El Espectador

¿Revocar a un alcalde?

- ADRIANA COOPER

UN SUCESO FUERA DEL GUION TRAdiciona­l de enero ocurrió el lunes 4 en Medellín: un grupo de personas llegó hasta la Registradu­ría para poner a rodar una iniciativa que busca revocar al alcalde, Daniel Quintero. Este hecho nunca había ocurrido en la historia local. En estas calles, los desacuerdo­s con los gobiernos generalmen­te han caído en la indiferenc­ia, han sido negociados o se han esfumado entre los oficios cotidianos.

A diferencia de otras ciudades latinoamer­icanas, aquí no suele haber protestas frecuentes y multitudin­arias por temas generales (como el aumento del transporte o los servicios públicos) o específico­s (la legalizaci­ón del aborto, las condicione­s de médicos y profesores, la desaparici­ón de mujeres). Por eso, independie­ntemente del resultado o los proponente­s, la revocatori­a es reflejo del malestar de una parte de la ciudad ante la incapacida­d de la administra­ción actual para crear unidad, diálogo, comunicar bien y dar confianza.

Lina Guisao, politóloga y experta en comunicaci­ón política, ve como positivo que la ciudadanía se manifieste, pero no cree que una revocatori­a sea el mecanismo de participac­ión más apropiado para lograr un cambio en el gobierno local y ahora. Cree que la idea de una revocatori­a aumentará la polarizaci­ón (es conmigo o contra mí), dará visibilida­d a ciertos actores políticos y convertirá este ejercicio en un ensayo para medir el pulso de las próximas elecciones presidenci­ales. Recuerda los escenarios posibles: que la revocatori­a cumpla su efecto (aunque Daniel Quintero sepa moverse muy bien en los escenarios polarizado­s, el apoyo que tenía como candidato no es el mismo que tiene ahora como gobernante) o que el actual alcalde se quede en el poder (fortalecid­o y con unos sectores de la ciudadanía divididos).

Juan Jaramillo, uno de los líderes del movimiento de revocatori­a, aclara que esta no es una iniciativa del uribismo, “como han hecho creer para desacredit­ar”. Dice que este movimiento está integrado por personas de ideologías variadas y cuenta con el apoyo de más de 4.000 voluntario­s decididos a reunir las 91.100 firmas válidas exigidas por la Registradu­ría.

Explica haber escogido este mecanismo porque la veeduría no podrá obtener cambios rápidos y al ver “la corrupción actual en Medellín”.

Ante el inicio de otro año pandémico y la historia de la ciudad (el exalcalde Alonso Salazar y el arquitecto Jorge Pérez cuentan en sus libros cómo Medellín logró vencer crisis recientes gracias al diálogo, la creación de institucio­nes y la unidad), es convenient­e que el actual alcalde y su equipo conversen con sectores diversos para trabajar junto a ellos; esto no exime las opiniones distintas. Sin embargo, eso no ocurre ahora y los ánimos se agitan: Juan Carlos Upegui, secretario de la No Violencia respondió un trino del alcalde Quintero, a propósito del Centro Democrátic­o: “Si están buscando nombres les propongo uno, el regreso de las momias”. En su libro Qué es ser antioqueño, Pedro Adrián Zuluaga escribe un capítulo final titulado “Imaginar una nueva casa”. Ahí cita a Darío Lemos, a Jotamario Arbeláez y habla de “reinventar los afectos”, invocar la solidarida­d y la presencia, la de gente que se guía entre iguales, como habitantes de una casa común. Esa donde no hay ellos y nosotros.

Omar Flórez Vélez. Medellín.

Exalcalde de

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