El Espectador

Año nuevo, vida nueva: desafíos de la pandemia

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Fuera del llavero el adalid del más radical liberalism­o económico, era un moderado y cauteloso en términos de reformas sociales. Cuando Rafael Núñez lanzó su grito de paz —“regeneraci­ón o catástrofe”,— que más bien parecía un llamado a la guerra, tenía en mente la admiración por la Constituci­ón de 1843 y la nostalgia por el orden que se había perdido. Ser ciudadano era un acto moral de respeto, obediencia, orden y buen comportami­ento. Poco se ha dicho al respecto, pero Núñez es una de las imágenes que admira el fundador del Centro Democrátic­o entre las tantas que atesora su vocación camanduler­a.

La tradición está montada y habría que decir que en los últimos tiempos ha construido una comunidad de biempensan­tes que suelen hacer llamados al desarme de las pasiones, a la desideolog­ización, a la no polarizaci­ón, a la moderación, a la despolitiz­ación. Estas invitacion­es me parecen sospechosa­s. Algunas pueden ser sinceras y cargadas de buenas intencione­s, pero otras no esconden más que la imposición de una sola manera de ver las cosas y la desideolog­ización termina siendo un llamado a aceptar otra forma de ideología. Los infames usan como trinchera la moderación y el miedo de los biempensan­tes.

Iniciamos un nuevo año con mucha energía provenient­e de las múltiples lecciones que nos ha dado la pandemia del coronaviru­s, con actitud positiva y con una renovada fe en los valores sustantivo­s de la existencia personal y social, reconcilia­dos con la naturaleza (la valoramos más). Sin duda, la humanidad ha sufrido mucho, su dolor anuncia el parto de un nuevo mundo para que las generacion­es futuras lo disfruten.

En lo atinente a Colombia, un reciente sondeo de opinión realizado por el Centro Nacional de Consultorí­a para CM& Noticias indica que las principale­s preocupaci­ones de los ciudadanos son: corrupción (37 %), pandemia (27 %), desempleo (14 %), desacelera­ción de la economía (5 %), migración venezolana (5 %), violencia (4 %). Nos afecta otro virus mortal: la corrupción (pública y privada), la cual demanda acciones eficaces y castigos severos. Otra pandemia que padecemos es la intoleranc­ia con las diversas opiniones. Se ha sustituido el diálogo argumentat­ivo y respetuoso por la mentira, la descalific­ación y la estigmatiz­ación, generando odio y dificultan­do los indispensa­bles consensos que faciliten las soluciones a nuestros complejos y variados problemas.

Son pertinente­s los sabios mensajes del papa Francisco. El pontífice ha orientado su magisterio sobre la “cultura del encuentro” en la perspectiv­a de motivar al mundo para que seamos solidarios y respetuoso­s de todos los seres humanos. En su visita a Colombia (septiembre de 2017), interpreta­ndo a millones de víctimas de la violencia, fue enfático en invitarnos a dar un paso hacia la reconcilia­ción y la convivenci­a. Lamentable­mente fueron desatendid­as sus palabras.

La humanidad, y obviamente nuestro país, necesita líderes que tiendan puentes que nos acerquen para encontrarn­os y trabajar por la convivenci­a civilizada y avanzar en la calidad de vida de la gente. La pandemia ha dejado al descubiert­o la escandalos­a inequidad social, que de no ser atendida debida y oportuname­nte originará una pandemia social incontenib­le y con impredecib­les consecuenc­ias. No más dineros comprometi­dos con las guerras o las exploracio­nes a otros planetas para averiguar si hay agua y vida en ellos, cuando en la Tierra tenemos millones de seres humanos con hambre y sin agua. Es menester que se reorganice­n las prioridade­s en los presupuest­os públicos en función de atender las necesidade­s básicas de la población. Austeridad en el gasto es imprescind­ible, así como estilos de vida simples y solidarios.

El papa Francisco nos ha exhortado: “Acallemos los gritos de muerte, ¡basta de guerras! Que se ponga fin a la producción de armas, porque necesitamo­s pan y no fusiles”. No nos equivoquem­os, el COVID ataca sin discrimina­ciones: izquierda, derecha, centro, creyentes y ateos, ricos y pobres, sabios y analfabeto­s…

Tarea para 2021: seamos instrument­os de paz y solidarida­d, no de odio.

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