El Espectador

Impuestos a los trabajador­es e impuestos al capital

- LUIS CARLOS REYES

SE DICE QUE UNA BUENA CRISIS NO se puede desperdici­ar, y esa es la filosofía económica adoptada por el Gobierno frente al COVID-19. Su estrategia de comunicaci­ones ha inflado de manera deliberada la percepción del gasto gubernamen­tal generado por la crisis y ha logrado crear un ambiente de opinión propicio para ponerles IVA a los productos de la canasta familiar que se quedaron sin gravar en la reforma pasada.

La verdad es que el Gobierno abrió un hueco fiscal con la Ley de Financiami­ento de 2018 y desde antes de la pandemia está buscando cómo llenarlo. La solución es fácil: el hueco se abrió recortándo­les alrededor de $9 billones en impuestos a las empresas y se puede tapar eliminando esos recortes, sin aumentos importante­s al IVA. Si la urgencia de aumentar el recaudo fuera como la pintan, estaríamos hablando tanto de subir el IVA como de cancelar los recortes de impuestos a las empresas. Pero no es así, y el Gobierno le ha apostado a que el público olvide el regalo hecho a las empresas y crea que para pagar las cuentas no hay solución distinta a ponerles IVA a más productos de la canasta familiar.

¿Por qué este empecinami­ento? La filosofía del Gobierno, basada en postulados económicos desactuali­zados, es que la mejor manera de fomentar el crecimient­o económico es recortarle impuestos al capital –bien sea a las utilidades de las empresas o a los dividendos que reciben sus accionista­s– y recaudar todo lo posible de los ingresos de los trabajador­es y consumidor­es (trabajador­es la mayoría de estos últimos).

Colombia, pese a los golpes de pecho de las élites, recauda un porcentaje menor del PIB en impuestos al capital que el país promedio de la OCDE. Sacrificar el bienestar de los trabajador­es por recortar impuestos al capital es un sinsentido y las razones del Gobierno para empeñarse en ello no son claras.

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