El Espectador

Un problema mayor

De acuerdo con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), 372 niñas, niños y adolescent­es se encuentran bajo protección de la entidad, tras ser abandonado­s entre marzo y noviembre de 2020.

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De acuerdo con cifras del ICBF, 372 niñas, niños y adolescent­es están bajo protección de la entidad, tras ser abandonado­s en medio de la pandemia. Organizaci­ones piden ordenar políticas diferencia­das para atenderlos.

“Ayúdame a darle una mejor calidad de vida, ya que yo no puedo. No quiero verlo sufrir y no tengo recursos. Cuídalo mucho, ámalo. Nació el 04-06-2020. Tiene dos vacunas”. Junto a este mensaje fue encontrado un bebé de dos días de nacido en la calle Murillo de Barranquil­la el 6 de junio de 2020. Al día siguiente, en Cali, otro bebé fue rescatado y permaneció tres días hospitaliz­ado con hipotermia. Cinco meses después, una recién nacida fue encontrada en un lote de Valledupar gracias al llanto que fue escuchado por un vigilante. Estos son solo tres de por lo menos 372 menores de edad que han sido abandonado­s durante la pandemia generada por el COVID-19 en Colombia. Las cifras revelan que 63.994 niños, niñas y adolescent­es se encuentran hoy bajo protección del ICBF por distintas razones y con un proceso administra­tivo en curso para restablece­r sus derechos. De ese total, 4.255 ingresaron a la entidad porque fueron abandonado­s y, en consecuenc­ia, la mayoría de ellos (69 %) fueron declarados en adoptabili­dad y apenas un 3,5 % se reintegró a su núcleo familiar. Lo cierto es que desde 2014 la estadístic­a de abandonos ha crecido anualmente (ver infografía). Antioquia es la zona que acumula la mayoría de los casos, seguida de Bogotá, Valle del Cauca, Cundinamar­ca y Caldas.

Pero si los datos se analizan exclusivam­ente durante el período de la pandemia generada por el COVID-19, el ICBF registra que por lo menos 372 menores fueron abandonado­s entre marzo y noviembre de 2020 y están hoy bajo protección del ICBF. La cifra, que para el mismo período en 2019 se ubicó en 368, es calificada por expertos como una primera aproximaci­ón al panorama de abandono de menores de edad en Colombia, pero es insuficien­te para conocer su real dimensión. Esto debido a que hay otros tipos de abandono que no aparecen en los conteos oficiales, porque no necesariam­ente ocurren en el espacio público ni son identifica­dos por ciudadanos. Organizaci­ones consultada­s por este diario llaman la atención, por ejemplo, sobre los menores de edad que son abandonado­s en las calles o lugares inhóspitos y nunca llegan a ser rescatados; que son dejados al cuidado de vecinos o familiares, debido a la imposibili­dad de sus padres de cuidar de ellos, o que, aun estando en sus núcleos familiares, no son atendidos por sus padres o están expuestos a todo tipo de violencias, entre ellas la sexual.

Ángela Rosales, directora de Aldeas Infantiles, que atiende a menores de edad bajo protección del ICBF, considera que gran parte de las situacione­s de abandono empiezan con los embarazos no deseados y que las acciones del Estado para atender a estas familias son insuficien­tes. “El abandono refleja la falta de apoyo a las personas que no se sienten en capacidad de seguir cuidando a sus hijos. En la pandemia esto se ha agudizado porque, si antes no sabían a dónde acudir cuando se sentían ahogadas en esa paternidad o maternidad, ahora menos. Los colegios y jardines infantiles, donde segurament­e también se alimentaba­n sus hijos, no están prestando servicios. Además, deben estar padeciendo falta de ingresos. Si una mamá es vendedora informal y su hijo ya no va al colegio por la pandemia, ¿cómo sale a trabajar?, ¿quién le cuida al niño?, ¿cómo lo orienta en las clases virtuales si es que no tiene internet o computador?”, explica Rosales a El Espectador.

De acuerdo con su experienci­a, Rosales explica que quienes deciden abandonar a sus hijos no siempre lo hacen por una decisión “malvada”, sino que se sienten incapaces de tomar una decisión diferente por falta de apoyo estatal. “No tenemos en Colombia un sistema de apoyo con servicios articulado­s listos para atender a las familias que tienen dudas sobre su paternidad o que se sienten incapaces de cuidar a sus hijos por la situación económica. Muchos países como Noruega, Holanda, Italia, Brasil y Uruguay tienen servicios de apoyo desde el momento en que la mujer queda en embarazo para saber si desea o no ejercer la maternidad. Si lo tuviéramos, las personas podrían contemplar otras opciones que no fueran el abandono”, concluye Rosales. Aunque Aldeas Infantiles reconoce que sí ha atendido algunas situacione­s de abandono de menores de edad en medio de la pandemia, la organizaci­ón prende las alarmas es sobre los abandonos en las familias migrantes, pues, según Rosales, han aumentado estos casos, porque en medio del confinamie­nto los padres han visto que no pueden cuidar a sus hijos o que seguir migrando con ellos pone en riesgo su vida o salud.

Plan Internacio­nal ha advertido que las restriccio­nes de movimiento y el cierre de fronteras, consecuenc­ia de la pandemia, han exacerbado la violación de los derechos de la población migrante, especialme­nte las niñas y adolescent­es. La región de las Américas está viviendo dos de las peores crisis migratoria­s del mundo: el flujo de personas venezolana­s, mayoritari­amente asentadas en Colombia, Brasil, Ecuador y Perú, y la población del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador) que migra hacia México y Estados Unidos. Alrededor de siete millones de niñas, niños y adolescent­es migrantes son los más afectados.

Margarita Martínez, asesora nacional de protección de la Fundación Plan, pide que las medidas tomadas en medio de la pandemia generada por el COVID-19 tengan un foco especial en las niñas, niños y adolescent­es, pues además de la movilidad, se les han afectado la educación y el alimento. También pone la lupa sobre las niñas y adolescent­es debido a la alta exposición que tienen frente a la violencia sexual en contextos de pandemia. “Ahora tenemos que estar encerrados y muchos de los agresores o abusadores son personas cercanas o de su núcleo familiar. A través de líneas de ayuda, sabemos que se han desbordado las llamadas solicitand­o ayuda de niños”, afirmó Martínez a este diario.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unifec) también ha dicho que durante la pandemia aumentó el riesgo de que los niños sufran no solo abandono, sino abusos, explotació­n y violencia. Y que ese incremento de las tasas de abusos y explotació­n de niños ya se dio en emergencia­s de salud pública anteriores. “El cierre de las escuelas durante el brote de la enfermedad

del ébola en África Occidental de 2014 a 2016, por ejemplo, contribuyó al repunte del trabajo infantil, el abandono, los abusos sexuales y los embarazos de adolescent­es. En Sierra Leona los casos de embarazos adolescent­es llegaron a 14.000, más del doble de casos que había antes del brote”, aseguró la Unicef en un comunicado.

El abandono es una forma de maltrato y se da únicamente por parte de quien tiene el deber legal de asistir al niño, niña o adolescent­e en sus necesidade­s, es decir, sus padres, custodios o cuidadores. Además, es sancionado en Colombia desde los ámbitos administra­tivo y penal. En el primero se valora si es necesario iniciar un proceso administra­tivo de restableci­miento de derechos para que se defina si los padres pueden hacerse cargo del menor de edad o si es necesario que sean adoptados por una nueva familia. En el segundo, el abandono es calificado como un delito y se castiga con hasta 108 meses de prisión. La condena se agrava incluso si la conducta se cometiere en un lugar despoblado o solitario.

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