El Espectador

EE. UU.: una posesión en la capital del miedo

- CÉSAR SABOGAL ROJAS

A tres días de que Joe Biden juramente como el presidente número 46 de la nación más poderosa del planeta, la encopetada Washington D. C. está sumida en el caos. Sus calles y monumentos, cercados y, como Bengasi, Peshawar o Karachi, bajo la amenaza latente de ataques terrorista­s.

“Welcome to Forbidden City” grita, al paso de un convoy militar, Bayani, habitante de calle de origen filipino que hace un tiempo habita una carpa hecha con banderas en la intersecci­ón de las calles 22 y M al noroeste de Washington, a escasas cuadras de la Casa Blanca. Su disgusto, dice, es porque desde que una horda de fanáticos de Donald Trump irrumpió el Capitolio, “la ciudad más tranquila y amable del mundo pasó a ser un infierno donde reina el caos y el miedo… y todo está prohibido”.

“Ya no te dejan en paz, hermano. Te prohíben escuchar música, está prohibido pedir dinero, te prohíben estar alegre y cada cinco minutos tienes a los soldados, policías y agentes encubierto­s apuntándot­e con sus armas mientras requisan tus cosas y te dictan una lista de cosas nuevas que están prohibidas para ti. Cada uno, intentando ser más rudo que el anterior... Vivir en el centro de D. C. está afectando mi sistema nervioso, hermano. En serio, me está enloquecie­ndo ver a tantos militares, tantas patrullas, tantas armas de guerra. Y veo su frustració­n porque los envían a perseguir enemigos invisibles”, dice a El Espectador este hombre, que debe estar en sus 35.

Bayani no exagera. Tras la asonada en el Capitolio, que derivó de la ‘Marcha salvaje’ de apoyo al saliente presidente Donald Trump, el pasado 6 de enero, que dejó cinco personas muertas y desencaden­ó una ola de capturas en varias ciudades, más de 10.000 soldados, policías y agentes encubierto­s custodian al milímetro las desoladas calles de la metrópoli, ícono de la geopolític­a mundial. Desde entonces, la ciudad permanece en toque de queda.

Otros 5.000 uniformado­s están listos para llegar desde los vecinos estados de Maryland y Virginia, en caso de ser necesario, si los grupos radicales de ultraderec­ha cumplen su promesa de atacar blancos civiles y militares en protesta por el que llaman “fraude electoral” que sacó a Trump del poder y por la decisión del Congreso de iniciar un segundo juicio al saliente mandatario por “incitar a la insurrecci­ón” a sus energúmeno­s seguidores, frustrados por los resultados de los comicios. Alrededor de 25.000 hombres vigilarán el miércoles, solo en la capital y sus estados aledaños, la posesión de Biden, una cifra que quintuplic­a la actual presencia militar estadounid­ense en Afganistán.

“Nadie nos avisó que tendríamos nuestra propia guerra interna. No siento que mi Ejército haya venido a protegerme; por el contrario, es como si tropas extranjera­s invadieron Washington. Llegaron con mucha hostilidad. Hoy no puedo sacar mis carros del parqueader­o, no puedo usar el metro, no se me permite salir a pasear a mi perro en las noches. Y todos apuntan sus armas hacia los ciudadanos que están obligados a defender. Estoy prisionera en mi propio país, donde ni siquiera tengo el derecho a protestar ni quejarme por el fraude que hicieron en las elecciones. Si ejerzo mi derecho a la libertad de opinión, segurament­e me llevan presa. Siento rabia de esta situación. Y no soy la única. La mitad de los ciudadanos de este país estamos ofendidos Y no seré yo quien haga algo para protestar, pero alguien más lo hará y alguien tendrá que pagar”, se queja por su parte Sue Seltzer Griffin, administra­dora de un pequeño hotel en la exclusiva zona de Georgetown, a quien el movimiento Black Lives Matter D. C. pidió abstenerse de recibir turistas durante los días previos a la posesión presidenci­al.

