“Recuperemos el liderazgo mundial”, pide la ministra de Finanzas de Indonesia
La reconocida analista y su revisión del impacto de la pandemia en la economía global y la perspectiva 2021.
Este año, el mundo sufrió una crisis global inaudita para muchas generaciones. La pandemia del COVID-19 no discrimina, no tiene precedentes en cuanto a su escala y dejó al descubierto debilidades omnipresentes en los sistemas de salud, la preparación ante emergencias y la coordinación multilateral; aunque el problema del coronavirus es principalmente una cuestión de salud, no deja de ser una crisis multidimensional.
Debido a la gigantesca complejidad de las secuelas de la pandemia, los responsables de las políticas en todos los ámbitos han enfrentado desafíos sin precedentes: los gobiernos tuvieron que mantener un equilibrio entre la protección de las vidas de la gente y la de su sustento, y entre mantener el margen de maniobra fiscal y evitar mayores cargas de deuda. Durante estos tiempos extraordinarios quedó patente la elección entre velocidad, precisión y eficacia en las políticas.
Aunque la mayoría de los gobiernos nacionales respondieron a la crisis de manera general similar, la eficacia de las políticas varió mucho de un país a otro, reflejando diferencias en el liderazgo político, la capacidad institucional, los procesos para tomar decisiones y otros factores. Los sistemas sanitarios robustos e inclusivos, la preparación para emergencias y las redes de seguridad social tuvieron un papel fundamental. En el futuro, estos sistemas, junto con políticas macroeconómicas sólidas y margen de maniobra fiscal, permitirán a los países responder más rápida y eficazmente ante impactos similares.
Esos impactos pueden ser repentinos y, lo que es peor aún, simultáneos. Entre enero y abril de este año, la economía pasó de un optimismo general a su peor caída desde la Gran Depresión. El Banco Mundial estima que hasta cien millones de personas se verán empujadas a la extrema pobreza, lo que revertirá décadas de progreso.
En los países en vías de desarrollo, la carga del COVID-19 y las subsiguientes medidas de confinamiento golpearon con más fuerza a los trabajadores y hogares que carecen de acceso adecuado a las redes de seguridad social. Si no ampliamos la asistencia, los cuasipobres y otros grupos vulnerables podrían fácilmente sufrir penurias peores, pero la eficacia y el ritmo de la respuesta gubernamental dependen fuertemente de la disponibilidad de datos y de su confiabilidad. Los países que ya cuentan con información detallada y de fácil acceso sobre los posibles beneficiarios pueden ajustar muy rápidamente sus programas para enfocarse en las poblaciones en riesgo; sin embargo, para los que carecen de bases de datos unificadas, ampliar los datos en medio de una pandemia plantea desafíos significativos.
Por su parte, Indonesia, como la mayoría de los países, respondió a la pandemia reforzando su infraestructura de salud pública, ampliando la protección social y ofreciendo apoyo a las pequeñas empresas. Con una base de datos unificada ya disponible sobre los hogares del 40 % más pobre de la población, pudimos ajustar rápidamente los requisitos para los beneficios, con el objetivo de cubrir al 60 % de los hogares más pobres.
Mientras que las pequeñas empresas y el sector informal estaban relativamente bien preparados debido a las crisis económicas previas, estos grupos se encontraban entre los más vulnerables a las medidas de confinamiento por la pandemia. Como muchos otros países, Indonesia enfatizó las políticas de apoyo a las pequeñas empresas, que introdujeron tasas de interés subsidiadas, reestructuración de deudas y créditos para capital de trabajo, combinados con garantías crediticias.
Con la vista puesta en 2021, queda ya claro que la forma y el ritmo de la recuperación mundial dependerán de varios factores relacionados, pero el más importante es el liderazgo mundial. La comunidad internacional debe acordar una plataforma común para impulsar una recuperación coherente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030.
Sin embargo, aunque los líderes del G20 se unieron después de la crisis financiera de 2008 para salvar a la economía mundial de un colapso más profundo, ahora enfrentamos una falta de liderazgo mundial sin precedentes. Estados Unidos y China están trabados en un conflicto por el comercio, la tecnología 5G y otros temas geopolíticos; y se dejaron de lado los sistemas y procesos multilaterales en nombre de la soberanía nacional.
En ausencia de un liderazgo mundial, cada país debe centrarse en lo que puede hacer internamente para evitar el peor de los escenarios: una pandemia prolongada, mientras continúa avanzando en pro de los ODS. Por ejemplo, los programas de protección social y las políticas de apoyo a las pequeñas empresas de Indonesia incluyen partidas especiales para las mujeres beneficiarias. Este enfoque no solo mejora su inclusión financiera, sino que además promueve otros objetivos de desarrollo, porque las mujeres tienden a asignar más recursos a los niños.
Los responsables de las políticas también deben lidiar con el impacto de la pandemia sobre la forma en que la gente trabaja e interactúa, y con una dependencia mucho mayor de las tecnologías digitales y la infraestructura de internet. Las perturbaciones por el COVID representan una oportunidad para transformar la economía a través de acuerdos laborales más eficientes, eficaces y flexibles, y reducir la huella de carbono. Además de ser valiosas en sí mismas, las inversiones en tecnología digital e infraestructura son poderosos catalizadores para la recuperación económica.
Por otra parte, con un margen de maniobra fiscal reducido en todas partes, las re
››La recuperación mundial está en juego, debemos reformar y recuperar el sistema multilateral y resistir a quienes están dispuestos a descartar algo bueno en vez de solucionar sus falencias.
formas para mejorar la calidad del gasto público han ganado importancia. El diseño transparente de las políticas, la precisión de los datos y las instituciones eficaces son fundamentales para garantizar que los recursos públicos se gasten en lo que genera impactos reales para el desarrollo.
Pero aun cuando los gobiernos se están dedicando a los desafíos locales de corto plazo, la cooperación mundial será, en última instancia, fundamental para garantizar una recuperación sostenible e inclusiva. La colaboración internacional concertada es necesaria para gestionar el tsunami de deuda que se avecina, iniciado por la pandemia. Muchos países ya estaban en dificultades porque la carga de sus deudas era insostenible antes de la crisis; por eso, será necesaria la cooperación global para evitar reducciones generalizadas de las calificaciones crediticias y una ola de crisis de deuda soberana en los próximos meses.
Además, como no derrotaremos la pandemia hasta que no erradiquemos el virus de todos los países, la cooperación mundial será necesaria para garantizar el acceso universal a las vacunas. Sin vacunación universal, el COVID-19 ampliará aún más la brecha entre los ricos y los pobres, y exacerbará la inestabilidad social y política entre los países y dentro de ellos.
Hasta ahora, el mundo se las ingenió para evitar el peor de los escenarios gracias a muchas de las lecciones que aprendimos durante la crisis de 2008, pero no hemos superado aún la prueba de la pandemia. La crisis de 2020 dejó en claro que necesitamos una cooperación mundial aún mayor para enfrentar este desafío, el más grave de este siglo.
La recuperación mundial está en juego, debemos reformar y recuperar el sistema multilateral y resistir a quienes están dispuestos a descartar algo bueno en vez de solucionar sus falencias. Somos 8.000 millones de personas las que estamos en el mismo bote de la economía mundial, cuya recuperación favorecerá a todos los gobiernos, empresas y foros multilaterales.