El bonzo y el kamikaze
Meses atrás, y con motivo de la muerte de Quino, estuve repasando todos los materiales que manejé en el año 2012, en ocasión del cumpleaños número 50 de su criatura más famosa, cuando me metí entre pecho y espalda las casi 2.000 historietas que contiene nuestra Biblia laica, el Toda Mafalda, y de repente me detuve al ver una de ellas. Es aquella en que Mafalda está sentada en el umbral de la puerta, ve llegar a una señora, se estira los ojos para parecer una japonesita y le dice: “¿Kimono hitachi fuji-yama harakiri minolta hirohito?”. Luego se pone en pie y le sigue diciendo: “¡Karate hiroshima geisha! ¿Samurai ikebana?”. La señora, espantada, echa a correr y Mafalda se resigna: “¡Y después hablan de una mayor comprensión entre Oriente y Occidente!...”.
Me dio mucho que pensar el hecho de que en el texto de esa historieta se manejan nada menos que diez palabras japonesas transcritas a un alfabeto latino, y que todos conocemos lo que significa cada una de ellas y nos parecería pecaminosa pérdida de tiempo el castellanizarlas.
Otra palabra japonesa que usamos tal cual, y no aparece en la historieta, es bonsái. ¿Y cómo decir “bonsái” si no es diciendo “bonsái”? ¿O se imaginan diciendo que fueron a una florería y compraron una planta ornamental sometida a una técnica de cultivo que impide su crecimiento mediante corte de raíces y poda de ramas? (Es la definición de bonsái que ha recogido la docta casa –la Real Academia– en su diccionario).
Y de ahí pasé a recordar un diálogo en la nube con Samuel Whelpley, ingeniero civil en Barranquilla y asiduo lector de mis columnas, en relación con una serie de inmolaciones con motivación política que hubo por entonces: “Si viera, don Ricardo, que buena parte de esos kamikazes son personas que tienen alguna educación, sorprende aún más que caigan en manos de teólogos radicales que pregonan el martirio (que es un suicidio) para obtener el Paraíso. Me preguntaba si para usted esta forma de suicidio no tendría algunas similitudes con la inmolación a lo bonzo que en los últimos tiempos parece haber resurgido”.
Le respondí entonces lo mismo que haría hoy, y es que entiendo que hay una diferencia esencial entre el bonzo y el kamikaze. El primero se inmola solo, el segundo quiere llevarse por delante todo aquel que se encuentre a su alcance. Pero hay algo sutil que los une: la etimología. Ambas palabras son de origen oriental, incluso extremo-oriental, lo que vuelve a reafirmarme en mi desapego de todo lo “oriental”. Es de Oriente de donde nos llegaron las tres religiones monoteístas más universales. Motivo de sobra, diría yo, para desconfiar de todo lo que venga de allá. ¡Vade retro!