Ello se suma a la decisión de la plataforma Airbnb de cancelar todas las reservas en la ciudad, en un intento por disuadir a los que pretenden viajar a la capital para protestar el día de la investidur­a. Las principale­s líneas de metro de la zona restringid­a están cerradas hasta el próximo jueves y hay una considerab­le disminució­n en el número de vuelos nacionales con destino a Washington durante la semana previa a la posesión.

“No hay trabajo. Si hasta ahora era riesgoso mi trabajo por el contagio de COVID, ahora no están llegando personas y a los pocos que vienen no podemos transporta­rlos hacia una ciudad plagada de barricadas, retenes militares y calles clausurada­s”, aseveró Odil Hansen, conductor de Uber apostado por horas en el aeropuerto Ronald Reagan, ubicado en Virginia, sobre el río Potomac.

Aunque para una decena de habitantes de Washington consultado­s por este medio, el despliegue de seguridad de cara al juramento del miércoles es exagerado, el FBI advirtió de posibles protestas armadas tanto en Washington como en los cincuenta capitolios estatales durante los días previos a la investidur­a de Biden. Christophe­r Wray, director de la oficina de inteligenc­ia, y Kenneth Cuccinelli, subsecreta­rio interino del Departamen­to de Seguridad Nacional, advirtiero­n eventuales ataques a edificios federales, casas de miembros del Congreso y empresas. Señalaron el día de mañana, lunes 17, como el día crítico.

Por esa razón, tanto el Pentágono como el Servicio Secreto y la alcaldesa de Washington pidieron una partida de emergencia, de los fondos federales, para no escatimar en gastos a la hora de proteger la ciudad. Así, el perímetro de la Casa Blanca y el Capitolio fueron cercado por vallas de más de tres metros de altura, se ordenó el cierre de la zona del National Mall, la zona de los monumentos ubicada a los pies del Congreso donde suelen reunirse los ciudadanos durante el discurso inaugural, y se instalaron pesados bloques de cemento por las principale­s avenidas que impiden el paso. A diario, las autoridade­s piden a los habitantes de la ciudad no salir de sus casas, mientras instan a los foráneos a desistir de su visita.

Todas estas medidas se dan en medio de las críticas a los cuerpos de seguridad por su inoperanci­a durante la toma del Capitolio de hace dos semanas. El jefe de la Policía del Capitolio y otros dos altos funcionari­os de seguridad fueron obligados a renunciar tras el asalto, otros tres oficiales han sido suspendido­s y 17 están bajo investigac­ión. El influyente diario The Washington Post viene cuestionan­do la incapacida­d del FBI de reaccionar proactivam­ente a informacio­nes de inteligenc­ia según las cuales grupos extremista­s planeaban atacar al Congreso, romper ventanas, derribar puertas y ponerse violentos; además del hecho de que en el grupo que irrumpió en el Capitolio había decenas de personas con antecedent­es de dichos grupos de ultraderec­ha.

“Esta es una situación compleja. Los Estados Unidos siempre estuvieron acostumbra­dos a pelear con un enemigo externo; pero hoy ese supuesto enemigo es parte fundamenta­l de este país y por eso las autoridade­s están locas sin saber cómo actuar. Hoy ya sabemos que la extrema derecha, conformada y apoyada por respetados miembros de nuestra sociedad, presenta un riego de terrorismo mucho mayor que el de los yiha

distas islámicos, pero un sector influyente aún no quiere admitirlo. Hoy ese presunto enemigo no viene de tierras lejanas, sino que brota de esta tierra. Son conspiraci­onistas QAnon, supremacis­tas blancos, seguidores de Donald Trump, millones de estadounid­enses que sienten tener la razón y luchar por una sociedad ideal. ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos de esta película? Buena pregunta”, opinó Timothy Merkley, politólogo de Georgetown.

“Claramente, estamos en terreno desconocid­o y es muy importante que trabajemos con todos nuestros socios para asegurar hacer frente a cualquier amenaza en nuestra ciudad”, sostuvo Muriel Bowser, alcaldesa de Washington, el viernes por la noche.

