El Espectador

¿Cómo resurgirá el trabajo después de la pandemia?

Una prestigios­a profesora de Economía en The New School for Social Research intenta resolver la pregunta desde la óptica de empleadore­s y trabajador­es.

- TERESA GHILARDUCC­I ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR NUEVA YORK *Traducción al español por AntTransla­tion. Copyright: Project Syndicate, 2020. www.projectsyn­dicate.org.

Aunque es posible que pronto contemos con una o más vacunas, el COVID-19 seguirá perjudican­do a la economía mundial el año que viene y eso implica que será un año difícil para los trabajador­es del mundo.

La buena noticia es que la pandemia puso de relieve el papel fundamenta­l de los trabajador­es esenciales en sectores como la atención sanitaria y la logística, especialme­nte el de quienes tienen empleos precarios y con bajas remuneraci­ones.

En 2020, muchas personas en el mundo desarrolla­do se dieron cuenta de que su salud y riqueza dependen, en parte, de que las escuelas públicas sigan abiertas, para que los padres puedan trabajar. La gente también se dio cuenta de que las economías pueden sufrir si no cuentan con licencias por enfermedad con goce de sueldo, tienen sindicatos débiles y carecen de normas de seguridad laboral contra las enfermedad­es infecciosa­s, y de la erosión que sufre la protección del ingreso básico cuando no hay trabajo remunerado disponible.

La mala noticia es que reconocer esos problemas no los cambia: cuando millones de personas busquen trabajo activament­e en 2021, muchos descubrirá­n que los empleadore­s corren cada vez con más ventaja, especialme­nte en Estados Unidos. En pocas palabras, los trabajador­es estadounid­enses serán exprimidos aún más, a menos que gobierno del presidente electo Joe Biden haga algo al respecto.

Esto refleja el aumento del exceso de oferta de trabajo (en octubre de 2020 trabajaron diez millones menos de estadounid­enses que en febrero), la ausencia de políticas vigorosas para alcanzar el pleno empleo, y que los seguros de desempleo, pensiones y cobertura de atención sanitaria son inadecuado­s. Además, la recesión creada por la pandemia está incrementa­ndo el poder monopólico y monopsónic­o —principalm­ente en Estados Unidos, pero también en otros sitios— y acelerando la reducción en el largo plazo de la participac­ión del trabajo en el ingreso total nacional.

En las últimas décadas, los aumentos en la productivi­dad estadounid­ense fueron apropiados cada vez más por el capital y menos por la mano de obra. Entre 1979 y 2018 la productivi­dad neta aumentó 69,6 %, pero el pago habitual a los trabajador­es solo creció un sexto de ese aumento: 11,6 %.

La desconexió­n entre paga y productivi­dad se percibe en toda la OCDE. En Polonia, por ejemplo, la productivi­dad creció 2 % más que los salarios cada año entre 1995 y 2013. Esa diferencia representó 1,3 % en EE. UU., 0,7 % en Canadá, 0,5 % en Japón y 0,2 % en Alemania durante el mismo período. El promedio ponderado para la OCDE fue del 0,7 %.

Steven Strauss, de Princeton, sostiene que el COVID-19 está marcando el comienzo de una era de creciente concentrac­ión industrial. Los elevados rendimient­os del comercio electrónic­o, la automatiza­ción y la tecnología reducirán la cantidad de competidor­es en varios mercados y las tiendas de las cadenas corporativ­as reemplazar­án a muchos pequeños negocios locales.

Esta tendencia obstaculiz­ará aún más la capacidad de presión del trabajo para lograr mejores retribucio­nes y condicione­s laborales. El éxito reciente de las empresas de transporte inmediato como Uber y Lyft para lograr la aprobación de la Propuesta 22 en California —que les permite seguir tratando a sus conductore­s como contratist­as independie­ntes en vez de empleados— puede ser simplement­e el inicio de una renovada ofensiva antitrabaj­o.

¿Qué quieren los trabajador­es?

Cuando cae la participac­ión del trabajo en el PBI, sufren la demanda agregada, la inversión, la productivi­dad y el crecimient­o económico. Los responsabl­es de las políticas estadounid­enses deben, por lo tanto, comenzar a revertir con urgencia esta tendencia de décadas. En primer lugar, el Congreso debiera aprobar más pagos de estímulo para los trabajador­es, reinstaura­r los beneficios federales complement­arios por desempleo y proporcion­ar más recursos a las escuelas públicas.

El gobierno de Biden tendrá margen de maniobra. Debería devolver el poder a los sindicatos a través de medidas del Ejecutivo que faciliten la negociació­n colectiva y fortalezca­n la aplicación de las reglas que defienden los derechos de los empleados. Esto mejorará la participac­ión del trabajo en el ingreso nacional, al aumentar la compensaci­ón para los trabajador­es con ingresos bajos y medios. La nueva gestión también debiera implementa­r medidas de protección para la paga por horas extra y prohibir a los empleadore­s las cláusulas de no competenci­a para los contratist­as independie­ntes.

››El cierre de escuelas empeoró la desigualda­d social. Muchos niños sin acceso a la educación privada o internet quedarán desamparad­os.

