El legado, el futuro y el patrimonio
NO CREO HABER VISTO UNA TURBA tan disfuncional como aquella que atacó el Capitolio de EE. UU. el pasado 6 de enero, en el momento en que los congresistas se encontraban reunidos para certificar la victoria de Biden. Esta caterva, alebrestada por el presidente, y que se asemejaba a caracteres sacados del central casting de cualquier estudio de Hollywood, irrumpió en el edificio del Congreso para denunciar lo que consideraban un fraude electoral. Como afirmaba el editorial de El Espectador del 5 de enero: “Repiten hasta el cansancio que hubo fraude, que hay una conspiración, que se robaron las elecciones y que las registradurías de cada estado fueron compradas. A la fecha no han aportado alguna prueba aceptable. Trump fue derrotado más de 50 veces en las cortes, pero la realidad no les importa. ¿Cómo dialogamos con quienes viven en un mundo paralelo y se niegan a ver los hechos? Un parlamentario incluso se tomó fotos con un tapabocas que dice: “Trump ganó”. No, no ganó. ¿Por qué no lo aceptan?”.
El presidente de la JEP, Eduardo Cifuentes, manifestó su apoyo al Congreso de EE. UU. y dijo que “es necesario identificar y no seguir a personajes como Trump y a sus imitadores en Colombia”. Magistrado, ¿imitadores o precursores? Digámonos la verdad, aquí en Colombia se logró en 2016 exactamente lo que Trump y sus acólitos pretendieron: desconocer el resultado de las elecciones. En EE. UU., la fronda se estrelló contra la solidez de las instituciones. Aquí, por el contrario, las instituciones se doblegaron ante el poder. El anterior gobierno, respaldado por un amoral y cuestionable contubernio de magistrados y congresistas, desconoció olímpicamente la voluntad popular y firmó un falseado y para muchos espurio Acuerdo de Paz. Afirmando tajantemente que la oposición había aceptado desconocer los resultados del plebiscito (una mendaz falsedad) y ante el aplauso frenético de la comunidad internacional, Santos y su gobierno se pasaron por la galleta la voluntad de la ciudadanía. Por supuesto para este “conejo” Santos contaba con ríos de mermelada, los artificios de Roy, la pusilanimidad de muchos magistrados y la doblez de varios medios. El error de Trump fue depender casi exclusivamente del hombre de los cuernos. Si el lector quiere adicional ilustración le recomiendo ver el video de María Andrea Nieto en El Control, de Semana.com (https://bit.ly/2XIUiXD).
Y volviendo a Trump, lo que más asombra al autor de esta nota es la falta de realismo de él, de su familia y de sus asesores en creer que una ópera bufa violenta iba a cambiar los resultados electorales. Trump la semana pasada puso en juego su legado, su futuro y su patrimonio. Su legado, porque en el imaginario estadounidense y mundial sus desvaríos van a opacar sus logros. Su futuro, porque Trump no volverá a llegar a la presidencia. Y su patrimonio, porque el sistema financiero y la inmensa mayoría de los estadounidenses van a rechazar asociarse al nombre de Trump.