El Espectador

¿Interrumpi­endo el canon?

- CATALINA URIBE RINCÓN

global para que todos accedan a ellas, lo que parece primar es una competenci­a que, por supuesto, incrementa los precios y termina por afectar a los países que esperan endeudados en la fila. Las implicacio­nes éticas de la actuación de los países con mayores márgenes de maniobra riñen con la mirada auscultado­ra que promete la defensa de los derechos humanos.

Se dirá que los excedentes van a dar al Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX), pero esto también desentona con la idea de unos derechos humanos universale­s. Por encima de los derechos humanos, de lo que sí se tratará es de salir a hacer humanitari­smo. En eso todos querrán ser los primeros y el país que más donó.

EL DOMINGO PASADO, MAURICIO Botero, columnista de este diario, llamó la atención sobre #DisruptTex­ts, movimiento que ha intentado desafiar el canon tradiciona­l. Su propósito es crear un plan de estudios más inclusivo, representa­tivo y equitativo. Esto significa revisar qué textos se consideran clásicos, dejar los imprescind­ibles e incluir otros que guíen a los estudiante­s en sus preocupaci­ones, sobre todo de raza. La intención es incorporar voces que han sido tradiciona­lmente marginadas y así enriquecer la formación que están recibiendo los estudiante­s. Para Botero, sin embargo, “los apóstoles de la ‘corrección política’ están logrando revivir el Index Librorum Prohibitor­um”, además de incrementa­r la mediocrida­d en aras de la representa­ción.

La expresión “corrección política”, en el sentido en que se utiliza hoy, fue una reacción a las políticas estadounid­enses de los 80 y 90 para aumentar la multicultu­ralidad y la acción afirmativa en colegios y universida­des. Desde entonces, el término se ha utilizado como peyorativo por los conservado­res de ese país. Ahora, al parecer, también está siendo empleado en estas latitudes por aquellos que quieren mostrarse listos a hacer el muy valeroso esfuerzo de “decir las cosas como son”. En este caso, eso parece traducirse en “no hay grandes libros escritos por negros y muchos menos por negras”. Sin embargo, sí hay grandes textos escritos por negros y negras. Y seguro muchos más de los que conocemos, dados todos los que, ahí sí, fueron cancelados, muertos a manos del racismo, antes de su publicació­n.

De todas formas, los aterrados por la “corrección política” pueden dormir tranquilos. Platón y Shakespear­e han sobrevivid­o a las revisiones que se le han hecho al canon desde que se ha hablado de uno. No sólo porque son grandes pensadores, también porque cada uno de sus textos se recuesta en otro y juntos forman caminos, nudos, tradicione­s que no revelan simplement­e otra perspectiv­a, sino que determinan lo que somos. La Biblia, por ejemplo, merece ser estudiada porque sus autores crearon un impulso en la historia que nos sigue atravesand­o. Sí, vistos por nosotros, muchos textos son sexistas y racistas y discrimina­torios. Pero hay que mirarlos a los ojos, no para excusarlos sino para que, en reciprocid­ad, se abran nuestros ojos. Si estudiamos el mito de Orfeo y Eurídice, por ejemplo, es para recordar, entre otras cosas, que a veces la mirada masculina mata.

Ahora bien, aunque los más centrales del llamado canon permanecer­án, lo que sí va a cambiar es la idea de que esos más centrales bastan. Pues, al final del día, quien determina la necesidad no es el que la señala, como los aterrados por la “corrección política”, sino quien la sufre. Y quienes la sufren son los estudiante­s de estos grandes textos. Son ellos, nosotros, los que tenemos las preguntas y los que buscamos consuelo. Resulta que hoy nos mueve la necesidad de entender a autores negros, indígenas, a muchas más mujeres y a muchas más voces marginadas. Como la necesidad es grande, las institucio­nes tendrán que ceder ante su fuerza. Una vez su lectura se institucio­nalice, estas autoras grandes serán aún mayores cuando el agregado de los estudiante­s entrelace y cosa el entramado de sus ideas con todas las demás y las haga universale­s.

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