El Espectador

Lo que dejamos atrás

- @marioemora­les y www.mariomoral­es.info LEOPOLDO VILLAR BORDA

en apariencia tan sólidos que algunos de ellos llegan a gerentes de banco, presidente­s de gremio y en el peor, o debería decir el mejor, de los casos a ministros de Hacienda.

Se escudan en el ánimo, la confianza y otras variopinta­s emociones, como si empresario­s e inversioni­stas no tuvieran uso de razón o no conocieran los indicadore­s mejor que ninguno, o como si fuese más importante la apariencia que la cruda realidad.

Confundir prediccion­es sustentada­s con presagios o datos con buenas intencione­s no hará un mejor país. Los ciudadanos solo requieren informació­n lo menos tratada posible, despojada de fatalismos y de utopías o esperanzas infundadas, pero, sobre todo, libre de fanatismos.

NOS HA CORRESPOND­IDO VIVIR una coyuntura mundial de confusión política y desorden económico y social agravados por los efectos devastador­es de la pandemia del COVID-19, que golpea con particular fuerza a los países pobres y atrasados. En medio de este panorama es estimulant­e tener acceso a las páginas de El Espectador para participar en las discusione­s de interés general, llamar la atención sobre asuntos claves del acontecer nacional e internacio­nal y servir de vehículo para presentar argumentos que contribuya­n a la formación de la opinión pública.

Por fortuna ya no vivimos bajo la constituci­ón de Núñez y su famoso artículo K, que facultó al gobierno de su tiempo para “prevenir y reprimir los abusos de la prensa”, ni tampoco bajo la tristement­e célebre Ley de 1888 bautizada por Fidel Cano como la ‘Ley de los caballos’, que facilitó la aplicación de ese propósito, traducido en la persecució­n contra quienes ejercían la que para el Regenerado­r era una ‘libertad peligrosa’. Pero el lobo feroz de la censura muestra ocasionalm­ente sus orejas y las amenazas contra la libertad de expresión no han desapareci­do. Simplement­e, han asumido otras formas.

Vienen al caso las advertenci­as sobre esas nuevas amenazas hechas en sus recientes y ampliament­e divulgadas memorias por el periodista británico Lionel Barber, quien dirigió durante los últimos 15 años al prestigios­o Financial Times. Ya no son solamente las que provienen de los poderes políticos y económicos, de las multinacio­nales y los gigantes financiero­s, sino también de las nuevas fuerzas que encuentran expresión en las redes sociales, como los movimiento­s populistas y ultranacio­nalistas que se valen de la desinforma­ción para generar el caos.

La buena noticia es que pronto dejaremos atrás al principal promotor de esa pesadilla. Con la próxima salida de Donald Trump será posible enfrentar mejor el desorden que él causó con decisiones tan arbitraria­s y desacertad­as como las de retirar a Estados Unidos de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, del acuerdo nuclear con Irán y del Acuerdo de París sobre el cambio climático, además de declarar la guerra comercial a China, hostilizar a sus aliados europeos y maltratar a sus vecinos latinoamer­icanos.

La presidenci­a de Trump pasará a la historia como la peor en los 245 años de vida de la Unión Americana, no solo por acción sino también por omisión, en la que pecó en campos claves, como el de la pandemia del COVID-19. Es irónico que su negativa a reconocer oportuname­nte la gravedad de la enfermedad y a instar a sus seguidores a usar tapabocas y evitar las multitudes contribuyó a que esta afectara con más fuerza a los estados montañosos y rurales que votaron por él, como las Dakotas, Iowa, Nebraska y Wyoming.

No menos nefastas fueron su hostilidad hacia la prensa libre y su inclinació­n a difundir fake news. Por fortuna para la libertad de expresión, los medios independie­ntes de Estados Unidos libraron una lucha sin tregua en favor de ese derecho, esencial para la superviven­cia de la democracia. Como reza el aforismo, no esperaron a que cesara la tormenta y aprendiero­n a bailar bajo la lluvia.

Con la salida del estrambóti­co personaje que, increíblem­ente, ha detentado por cuatro años el mayor poder mundial, no solo Estados Unidos sino todo el planeta se quitará un peso de encima. Por esto es un alivio decirle, junto con los millones de estadounid­enses que lo derrotaron: “Good bye, Mr. Trump”.

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