El Espectador

Duchazo frío

- BRIGITTE BAPTISTE

EL 13 DE ENERO UN GRUPO DE 17 científico­s liderado por Corey Bradshaw (Universida­d de Flinders, Australia) y Paul R. Ehrlich (Universida­d de Stanford, EE. UU.), que incluye dos ecólogos mexicanos con presencia global (G. Ceballos y R. Dirzo) y cuatro grandes mujeres, publicó una severa catilinari­a para los líderes globales que parecen no entender, ni en tiempos de COVID-19, que el manejo del mundo requiere un drástico cambio de rumbo (“Global Biodiversi­ty Threats”, Frontiersi­n.org). Compilan la evidencia de 150 grandes estudios provenient­es de organismos multilater­ales, reportes de las grandes ONG ambientale­s y decenas de publicacio­nes académicas de síntesis que, puestos en la misma página, resultan en un panorama francament­e aterrador, ante el cual palidecen los efectos de la pandemia actual. El mensaje es crudo y duro y así lo defienden: las ciencias deben decir lo que deben decir, sin edulcorant­e.

No se trata de turbas enardecida­s que marchan mezclando causas y emociones con toda clase de mensajes, ni de medios de comunicaci­ón incendiari­os. Tampoco, de comités gremiales o empresaria­les preocupado­s por la imposibili­dad de persistir en un futuro catastrófi­co y que presionan desde el lobby la toma de medidas más efectivas: se trata de un conjunto de grandes mentes que llevan décadas revisando las trayectori­as ambientale­s del mundo con el máximo rigor y entregan un mensaje muy duro a los gobiernos del mundo, básicament­e diciéndole­s que con su inacción o políticas ambientale­s simuladas están poniendo en riesgo la misma persistenc­ia de las civilizaci­ones, una combinació­n de ignorancia e irresponsa­bilidad con temores electorero­s, falta de creativida­d y, en algunos casos, clara evidencia de corrupción al actuar en favor de intereses particular­es.

Las evidencias, para los autores, indican que el futuro resultará mucho más peligroso de lo pensado y la escala de las amenazas a la biósfera será tan grande, que ya es difícil de dimensiona­r incluso para los expertos. No parecen existir las capacidade­s o liderazgos en el sistema político y económico actual para afrontar los desastres por venir, y la situación es tan crítica que impone una responsabi­lidad extraordin­aria en los mismos científico­s para hablar con precisión y sinceridad.

Los expertos hacen referencia central a la gigantesca erosión de los servicios ecosistémi­cos que sustentan todo el bienestar en la Tierra.

Los datos, contundent­es, confirman que en poco más de 10.000 años la humanidad ha destruido la mitad de la vegetación del planeta, extinguien­do el 20 % de su biodiversi­dad y poniendo en riesgo otro 40 %; las poblacione­s de animales silvestres han decaído un 68 % y su biomasa un 25 %, mientras los insectos están desapareci­endo rápidament­e. Sólo queda el 15 % de los humedales del siglo XVII, el 75 % de los ríos de más de 1.000 km ya no corren sin represamie­ntos y el 50 % de los arrecifes han desapareci­do. Una catástrofe en biodiversi­dad que genera una disminució­n en la capacidad de captura de carbono, menor polinizaci­ón, más degradació­n del suelo, disminució­n de la calidad de aire y agua, mayores y más frecuentes eventos de inundación e incendios, y un severo compromiso de la salud humana.

Más que un duchazo frío, se insiste en la subestimac­ión de los peligros comprobado­s que acechan el bienestar básico de los humanos. El mundo pos-COVID debe reconstrui­r sus condicione­s de funcionali­dad ecológica o la amenaza del colapso que se avizora no se podrá afrontar a tiempo. Feliz año…

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