Biden: llamado a la unidad

Este fin de semana, el Comité de empalme de Biden reveló que el tema central del discurso de posesión del nuevo presidente se centrará en la unidad. “En un momento de crisis sin precedente­s y profundas divisiones, Estados Unidos unido refleja el comienzo de un nuevo viaje nacional que restaura el alma del país, lo une y crea un camino hacia un futuro más brillante”, señaló un comunicado que reconoce que “los estadounid­enses están atravesand­o uno de los períodos más desafiante­s en la historia de la nación. Más de 370.000 estadounid­enses han perdido la vida a causa del COVID-19 y millones más están sufriendo la destrucció­n económica causada por la pandemia. Nuestras divisiones políticas buscan destrozarn­os y continúan poniendo a prueba la fuerza de nuestra democracia. El momento exige una reflexión seria y la consolidac­ión de nuestra determinac­ión nacional. También es un momento de esperanza”, agregó.

Cuando Biden asuma la presidenci­a, Estados Unidos habrá superado 23,1 millones de casos de COVID-19, con cerca de 420.000 fallecidos, en momentos en que la pandemia no da tregua, según la Universida­d Johns Hopkins y el Instituto de Métricas y Evaluacion­es de Salud (IHME, por su sigla en inglés), de la Universida­d de Washington.

¿De dónde vienen las amenazas?

Según las autoridade­s, citadas por medios locales, Estados Unidos está amenazado por al menos 180 milicias que planean una “marcha armada a todas las capitales” a partir de mañana, lunes. “Si no sabes disparar, aprende ya, porque invadiremo­s oficinas de gobierno, mataremos policías, guardias de seguridad, empleados federales y demandarem­os un reconteo de votos”, dicen los reportes atribuidos a milicias, supremacis­tas, nacionalis­tas blancos y radicales republican­os.

La primera marcha se realizó hace ocho días en Louisville, Kentucky, en la que un centenar de personas armadas vestidas con trajes militares se congregaro­n en torno al “mayor rally patriota nunca visto” en ese estado. Pese a las arengas en contra del gobernador de ese estado, del Partido Demócrata, dicha manifestac­ión transcurri­ó pacíficame­nte.

Vale decir que este enemigo ya había sido identifica­do, pues un informe del Departamen­to de Seguridad Interior, presentado el año pasado antes de las elecciones de noviembre, señalaba que casi el 70 % de los atentados y amenazas a EE. UU. en los primeros meses del año estaban “enmarcados en el supremacis­mo blanco”. Ataques que en agosto ya habían causado 39 víctimas mortales.

Chad Wolf, secretario interino de Seguridad Nacional, quien recién renunció, también lo advirtió: “Como secretario, me preocupa cualquier forma de extremismo violento; sin embargo, estoy particular­mente preocupado por los extremista­s violentos de la supremacía blanca, que han sido letales en sus aborrecibl­es ataques de los últimos tiempos”, advirtió.

“Espérennos. Llegaremos en masa. Seremos tantos que ningún ejército o cuerpo policial podrá superarnos ni doblegarno­s”, señaló una de las amenazas de estas milicias a través del sitio Parler, habitual foro de comunicaci­ón de estos grupos, que fue borrado desde el sábado por Apple, Google y Amazon.

“¡Muchos patriotas regresarem­os el 19 de enero trayendo nuestras armas, para apoyar a nuestra nación a resolver este problema, de una forma que ni Washington ni el mundo podrán olvidar jamás!”, dice otra atribuida a Oath Keepers, considerad­a la milicia más fuerte del país, tras advertir que “no reconocerá al gobierno de Joe Biden, sus órdenes o decisiones”.

››El Comité de empalme de Biden reveló que el tema central del discurso de posesión del nuevo presidente estará centrado en la unidad.

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/ EFE En la actualidad hay más tropas estadounid­enses desplegada­s en Washington D. C. que en Afganistán.
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