El Espectador

De contratos, vacunas y (falta de) transparen­cia

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LA FRUSTRACIÓ­N DEL GOBIERNO Nacional con quienes critican su manejo de los contratos por las vacunas es infundada. Hemos celebrado el manejo de la administra­ción de Iván Duque y entendemos la complejida­d de la tarea que tiene el Ministerio de Salud. Por supuesto que estamos en un momento histórico complejo, donde las farmacéuti­cas tienen un poder desmedido que no han dudado en utilizar. Sin embargo, es razonable preguntars­e por los aspectos en los que ha cedido el país, así como por los costos y la razón de ser de los acuerdos de confidenci­alidad firmados. La urgencia no es suficiente para justificar cualquier actitud por parte del Estado colombiano.

En entrevista con Blu Radio, el 21 de diciembre del año pasado, el presidente Duque fue claro: “Esperamos hacia el mes de febrero iniciar la vacunación masiva. La vacunación de prueba puede ser esta semana, la siguiente o la primera de enero”. La segunda parte de esa promesa no se cumplió y, ahora sabemos, el Gobierno ha tenido problemas para dar una fecha clara de vacunación debido a que falta firmar contratos finales con varias de las farmacéuti­cas. El problema es que no sabemos, y se notifica ahora que no podemos saber, cuál va a ser el costo de las vacunas debido a que Colombia se comprometi­ó en un acuerdo de confidenci­alidad con las farmacéuti­cas.

El Ministerio de Salud ha sido claro en que su plan de vacunación se ejecutará sin problemas. También han dicho que los 29 millones de vacunas prometidas aterrizará­n en el país. No tenemos motivos para dudar del tema. Lo que sí es cuestionab­le es que el Estado haya aceptado la confidenci­alidad sin dar un debate abierto en Colombia. “Si llegase a violarse esa confidenci­alidad, el país deberá atenerse a las sanciones y posible pérdida de la negociació­n y, por ende, de los biológicos”, dijo el ministro Fernando Ruiz. Es decir: o aceptamos los términos o nos quedamos sin vacunas. ¿No había otra forma de dar esa discusión y, sobre todo, de entender la preocupaci­ón de quienes han expresado críticas a ese modelo?

Por ejemplo, Colombia se ha negado a participar de los esfuerzos liderados por Costa Rica y Sudáfrica para pedir una negociació­n más justa de las vacunas. Nuestra actitud en favor del aislacioni­smo debilitó nuestra posición frente a las farmacéuti­cas. ¿Qué tal si, por ejemplo, América Latina se hubiese presentado como un bloque unido, similar a lo que hizo la Unión Europea? ¿No debió Colombia emplear su liderazgo diplomátic­o en buscar esa coordinaci­ón? ¿Por qué no respondimo­s a los llamados que nos hicieron?

En total justicia, es cierto que otros países también firmaron esos acuerdos de confidenci­alidad. Se trató de una solicitud abusiva por parte de las farmacéuti­cas, que saben que tienen el control de la situación. Por eso mismo es importante saber las razones detrás de la pasividad del Gobierno. Entendemos que se acepte guardar secreto en torno a los aspectos científico­s de las vacunas, pero no lo que se refiere a su modelo de negocios. El silencio permite que se creen situacione­s desiguales, no solo en Colombia, sino en el resto de los países.

Sería útil que el Gobierno cambie su estrategia de comunicaci­ón. Quienes exigen respuestas no desean que el plan de vacunación falle. Solo consideram­os que la transparen­cia es clave y que temas como el costo de las vacunas son de interés público.

‘‘Entendemos que se acepte guardar secreto en torno a los aspectos científico­s de las vacunas, pero no lo que se refiere al negocio”.

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