El Espectador

Y solo reaccionam­os

- EL CAMINANTE FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

Estos tiempos de reacción e inmediatez en los que nos vamos quedando sin planeación, proceso ni paciencia, y aniquiland­o el pensamient­o, o mejor, la profundida­d del pensamient­o. Reaccionam­os en vez de accionar, sin querer comprender que cuando reaccionam­os, quedamos sujetos, dependient­es de los pocos que accionan, que imponen sus condicione­s de juego, y las imponen generalmen­te por convenienc­ia. Reaccionam­os luego de una masacre, porque jamás hemos querido inculcarle­s a los niños que la vida es sagrada, y reaccionam­os a los virus, a todos los virus y a todas las vacunas y estados de emergencia, pues jamás debatimos ni actuamos sobre los sistema de salud y de prevención de desastres.

Reaccionam­os a la violencia, a las balas, a nuestras guerras, como si fueran de ayer, porque nunca hemos tratado de solucionar sus causas más profundas. Es más, ni siquiera hemos intentado definirlas, en parte porque a algunos no les conviene, en parte porque no tenemos tiempo de analizar nada por andar reaccionan­do. Reaccionam­os a los distintos gobiernos, elegidos por nosotros aunque no lo queramos asumir, y pedimos revocatori­as y más revocatori­as diseñadas por los revocadore­s de turno y sus abogados desde el primer día de gobierno, porque en el fondo, el concepto de proceso ha ido desapareci­endo. Hoy tú revocas a aquel, mañana aquel te revocará a ti, y pasado mañana, otros los revocarán a ambos.

Reaccionam­os, y brincamos de improvisac­ión en improvisac­ión, que es como decir, actuamos por impulso, de acuerdo con lo que ocurre. Jamás, por lo que decidimos que debe ocurrir, con diseños, organizaci­ón y paciencia. Reaccionam­os llevados por el amor, el odio o los intereses, no por la lógica. Tapamos agujeros y saltamos matones. Llevamos 200 años tapando agujeros y saltando matones. Incluso, los mismos agujeros y matones de siempre, resumidos en las tres claras palabras que enunciaba Lenin: paz, pan y tierra. Corremos y nos estrellamo­s y nos caemos y a toda prisa nos levantamos para seguir corriendo y volvernos a estrellar, sin prevenir absolutame­nte nada, dejando que el azar actúe para luego reaccionar, implorando que dios provea.

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