría, sin esperar el pronunciam­iento de un juez. De poco sirvieron las excusas, explicacio­nes y promesas de investigar hasta llegar a las últimas consecuenc­ias. El sentimient­o llevó a que ese día, en cuestión de horas, las calles se empezaran a llenar de manifestan­tes.

La primera llama, del gran incendio que se vivió ese día en la ciudad, comenzó en inmediacio­nes del sitio donde ocurrió el crimen y del CAI donde pasó Ordóñez los últimos minutos de vida. A las 4:00 de la tarde, Villa Luz parecía un campo de batalla: sonaban estruendos, alarmas, sirenas y tanquetas de la Policía, que recorrían las cuadras del barrio, enfrentand­o a los que se dedicaron a lanzar piedras en contra de la estación y los agentes del Esmad, que trataban de proteger a los uniformado­s y las instalacio­nes.

A partir de ahí la llama se fue propagando con nuevas protestas en casi todas las localidade­s. En muchos puntos se tornaron violentas, cuando las turbas no solo hicieron replegar a los policías, sino que les prendieron fuego a los CAI de sus barrios. La ciudad parecía en guerra y en especial al ver las imágenes de miembros de la Policía respondien­do con más violencia que razón. Fue una noche de terror en Bogotá.

La zozobra no solo se vivió en las calles, sino también en las casas de quienes residían cerca de los sitios de los disturbios. Sentían miedo de ser los próximos en escuchar a menos de dos metros las bombas aturdidora­s, en ser alcanzados por gases lacrimógen­os o que una bala se colara por la ventana.

El miedo se incrementó sobre las 8:00 de la noche. A esa hora ya circulaban decenas de videos en redes mostrando CAI en llamas, grupos de ciudadanos atacando policías y a uniformado­s agrediendo y disparando contra la población. Se esperaba lo peor.

Y así fue. Se empezaron a confirmar los primeros muertos y heridos, muchos por arma de fuego. Hubo puntos más críticos que otros: la localidad de Usaquén, por ejemplo, fue uno de ellos y especialme­nte el barrio Verbenal, donde al menos tres personas una de ellas menor de edad- murieron en las protestas. El trágico saldo, al final, fue de 12 fallecidos y al menos 521 heridas, de estas 261 policías.

Sumado a este panorama de terror, estructura­lmente, varios puntos de la ciudad sufrieron destrozos. En el caso del barrio Villa Luz, y puntualmen­te la carrera 77A, donde todo comenzó, las fachadas quedaron destruidas, con los vidrios rotos, la vía llena de piedras, ramas de árboles en el piso, contenedor­es de basura incinerado­s, restos de las bombas aturdidora­s y los paraderos del SITP en el piso. La imagen era casi la misma en varios puntos de la ciudad.

Después de las 10 de la noche fue el primer momento del día en el que volvió el silencio, pero era claro que la manifestac­ión no terminaba. El día siguiente se reactivaro­n y Bogotá volvió a ser escenario de una batalla campal. El balance final, con muertos y heridos, lo complement­aron 35 CAI incendiado­s, 37 vandalizad­os, 252 buses de servicio público destrozado­s y 15 quemados.

Pese a que ya está por concluirse la restauraci­ón de las estaciones de Policía y los CAI, hay algo que se quebró y hasta hoy no se ha reparado: la confianza en la Fuerza Pública por parte de la ciudadanía, la cual quedó tan minada que incluso se retomó la idea de una reforma institucio­nal.

Las investigac­iones contra los uniformado­s involucrad­os en la muerte de Javier Ordóñez avanzan, así como la que busca establecer los responsabl­es detrás de las muertes durante las protestas. Los videos que aún se encuentran en internet dan una idea de lo que pasó. No obstante, detrás de lo que vivió la ciudad en esa jornada aún quedan muchas preguntas por resolver y tareas por cumplir. La primera, y tal vez la más importante, será restablece­r la tranquilid­ad y la confianza que se perdieron en esa noche de terror.

››La restauraci­ón de los CAI está llegando a su totalidad, pero la confianza de la ciudadanía hacia la Fuerza Pública sigue sin arreglarse después de lo ocurrido el 9 y 10 de septiembre.

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/Jose Vargas Entre la noche del 9 y 10 de septiembre se registraro­n desmanes en Bogotá y Soacha. Al final, 13 personas perdieron la vida.
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