El mundo digital que encuentra Joe Biden
La forma de gobernar de Donald Trump cambió la interacción en el mundo digital y puso en el centro del debate unas regulaciones a las grandes compañías tecnológicas. El nuevo presidente de EE. UU. lidiará con otras reglas para velar por los derechos digit
El mundo digital no volverá a ser el mismo después de Donald Trump. Desde el primer día en la Casa Blanca, el presidente Joe Biden se despertó no solo en un mundo regido en sus entrañas por algoritmos, sino con una herencia digital de Trump vasta y variada. Incluso, sus jornadas de ejercicio matutinas podrían ser un golpe de realidad para lo que se le viene. La semana pasada la revista Popular
Mechanics habló con Max Kilger, experto en ciberseguridad de la Universidad de Texas, sobre la rutina de bicicleta estática que hace Biden todas las mañanas. “Debido a que estás conectado a internet con otra gente a través de una tableta debes tener firewalls y software de detección de intrusos. Si quieres estar seguro, debes quitar la cámara, el micrófono y el equipo de red. Básicamente tienes una bicicleta aburrida”.
La difícil relación de Trump con Twitter, y en general con las compañías tecnológicas, es una de las herencias más pesadas que recibe el nuevo presidente. Un primer paso de Biden fue retomar la cuenta oficial de la Casa Blanca, dando signos de querer desligarse de las formas de su antecesor. Está claro: la comunicación digital desde Washington hacia el mundo será oficial y no personal. Una decisión importante, teniendo en cuenta que durante cuatro años las noticias del país giraron alrededor de @realDonaldTrump.
Los medios de comunicación, aun sin querer, cayeron en este macabro juego. Así lo explica a El Espectador el profesor del London School of Economics and Political Science (LSE) Bart Cammaerts, quien ha investigado en profundidad esta cuestión. “La reacción frente al marco populista ayuda a circular las noticias populistas. Ellos buscan que la gente reaccione porque todo el debate siempre se reduce a ellos. A veces pienso que deberíamos jugar menos ese juego y reflexionar sobre las razones que atraen a las personas a sus mensajes. Estos personajes siempre han existido, lo que pasa es que ahora se pueden viralizar”.
Por eso es importante reconocer que el problema de Trump no fue el uso de la plataforma per se. De hecho, otros presidentes de Estados Unidos han hecho lo mismo con los medios tecnológicos que han tenido en su época: Franklin D. Roosevelt, en 1930, inauguró sus “conversaciones junto a la chimenea” a través de la radio, y Barack Obama, desde 2008, sacó provecho de su capacidad oratoria en la televisión, lo cual catapultó su popularidad. El problema del expresidente saliente fue tomarse su cuenta oficial como cuenta personal y usarla para generar confusión, líos diplomáticos e incluso violencia, como se vio el pasado 6 de enero en el Capitolio.
Esto lleva al segundo problema que tendrá Biden, que es el de la regulación de las compañías tecnológicas. El núcleo del problema se concentra en la ley fundamental de internet, una parte crucial de la Ley de Decencia en las Comunicaciones de 1996, llamada Sección 230. En pocas palabras, blinda las plataformas digitales al quitarles la responsabilidad de lo que se publica dentro de ellas. Como lo explica el profesor Cammaerts, es como una compañía de telefonía, que brinda el servicio, pero jamás se hará responsable de lo que sus clientes digan a través de sus líneas.
La llegada de Biden apunta a que no será un tema inminente, pero en algún momento se tocará y puede que antes de lo previsto teniendo en cuenta los antecedentes. El ganador de las últimas elecciones solo se ha referido una vez a la Sección 230, el pasado diciembre, y lo hizo con rabia, pues era la época en la que Facebook se había negado a quitar contenido “engañoso” que lo involucraba en un escándalo con el gobierno ucraniano cuando fue vicepresidente de Barack Obama (2008-2016). “La Sección 230 debe ser revocada, debe ser revocada inmediatamente. Para Zuckerberg y otras plataformas”, señala.
Y en parte tiene sentido, pues si algo quedó demostrado con la última confrontación de Trump con las plataformas es que estas son intocables. “Las compañías lo que están diciendo ahora con sus decisiones es que no van a ser parte de la violencia. Pero hay una cuestión política, y es qué tanto dejamos a una compañía privada en Silicon Valley de decidir qué es legítimo y qué no. Hay maneras de hacer esto en formas legales, democráticas”, afirma Cammaerts.
Todo esto teniendo en cuenta que el debate de la libertad de expresión, un concepto que nunca terminará de ser absoluto, está de por medio. “Es un precedente que considero peligroso: el poder que tiene un individuo o una corporación sobre parte de la conversación pública global. Las empresas reaccionaron frente a los llamados a la violencia del presidente de Estados Unidos, y esa fue una buena decisión. Pero fracasaron en otras regiones como Birmania”, explicó Javier Pallero, director de políticas de la organización de derechos digitales Access Now.
Además, está la demanda que el fiscal general William Barr impuso a Google antes de los comicios. El hecho no es de poca monta, teniendo en cuenta que se trata del caso antimonopolio más importante que existe en los despachos judiciales estadounidenses. Los analistas afirman que es casi imposible que ese proceso se detenga, en parte porque algunos miembros de su equipo están de acuerdo con la medida.
La indignación, un virus difícil de combatir
Biden tendrá que lidiar con cambios importantes que nacieron a partir de Trump. Renee Hobbs, fundadora y directora del Media Education Lab, es una de las investigadoras más importantes y reconocidas a escala internacional en el campo de la educación en alfabetización digital y mediática. En conversación con El Espectador, afirmó: “El cambio principal se ha producido cuando los usuarios han descubierto cómo jugar con el sistema y han aprendido a explotar las ‘herramientas troll’ que antes utilizaba un grupo especializado”. El ejemplo destacado sobre lo anterior es la invasión al capitolio, que reveló el poder de acción del trumpismo.
Lo anterior es algo que se veía venir desde hace mucho. Algunos de los comentarios previos a las elecciones de noviembre ya decían que el país estaba al borde de una guerra civil y preguntaban cómo derrocar al gobierno, según The Washington
Post. Facebook y Twitter, que subestimaron el riesgo de la desinformación y los llamamientos a la violencia, desplegaron insuficientes medidas para evitarlo, justamente porque se ha demostrado que los crímenes muchas veces están influenciados por el mundo digital.
El tema no es de poca monta, de hecho, Matt Rivitz, fundador de la organización Sleeping Giants, le dijo a este diario: “Definitivamente influye. Los crímenes de odio son claros en Estados Unidos. Muchas de las personas que han sido arrestadas por violencia en las calles también han sido radicales en la web. Hay muchas técnicas de radicalización que existían antes de internet, y este solo las potenció, las hizo más fáciles de difundir y llegar a más gente que puede ser susceptible a caer en redes de supremacismo blanco. El método no ha cambiado, son las herramientas las que lo han hecho”.
Sin embargo, la conciencia sobre el tema sigue siendo baja. David Sampson, profesor de la Universidad del Este de Londres, le comentó a El Espectador: “Hay un nivel de conciencia ligeramente elevado a partir de 2016, pero sorprende que cuando hablo de Cambridge Analytica haya mucha gente que todavía no sabe de qué se trató ”.
‘‘No creo que Trump crea en QAnon, sino que ocasionalmente retuitea contenido relacionado con Q y dice cosas agradables sobre el grupo”.
Joseph Uscinski, profesor de la Universidad de Miami.
La pregunta en este momento es si las regulaciones de las plataformas digitales están funcionando. Hobbs opina: “Los extremistas se han adaptado a las lagunas de las medidas de las redes sociales. Por ejemplo, la transmisión en vivo de la violencia se ha convertido en una herramienta de propaganda y las redes aún no han descubierto cómo abordar este problema”.
Luego agrega: “Debido a que Trump ha amplificado las voces de los extremistas y las plataformas de redes sociales (y las empresas de medios) se están beneficiando de la obsesión del presidente por Twitter, ha sido muy difícil frenar el extremismo. Afortunadamente, existe una conciencia creciente entre los periodistas sobre el problema del papel de los medios de comunicación en la oxigenación y amplificación del contenido extremista”.
El profesor Joseph Uscinski, de la Universidad de Miami y uno de los académicos que más han estudiado el tema, le dijo a este diario sobre el movimiento: “No creo que Trump crea en QAnon, sino que ocasionalmente retuitea contenido relacionado con Q”. Entonces, ¿por qué creer en estas teorías?
Hobbs le explicó a este diario: “Debido a que las plataformas de redes sociales están optimizadas para la participación, las personas han descubierto que la ira es la forma más efectiva de atraer y mantener la atención. Las empresas de redes sociales son reacias a ‘reducir’ la ira, porque está muy ligada al compromiso, que está en el corazón de su modelo de negocio”.
Y agregó: “Las teorías de la conspiración son como los videojuegos: implican resolver acertijos mediante la participación activa en comunidades en línea. Hay recompensas sociales por el dominio, ya que la propia curiosidad intelectual natural de las personas las empuja ‘por la madriguera del conejo’. Todo esto es bueno para el negocio de las redes sociales”.
Ciberseguridad y datos
Por último, Biden tendrá que lidiar con la ciberseguridad y la privacidad de sus ciudadanos, otro de los temas cruciales para preservar de forma estable la democracia que proclamó el día de su posesión, el pasado 20 de enero. “Estamos ansiosos por la oportunidad que tiene el presidente electo de liderar el camino en la protección de la privacidad y hacer que las empresas de tecnología que abusan de las prácticas de privacidad rindan cuentas”, dijo el pasado miércoles Jane Chung, defensora del grupo de consumidores Public Citizen.
A diferencia de Europa, Estados Unidos no cuenta con un marco legal de protección de datos como el europeo. Ahora bien, las organizaciones de derechos digitales no quieren calcar el modelo, encontrar un balance que proteja la privacidad y los datos de los estadounidenses. “Necesitamos reguladores que protejan a los consumidores, trabajadores y comunidades de color contra la vigilancia depredadora y las malas prácticas de privacidad, y que representen los intereses de las personas, no de las corporaciones”, aseveró Chung.
Además, la amenaza extranjera de Joe Biden y Estados Unidos está latente así haya quedado demostrado que el peor monstruo puede estar adentro. El último caso es el que llevaron a cabo piratas informáticos rusos cuando violaron los sistemas de numerosas agencias gubernamentales estadounidenses. El ataque también comprometió los servicios de correo de Microsoft 365 y la infraestructura de Microsoft Azure Cloud. Expertos de la firma de defensa CyberArk le dijeron a Wired que este fenómeno será cada vez más común y que los organismos deben prepararse cuanto antes.