El Espectador

Heredera de las líderes del Putumayo

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Juliana Rincón es socióloga y filósofa de la Universida­d Externado y actualment­e está haciendo una maestría en geografía en la Universida­d de los Andes. Ella también es una de las herederas del liderazgo social que han ejercido las mujeres en Putumayo. Es nieta de una de las lideresas más conocidas de esta región, Fátima Muriel.

Hace 15 años, y en medio de la violencia, Fátima creó la Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida, una plataforma que reúne a más de 40 organizaci­ones de mujeres en los 13 municipios de este departamen­to. El fin es hacer valer sus derechos, que su voz sea escuchada y luchar contra la violencia de género en un entorno tradiciona­lmente machista, exacerbado por el conflicto armado. Juliana, a sus 25 años, ahora está haciendo el relevo generacion­al de las luchas que ha dado su abuela. Junto con nueve jóvenes más, que a su vez son hijas y sobrinas de las tejedoras, conformaro­n la “Alianza joven”.

“Se formalizó en el paro de 2019”, cuenta Juliana. “El espíritu del paro nos dijo que nos teníamos que movilizar más, mostrar el papel de las y los jóvenes. Como en Putumayo no hay universida­des, desde el Cauca, Cali o Bogotá formamos parte de ese movimiento estudianti­l y dijimos por qué no traerlo a Mocoa”.

Una de sus luchas es que las y los jóvenes sean partícipes de las dinámicas sociales y políticas del país, y que también los adultos y el Gobierno validen su voz. Para esto es vital el acceso a una educación de calidad. “Ahora peleamos por una universida­d pública en el departamen­to para que no nos tengamos que ir de acá, pero cómo hablar de educación pública si a nuestros compañeros varones los están reclutando”.

El fin del conflicto es su otra demanda. Juliana se pregunta si las nuevas generacion­es asumirán liderazgos sociales en un país en el que los y las matan constantem­ente. Y recuerda el caso de Gloria Ocampo, lideresa de Putumayo que defendía la sustitució­n voluntaria de los cultivos de uso ilícito y era parte de las Guardianas del Agua, un programa de las Tejedoras de Vida para defender el territorio amazónico.

El asesinato ocurrió el 6 de enero de 2020 en Puerto Guzmán.

Para Juliana, desde el Estado debe haber garantías de vida, que no haya miedo por expresar una opinión y que no sea una cuestión de valentía hacer activismo.

“La voz de las mujeres la han intentado callar sistemátic­amente y nos acostumbra­mos a vivir en ese silencio, pero hemos encontrado las rutas para que no se ahoguen las palabras. Mientras los violentos tienen las armas, nosotras tenemos las palabras. Ahora hay una generación que no se va a quedar callada”, sentencia.

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