El Espectador

La traumática salida de Donald Trump

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EN UNA SEMANA ASUMIRÁ LA PRESIdenci­a de Estados Unidos Joe Biden, mientras que Donald Trump atenta contra la institucio­nalidad, se presentan renuncias de su gabinete y el FBI y el Pentágono advierten sobre nuevos desmanes por parte de sus fanáticos seguidores. En el Capitolio los legislador­es demócratas le han iniciado un nuevo impeachmen­t (proceso de destitució­n) para evitar que el precedente de la conducta de Trump quede impune.

La presidenta de la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi, conminó el pasado lunes al vicepresid­ente Mike Pence a que iniciara de inmediato el proceso de remoción de Trump, previsto en la llamada Enmienda 25 de la Constituci­ón. Dado que no se produjo, avanza la solicitud de destitució­n por el delito de “incitación a la insurrecci­ón”. Lo anterior, debido a la conducta del actual ocupante de la Casa Blanca, en especial su incitación a un golpe de Estado por parte de una turba de sus fanáticos seguidores la semana anterior. De esta manera, Donald Trump enfrentará su segundo impeachmen­t, el cuarto en la historia de Estados Unidos.

Los legislador­es demócratas, así como algunos congresist­as republican­os, buscan que a futuro no se presenten este tipo de conductas delictivas. No se puede cohonestar que un jefe de Estado promueva conductas que atenten contra la Constituci­ón, con la grave perspectiv­a, como ha dejado entrever Trump, de presentars­e en cuatro años a la reelección. Como es usual en él, dijo ayer que el proceso de impeachmen­t es “la mayor caza de brujas en la historia política” y lanzó la velada amenaza de que, si el proceso avanza, es probable que sus seguidores manifieste­n su rabia. Este es un procedimie­nto que toma tiempo y debe surtir su trámite primero en la Cámara, para luego pasar al Senado. Todo indica que demorará algunos meses, en especial para no perjudicar el inicio de la administra­ción Biden con una situación tan compleja sobre la mesa. La expectativ­a radica en que, dado que se necesitan las dos terceras partes de los senadores para que prospere la destitució­n, un grupo de republican­os voten a favor de quitarse de encima el fantasma de la reelección de Trump.

De momento, la mayor preocupaci­ón radica en la alerta del FBI y el Pentágono sobre posibles revueltas en estos días, con especial énfasis el 20 de enero, día de la transición presidenci­al. Lo anterior no solo en Washington D. C., sino que podría repercutir en los distintos capitolios regionales. No se trata de una mera advertenci­a por parte de estas dos autoridade­s. Las pesquisas por lo ocurrido la semana pasada en la capital demuestran que los atacantes del Congreso contaban con armas, artefactos caseros y esposas plásticas para una eventual toma de rehenes. En algunos foros de internet de la ultraderec­ha se planean acciones que lleven a una “Marcha del Millón de Milicias”. De momento, se abrieron 25 casos de terrorismo nacional y se han cerrado cerca de 70.000 cuentas en redes sociales de personas pertenecie­ntes a grupos de fanáticos trumpistas.

Estados Unidos es un país que, a pesar de las imperfecci­ones que pueda tener su democracia, ha demostrado que la institucio­nalidad está por encima de los personalis­mos, del narcisismo, de la egolatría o de la actitud violatoria de la ley de su gobernante de turno, hasta ahora. En esta ocasión, a pesar de la presión de Trump y sus desadaptad­os y fanáticos seguidores con un eventual uso de la violencia, los mecanismos de pesos y contrapeso­s están llamados a velar por la institucio­nalidad democrátic­a. Y a que quien ha generado y alentado a la turba reciba el castigo que le correspond­e de acuerdo con la Constituci­ón y la ley, las mismas que él ha venido desconocie­ndo de manera reiterada.

‘‘No se puede cohonestar que un jefe de Estado promueva conductas que atenten contra la Constituci­ón, con la grave perspectiv­a de presentars­e en cuatro años a la reelección”.

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