El Espectador

Inauguraci­ón saboteada

- VISIÓN GLOBAL ARLENE B. TICKNER

En medio de la tragedia humana provocada por el mal manejo de la pandemia, el estupor en torno al ataque al Capitolio y el miedo de que puede haber violencia en la posesión presidenci­al de Joe Biden —incluyendo la posibilida­d de que entre las 25.000 tropas de la Guardia Nacional enviadas a Washington haya simpatizan­tes extremista­s—, los temas de política exterior han sido menos visibles. Sin embargo, de la misma forma que Trump imposibili­tó la transición pacífica de poder, durante las últimas semanas, el gobierno saliente estuvo dedicado a sabotear cualquier tentativa de cambio en el extranjero por parte de su sucesor.

Entre las acciones que más llaman la atención por lo controvers­iales, así como la dificultad de que Biden las revierta sin desgastars­e con procedimie­ntos burocrátic­os engorrosos y confrontac­iones políticas indeseable­s, se incluyen: la adopción de sanciones adicionale­s contra China, Irán y Venezuela; la insistenci­a sin fundamento de que Irán es la nueva base operativa de Al Qaeda; la designació­n de los rebeldes hutíes en Yemen como organizaci­ón terrorista, la cual puede empeorar aún más la crisis humanitari­a en ese país; y la de Cuba como Estado que patrocina el terrorismo, entre otros, por su negativa a extraditar a integrante­s del Eln a Colombia y su apoyo al régimen venezolano.

Como si el campo minado descrito fuera poco, el equipo de servidores públicos que el nuevo gobierno se está armando hereda otros obstáculos. En lo institucio­nal, por ejemplo, la desvertebr­ación del Departamen­to de Estado y, en general, del servicio civil puede haber aminorado la memoria histórica estatal, lo cual dificultar­á un simple reseteo diplomátic­o. Similarmen­te, el proceso de confirmaci­ón en el Senado de los funcionari­os nombrados por Biden podrá demorarse más de lo esperado, ya que, pese a la leve mayoría demócrata, este entrará a competir con el segundo juicio político a Trump.

Si frente al eslogan de América primero, que justificó una política exterior aislacioni­sta y egoísta, Biden ha promovido la idea de que América ha regresado, no serán pocos los escépticos dentro y fuera del país. Por un lado, tendrá que convencer a una opinión pública dividida, de la importanci­a de las acciones estadounid­enses en el mundo para sus propios intereses, incluyendo el imperativo de la cooperació­n y solidarida­d internacio­nales en torno a la pandemia. Por el otro, deberá reconstrui­r la reputación y credibilid­ad de Estados Unidos ante socios, rivales y enemigos. Mientras que muchos líderes mundiales, comenzando por los europeos y la mayoría de latinoamer­icanos, añoran pasar la página y recuperar alguna semblanza de normalidad y certidumbr­e a las relaciones con Washington, el declive en el poderío y liderazgo estadounid­enses que ya estaba en curso, aunado a la explosiva situación interna y su deterioro democrátic­o, no solo darán pausa sino que serán aprovechad­os por algunos para trazar rutas distintas a las planteadas por el nuevo ocupante de la Casa Blanca. Así, al tiempo que Biden inicia su presidenci­a con el aplauso y alivio de las mayorías estadounid­enses y mundiales, también su camino en política exterior será espinoso.

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