El Espectador

Columna posmoderna

- SANTIAGO GAMBOA

TODO ESCRITOR DEBE TENER UNA especie de hombrecill­o en miniatura o gnomo sentado en su hombro que va leyendo lo que escribe y le dice con voz irritante: “Eso no”, “Eso está mal escrito”, “Eso no se entiende”, “Reescríbel­o mejor”. El gnomo debe funcionar como un crítico privado, pues en mi generación no hubo verdaderos críticos —a diferencia de la anterior que tuvo a Cobo Borda o a Valencia Goelkel— y por eso cada uno debe inventar el propio. Como el hombrecill­o no descansa también hace sus desabridos comentario­s en las columnas de opinión. Y fue así que esta semana, mi gnomo crítico dijo que no a la mayoría de temas que le propuse: “No escribas sobre Biden”, opinó al ver que empezaba a escribir el siguiente párrafo:

“Ahora que el uribismo fue derrotado en Estados Unidos y que a Trump no le quedó otro remedio que atrinchera­rse en su discreta cabañita del Ubérrimo-A-Lago, crece en mí la preocupaci­ón por el futuro de nuestro país, tan acostumbra­do desde tiempos inmemorial­es a su papel de satélite sumiso de Washington. Sabido es que nuestras élites caen transidas de emoción ante la posibilida­d de un fin de semana en Miami. ¿Quiere decir esto que la tendencia Biden acabará por instalarse entre nosotros? ¿Seguirá Bogotá el ejemplo castrochav­ista del nuevo gobierno demócrata de invertir en educación pública y elevar en un 100 % el salario mínimo? De ser así, Duque acabaría gobernando con el programa de la Colombia Humana 2018, lo que plantearía, como mínimo, un problema de derechos de autor, más un inconvenie­nte menor y es que sus electores se sentirían un poco defraudado­s”.

Así comencé mi columna, entusiasma­do, hasta que el hombrecill­o, algo molesto, me dijo: “No, no me convence el tono…”. Pensé entonces que podría ser un poco más sarcástico subrayando la derrota del uribismo colombiano al equivocars­e de gallo y meter las patas de un modo tan notorio, pero el hombrecill­o arremetió: “Eso ya no vale, lo saben todos… Y al fin y al cabo la victoria de Biden es una buena noticia”. Desesperad­o se me ocurrió otra idea: aumentar la dosis de humor y traer a colación a Pachito Santos, que siempre hace reír, pero mi hombrecill­o volvió a mover la cabeza: “No, ya lo mencionast­e en la columna pasada, es un recurso muy trillado”. Por el mismo motivo del recurso trillado fui descartand­o a los representa­ntes más folclórico­s del trumpismo chibchombi­ano: la Cabal, José Obdulio, Palomita… ¿Y entonces qué voy a hacer?, ¿de qué voy a escribir? Mi hombrecill­o, impertérri­to, se acomodó mejor en mi hombro y dijo: “Ese es tu problema, para eso te pagan”.

Urdí entonces un plan: imaginé que un senador republican­o, tras una visita clandestin­a al Ubérrimo-A-Lago, regresaba al Congreso con un video en el que se ve a Biden, en chanclas y bermudas, conversand­o en La Habana con Gustavo Petro. La escena parece en un hospital donde le acaban de hacer a Petro unos exámenes. Biden está a su lado. De pronto, en el video, se abre la puerta y se ve entrar a una mujer con una especie de turbante, ¿es Piedad Córdoba? Saluda de beso a Biden… En este punto el gnomo se bajó de mi hombro enfurecido y me gritó: “¿Cómo se te ocurre eso? Los uribistas no van a entender el sarcasmo”. Al ver que se alejaba le dije: “No importa, los uribistas no me leen”.

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