Y solo reaccionamos
Estos tiempos de reacción e inmediatez en los que nos vamos quedando sin planeación, proceso ni paciencia, y aniquilando el pensamiento, o mejor, la profundidad del pensamiento. Reaccionamos en vez de accionar, sin querer comprender que cuando reaccionamos, quedamos sujetos, dependientes de los pocos que accionan, que imponen sus condiciones de juego, y las imponen generalmente por conveniencia. Reaccionamos luego de una masacre, porque jamás hemos querido inculcarles a los niños que la vida es sagrada, y reaccionamos a los virus, a todos los virus y a todas las vacunas y estados de emergencia, pues jamás debatimos ni actuamos sobre los sistema de salud y de prevención de desastres.
Reaccionamos a la violencia, a las balas, a nuestras guerras, como si fueran de ayer, porque nunca hemos tratado de solucionar sus causas más profundas. Es más, ni siquiera hemos intentado definirlas, en parte porque a algunos no les conviene, en parte porque no tenemos tiempo de analizar nada por andar reaccionando. Reaccionamos a los distintos gobiernos, elegidos por nosotros aunque no lo queramos asumir, y pedimos revocatorias y más revocatorias diseñadas por los revocadores de turno y sus abogados desde el primer día de gobierno, porque en el fondo, el concepto de proceso ha ido desapareciendo. Hoy tú revocas a aquel, mañana aquel te revocará a ti, y pasado mañana, otros los revocarán a ambos.
Reaccionamos, y brincamos de improvisación en improvisación, que es como decir, actuamos por impulso, de acuerdo con lo que ocurre. Jamás, por lo que decidimos que debe ocurrir, con diseños, organización y paciencia. Reaccionamos llevados por el amor, el odio o los intereses, no por la lógica. Tapamos agujeros y saltamos matones. Llevamos 200 años tapando agujeros y saltando matones. Incluso, los mismos agujeros y matones de siempre, resumidos en las tres claras palabras que enunciaba Lenin: paz, pan y tierra. Corremos y nos estrellamos y nos caemos y a toda prisa nos levantamos para seguir corriendo y volvernos a estrellar, sin prevenir absolutamente nada, dejando que el azar actúe para luego reaccionar, implorando que dios provea.