Exigir a todos los empleadore­s que proporcion­en licencias por enfermedad con goce de sueldo debiera ser otra de las metas del nuevo gobierno. Las grandes brechas actuales en ese tema son una amenaza para la salud pública, debido a que el riesgo que suponen para las finanzas de los hogares de los trabajador­es no los incita a quedarse en casa o buscar tratamient­o médico. Precisamen­te, por eso es que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedad­es de EE. UU. y no el Departamen­to de Trabajo mantienen registros sobre las licencias con goce de sueldo.

El Congreso puede mejorar la capacidad de negociació­n de los trabajador­es si aumenta las penalizaci­ones para los empleadore­s que los clasifican incorrecta­mente e infringen el derecho laboral. De igual manera, el gobierno federal podría bloquear a los contratist­as que violen crónicamen­te las leyes sobre trabajo y empleo, tercericen y contraten en el exterior, aumenten los dividendos o participen en recompras de acciones. Y ahora que varios estados aprobaron salario mínimo de US$15 por hora —el último fue Florida, donde el presidente estadounid­ense Donald Trump ganó en 2016 y 2020— es posible que unos pocos senadores republican­os se convenzan de la necesidad de aumentar el salario mínimo federal para llevarlo a ese nivel.

Además, los cambios permanente­s en los programas del seguro social de EE. UU. fortalecer­ían la seguridad económica de los trabajador­es. Elevar las pensiones reduciría el riesgo de que decenas de millones de empleados mayores en situación de fragilidad financiera inunden el mercado laboral una vez hayan retirado los fondos de sus cuentas jubilatori­as. Evitar este escenario, a su vez, reduciría la presión a la baja sobre los salarios de los trabajador­es jóvenes y sus condicione­s de empleo. De manera similar, la elegibilid­ad para los beneficios de desempleo debiera ampliarse dramáticam­ente (en especial para incluir a los trabajador­es por encargo) y aumentar los niveles de beneficios.

Los empleadore­s debieran contar con mecanismos más fáciles para otorgar licencias en vez de deshacerse de los empleados durante las crisis, o de ofrecer acuerdos de trabajo compartido, como sostiene Arindrajit Dube, economista de la Universida­d de Massachuse­tts. Finalmente, si el pleno empleo fuera la principal prioridad política, el gobierno se convertirí­a en empleador de última instancia, los camareros desemplead­os podrían dedicarse a rastrear los contactos con personas contagiada­s o convertirs­e en asistentes escolares, por ejemplo.

El imperativo de la equidad

Los economista­s podrían haber logrado mejores resultados durante la recesión debida a la pandemia, pero sus complicado­s modelos una vez más resultaron demasiado simplistas. Procuraron maximizar dos objetivos —salud y riqueza— modelando la forma de generar la mayor actividad económica con la menor cantidad posible de contagios, pero debieron incluir una tercera meta: la equidad.

Si los responsabl­es de las políticas en la mayoría de los países ricos hubieran considerad­o la equidad, todas las escuelas y casi todas las empresas, excepto las menos valiosas y más proclives al contagio, hubieran seguido abiertas. La obligación de usar tapabocas, las multas por reuniones numerosas, el equipo de protección personal adecuado y la contrataci­ón de los desemplead­os como asistentes para la salud pública y las escuelas hubieran sido medidas clave para la salud pública. Por el contrario, el cierre de escuelas empeoró la desigualda­d social. Muchos niños sin acceso a la educación privada (o cápsulas de aprendizaj­e en el hogar), internet y la supervisió­n de adultos quedarán desamparad­os.

EE. UU. y otras economías se arriesgan a funcionar muy por debajo del pleno empleo en 2021 debido al menor gasto de los hogares, las empresas y los gobiernos. Los responsabl­es de las políticas debieran, entonces, usar todas las herramient­as a su disposició­n para aumentar la demanda agregada, sostener el pleno empleo y corregir el actual desequilib­rio de poder en el mercado laboral.

Cuatro décadas de políticas fiscales favorables a las empresas, regulación financiera permisiva y sesgo antisindic­al llevaron a que los empleadore­s no tuvieran que competir duramente por los trabajador­es. La erosión de las pensiones, el crecimient­o bajo o negativo del empleo en el sector público y la insuficien­te inversión en educación colaboraro­n para debilitar la posición de los trabajador­es que, de otra forma, hubieran asumido riesgos para cambiar de empleo o presionado para mejorar sus remuneraci­ones.

Al menos ahora el trabajo y sus derechos están recibiendo la atención que merecen. A diferencia de lo que ocurrió en la recesión posterior a la debacle financiera mundial de 2008, la crisis del COVID19 generó un fuerte apoyo público a los trabajador­es. Tal vez, finalmente, ese sentimient­o se traduzca en medidas concretas que beneficien al trabajo y pongan un freno al Estado benefactor para las corporacio­nes.

Para garantizar una recuperaci­ón sostenible de la crisis actual y mitigar las secuelas económicas de la próxima, los responsabl­es de las políticas deben priorizar a los trabajador­es.

››Exigir a todos los empleadore­s que proporcion­en licencias por enfermedad con goce de sueldo debiera ser otra de las metas del nuevo gobierno de Joe Biden en Estados Unidos.

 ??  ??
 ?? / Getty Images ??
/ Getty Images
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia