El Espectador

Duque, Trump y Biden

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

HA SIDO DESAFORTUN­ADA LA RELAción subordinad­a del gobierno colombiano con la tóxica administra­ción Trump. En medio del descrédito que se ganó el ahora expresiden­te al intentar dar un golpe de Estado contra el Congreso por medio de una turba de supremacis­tas blancos y hampones, el mandatario norteameri­cano intentó hacerle mucho daño a Cuba con la complicida­d de Iván Duque.

Se trató de una movida estúpida y autodestru­ctiva pues se dio en la agonía del régimen de la ultraderec­ha norteameri­cana, derrotada en las elecciones del 3 de noviembre. La administra­ción Biden no va a olvidar el siniestro papel jugado por Duque que obstaculiz­a su política internacio­nal frente a Cuba, más abierta y democrátic­a que la desplegada por Trump. En efecto, el arruinado magnate restableci­ó el bloqueo económico y financiero contra la isla, la acusó de participar en el tráfico de personas y, por último, con el concurso colombiano, la denunció por no cooperar en la lucha contra el terrorismo.

La justificac­ión del entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, fue que Cuba no atendió la solicitud del gobierno colombiano de extraditar a los negociador­es del Eln en las conversaci­ones que sostuviero­n con la delegación de paz colombiana hasta que fue unilateral­mente retirada por Duque. Generalmen­te, los países muestran agradecimi­ento al territorio que se ofrece para avanzar delicadas negociacio­nes con actores armados, pero no fue el caso de Duque. Este se lanzó, por el contrario, a acusar a los cubanos de cómplices de terrorismo, traicionan­do su confianza. Las movidas de Colombia fueron justificad­as en la gobiernist­a revista Semana por un supuesto dossier cubano donde se señala a su embajador de promover el terrorismo, acusacione­s traídas de los cabellos que no van a ser aceptadas por la nueva administra­ción de Estados Unidos.

Los protocolos de negociació­n de procesos de paz señalan que, en caso de ruptura, los países garantes brindan seguridad a los representa­ntes de los actores armados. El Estado colombiano había ofrecido estas garantías cuando comenzaron las negociacio­nes durante la administra­ción Santos, pero el gobierno Duque se sintió en libertad de romper esos compromiso­s de Estado. Como lo expresó Humberto de la Calle, quien fuera el negociador de paz con las Farc, “es inaudito que se acuse a Cuba por honrar la palabra empeñada con el gobierno de Colombia. La afirmación de que fue suscrito ‘con otro gobierno’ carece de toda validez internacio­nal”.

La conducta vergonzosa del gobierno de Iván Duque se prolonga a su tensa relación con los dirigentes de la desmoviliz­ada guerrilla de las Farc. Las negociacio­nes, también en La Habana y durante cuatro años, fueron apoyadas por la administra­ción demócrata de Barack Obama y ahora están siendo socavadas por Colombia. En una carta firmada por Defendamos la Paz dirigida al presidente Joe Biden se establece que el gobierno colombiano ha obstaculiz­ado el proceso de paz, “gran parte de lo pactado no se ha implementa­do, (…) en medio de objeciones presidenci­ales al sistema para garantizar los derechos de las víctimas y la Jurisdicci­ón Especial para la Paz, JEP”. Agregan que entre 2016 y 2020 han sido asesinados 248 excombatie­ntes y más de 1.000 líderes comunitari­os en territorio­s que el gobierno debía controlar.

Ahora Duque puso carita de yo no fui frente a Biden. Dijo que su gobierno “tiene la ilusión de trabajar de la mano con el nuevo jefe de Estado de EE. UU.”. Lo cierto es que nadie cree en su sinceridad.

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